Editorial
Las capitales y grandes ciudades de nuestros países del Cono Sur y de toda América Latina en general han sido testigos de cómo se ha multiplicado la cantidad de personas que viven en sus calles. Diferentes esquinas, paradas de colectivo, debajo de una autopista o cualquier lugar que pueda al menos proteger de una ocasional lluvia nocturna se han convertido en el “hogar” de muchos que mendigan lo mínimo para llegar a un mañana que no tiene un horizonte más lejano que la siguiente salida del sol. Y así, cada día se repite –con suerte– para volver a vagar sin más destino que una frazada que pueda arroparlos, sobre todo, en estas incipientes noches de invierno.
También sucede en otras latitudes y son escenarios que han motivado incluso la creatividad de diferentes artistas. Quien haya tenido la posibilidad de caminar por el Trastevere, en Roma, habrá quedado cautivado por la belleza de esas angostas, empedradas y pintorescas calles de la capital italiana. Cuando el sol acompaña, la combinación del celeste diáfano del cielo con el típico color rojizo y ocre de la fachada de las casas conforma un paisaje hipnotizante. A medida que uno se va adentrando en el barrio pareciera que pierde noción de lo que está sucediendo afuera, y esa mezcla de presente y pasado de la civilización se apodera de todos los sentidos.
Sin embargo, de golpe, a la vuelta de una esquina, aparece la imagen de Él, yaciendo en un banco, tapado con una manta, con solo sus pies descalzos a la vista. Es la representación de “Jesús sin techo” (Homeless Jesus), una de las tantas réplicas de la obra del artista canadiense Timothy Schmalz que nos recuerda la situación por la que atraviesan millones de personas en el mundo.
Si bien se trata de una escultura, el impacto lleva al caminante a notar que hay otro paisaje. Mejor dicho, a recordar que son muchas las personas de carne y hueso que forman parte de un paisaje que tantas veces, consciente o inconscientemente, no queremos mirar.
Las estadísticas sobre los “sin techo” son escalofriantes. Y cruzarse con alguien en esa situación en un transporte público, en un semáforo o caminando muchas veces sin rumbo cierto es un golpe que sacude nuestro ensimismamiento. ¿Quién no se ha preguntado qué hacer ante una situación así? ¿Dar dinero? ¿Ofrecer un plato de comida? ¿Llamar a un organismo público que pueda asistir a esa persona? Cualquier respuesta que podamos encontrar siempre nos parecerá insuficiente ante semejante indignidad.
En estas páginas intentamos poner sobre la mesa una realidad que atraviesa nuestras sociedades como una manera de templar nuestros corazones y contrarrestar las bajas temperaturas de la indiferencia. La placa que acompaña la escultura de “Jesús sin techo” reza: “Estaba abandonado y me visitaste”. Seguramente sea esa la respuesta que nos gustaría escuchar como un cálido susurro cuando llegue el final de nuestro paso por esta tierra.
Es imposible en la Ciudad de Buenos ignorara esta realidad multiplicada. Están las respuestas individuales y las comunitarias. En mi parroquia sostenemos entre todos un comedor; junta de ropa y medicamentos; sin contar las colectas de CARITAS; también se presta el oído. De todas maneras no alcanza . Hay una dimensión que necesita ser atendida con premura y es la acción sobre las políticas de estado que generan exclusión, por más que se pontifique lo contrario. Brillan por su ausencia planes habitacionales; y el occidente en conjunto parece haber implementado como políticas de estado la pauperización de los sectores más vulnerables. No se disimula en nada el discurso donde se alaba el desarrollo tecnológico; sin ligarlo al daño que saben que causan en el empleo, por ende en los sectores asalariados más frágiles. Es de desatacar que en el período en que se aisló a las personas, en nuestro caso dos años; se produjo una feroz transferencia de recursos de sectores frágiles a los sectores acaudalados. Es muy difícil creer que esto fue casual La acción sobre la acción pública es el campo sobre el que más se debería empeñar el esfuerzo, de lo contrario so pena de perder el tren de la equidad y la justicia.