Editorial
¡Cuánta necesidad de diálogo hay en nuestras sociedades! La percibimos muchas veces en familias que sufren rupturas; entre generaciones, que no logran descubrir la riqueza una de la otra; en la clase política, sobre todo en épocas eleccionarias, donde reinan las acusaciones y ataques verbales más que un interés por el bien común; en programas televisivos, en los que el rating pareciera medirse por el nivel de los decibeles de la voz; entre la escuela y la familia; y así podríamos enumerar cientos de escenarios donde la diferencia de miradas y perspectivas están a la orden del día.
¡Qué difícil es dialogar! ¡Pero qué experiencia maravillosa! Y podemos afirmarlo porque de igual manera que existen situaciones como las antes descriptas también somos testigos de un diálogo a 360 grados, del que todos podemos ser protagonistas. Sin dudas el diálogo es mucho más que un concepto, se trata de una vivencia que, en la propuesta de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, incluye a personas de la Iglesia Católica, de diferentes movimientos, de otras iglesias cristianas, de distintas religiones, también personas de buena voluntad, que no profesan una determinada fe, e incluso un diálogo con la cultura de nuestro tiempo, que puede abarcar cualquier disciplina en la que nos desenvolvamos.
Todos somos potenciales constructores de un diálogo que implica mucho más que lindas palabras. Requiere una actitud integral, en la que cada parte de nuestra persona sea un eslabón capaz de fortalecer y enriquecer vínculos.
Como descubriremos a través de estas páginas, esta experiencia de diálogo no significa ausencia de conflicto, que todos estemos de acuerdo y que no haya opiniones contrapuestas. Hay un antiguo dicho que habla de que quien gana una discusión es quien la pierde, porque quien pierde ha sumado una nueva mirada y ha salido enriquecido.
Es cierto que si el ejemplo viene de la política –como pudo verse en el reciente acto en Uruguay por los 50 años del golpe de estado, donde se mostraron juntos el actual presidente de la república y sus predecesores–, o de personas reconocidas mediáticamente, sin dudas tendrá un impacto diferente. No obstante, cada uno en la vida cotidiana tiene la posibilidad de contribuir a una sociedad más fraterna. Se necesitan variados condimentos (honestidad, simpatía, escucha, veracidad, prudencia, entre otros) que podemos encontrar en nuestro interior y que nos los recuerda la socióloga Vera Araújo en el libro Economía de Comunión, diálogo y bien común recientemente editado por Ciudad Nueva.
Vale la pena tomar la iniciativa, abrir el corazón, la mente y todo nuestro ser para recibir la mirada, la opinión del otro y, a partir de allí, construir un diálogo que nos transforma, nos hace más cercanos, más valorados, en definitiva, nos hace partícipes de una nueva humanidad •
Para sumar al diálogo.
UNIDOS POR EL CANTO
Una de las formas para superar la desunión (grieta) de los argentinos es el canto. No tengo dudas. Me refiero al cantar juntos. Aclaro que no se trata de ir a ver un espectáculo donde algunos, un conjunto o en forma individual, canten; sino juntarnos libremente, organizadamente, periódicamente (una vez por semana), en un lugar (plaza), día (domingo) y hora determinados, sin distinción alguna, ni de edades ni género, con el sólo propósito de cantar juntos.
Sin embargo, no observo que se valore, se promueva, se organice, se invite, a las poblaciones, a cantar juntos.
¿Por qué hacerlo?
Porque cantar juntos es unitivo, disuelve las diferencias, alegra las almas, produce bienestar colectivo, contagia paz, construye buenas y amistosas relaciones, crea armonía y convivencia, entretiene gratamente, expresa arte, levanta el espíritu, liquida el estrés, entre otros tantos beneficios.
¿Cómo hacerlo?
Poniendo una pantalla gigante en una plaza, por ejemplo, donde se pueda leer las letras de las canciones, con alguna persona que coordine. Se pasa la canción por un reproductor y toda la gente acompaña cantando.
Se trataría de cantar las canciones más populares de cualquier género, que serían elegidas y propuestas por los mismos participantes, recogidas en urnas. Las más votadas se cantarían la semana siguiente.
Propongo que las personas que son autoridades de poblaciones (intendentes), coordinadoras de clubes, directoras de escuelas, gerentes de empresas, párrocos o pastores de iglesias, etc. tomen la iniciativa de promover el cantar juntos.
UNIDOS POR EL CANTO
Una de las formas para superar la desunión (grieta) de los argentinos es el canto. No tengo dudas. Me refiero al cantar juntos. Aclaro que no se trata de ir a ver un espectáculo donde algunos, un conjunto o en forma individual, canten; sino juntarnos libremente, organizadamente, periódicamente (una vez por semana), en un lugar (plaza), día (domingo) y hora determinados, sin distinción alguna, ni de edades ni género, con el sólo propósito de cantar juntos.
Sin embargo, no observo que se valore, se promueva, se organice, se invite, a las poblaciones, a cantar juntos.
¿Por qué hacerlo?
Porque cantar juntos es unitivo, disuelve las diferencias, alegra las almas, produce bienestar colectivo, contagia paz, construye buenas y amistosas relaciones, crea armonía y convivencia, entretiene gratamente, expresa arte, levanta el espíritu, liquida el estrés, entre otros tantos beneficios.
¿Cómo hacerlo?
Poniendo una pantalla gigante en una plaza, por ejemplo, donde se pueda leer las letras de las canciones, con alguna persona que coordine. Se pasa la canción por un reproductor y toda la gente acompaña cantando.
Se trataría de cantar las canciones más populares de cualquier género, que serían elegidas y propuestas por los mismos participantes, recogidas en urnas. Las más votadas se cantarían la semana siguiente.
Propongo que las personas que son autoridades de poblaciones (intendentes), coordinadoras de clubes, directoras de escuelas, gerentes de empresas, párrocos o pastores de iglesias, etc. tomen la iniciativa de promover el cantar juntos.
Mientras leía el artículo me acordaba de mi ámbito académico de trabajo en la facultad y de diálogos a veces frustrantes que he tenido…
Qué lindo pensarlos retrospectivamente no como pérdidas sino como ganancia en nuevas miradas…