Atractivos de un carisma
por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)
El carisma de Chiara Lubich es conocido como el carisma de la Unidad, pero en muchas ocasiones ha sido definido también como el carisma del Amor, lo dijo Juan Pablo II cuando visitó nuestro Centro Internacional en Rocca di Papa: “…el núcleo central de vuestro Movimiento: el amor”1. El genio femenino de Chiara Lubich fue el de «hacer» del Amor su horizonte de comprensión del mundo y de todas sus realidades. Por ello, cuando hablamos de educación, podemos definirla como un amor servicial que tiene su fundamento en el testimonio. De allí que Lubich afirmara que para educar es necesario dar testimonio con nuestra vida de aquello que enseñamos. Todos en algún momento de la vida somos educadores o educandos. En cualquiera de los casos nos tendría que impulsar solo el Amor, así lo explica Chiara:
Hablando de educación, es lógico que nos encontremos ante dos sujetos: el educador, el maestro que tiene que enseñar, educar, y el discípulo que debe ser educado. Respecto del educador, o el maestro, hay una frase de Jesús en el Evangelio que nos hace reflexionar y puede ser también una luz en la educación que se debe impartir en la familia. Dice: “no se dejen llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8). Para Jesús solo hay un maestro y ese es Él. Con esto no niega la presencia de una autoridad, de una paternidad. Pero debe interpretarse no como dominación o poder, sino como servicio. Porque en el servicio, que es amor, no solo actúa el hombre [el maestro], sino Cristo en él y, por tanto, Cristo sigue siendo el único maestro. Si Jesús es el Maestro, será deber de los padres cristianos mirarlo para aprender a educar. Pero, ¿qué tipo de educador fue Jesús? En Jesús, como maestro, emergen algunas características importantes.
Sobre todo, da el ejemplo, Él mismo encarna su doctrina. No impone cargas que no lleva primero: “¡Pobres de ustedes también, maestros de la Ley, porque imponen a los demás cargas insoportables, y ustedes ni siquiera mueven un dedo para ayudarlos!” (Lc 11,46). Jesús pone en práctica lo que luego pide a los demás. Mirándolo, se puede deducir que la primera manera de educar también de los padres, no debe ser la de instruir o corregir, sino la de vivir la vida cristiana en su totalidad. Los propios padres deben poner en práctica lo que luego piden a sus hijos. ¿Piden sinceridad, compromiso, lealtad, obediencia, caridad hacia los hermanos, castidad, paciencia, perdón? Que los niños vean todas estas cualidades ante todo en ellos. En la madre y el padre, los hijos deben encontrar siempre modelos indiscutibles a los que puedan referirse2.
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1. Juan Pablo II, en: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/it/speeches/1984/august/documents/hf_jp-ii_spe_19840819_movimento-focolari.html
2. Lubich, Ch. Uno solo è il Maestro, Convegno La famiglia e l’educazione, Castel Gandolfo, 02/05/1987.