Editorial
Las páginas de Ciudad Nueva buscan ser un espacio de expresión. En cada número abordamos diferentes realidades que se presentan, y que muchas veces terminan por conformar dos caras de una moneda. Por eso, en esta edición el lector podrá encontrarse con artículos de sucesos que muestran urgencias, desastres y hasta despiertan lágrimas, pero que, al mismo tiempo, se muestran como oportunidades. Oportunidades de ser amor concreto, de donarse hacia los demás, de celebrar el encuentro, de seguir descubriendo el mundo y a las personas.
Cómo no lamentarse por los terribles incendios ocurridos en Chile y no emocionarse ante las incontables ayudas humanitarias que permanentemente recibe la población luego de la tragedia. La organización vecinal y comunitaria que, de manera genuina, se manifiesta en acciones de empatía, unión y apoyo concreto que aún continúan.
Situaciones de contrastes también ocurren en la provincia argentina de Santa Fe, donde el proyecto Manos a la Obra busca darle una posibilidad a aquellos que no nacieron con las mismas oportunidades que otros. En esta experiencia de trabajo en el territorio, se da el encuentro de realidades muy distintas a las cuales los une el cariño y la solidaridad.
Estas actitudes de servicio buscan ser una respuesta frente al mundo actual. Sin embargo, encontramos ejemplos de donación varios siglos atrás en la historia. Es el caso de Mama Antula, la primera santa argentina, que fue canonizada por el papa Francisco a principios de febrero.
Incluso podríamos hablar de dos caras de una misma moneda con la producción a mansalva de una industria de la moda que fabrica miles de toneladas de ropa que luego termina en manos de nadie. La otra cara es nuestro llamado a la acción: repensar nuestra relación con la moda y repensar el sistema, para encontrar una alternativa más sostenible y acorde al cuidado del ambiente.
Estas diferentes perspectivas de la moneda las podemos entender en las palabras de Chiara Lubich: “Si miramos el sufrimiento con ojos humanos, estamos tentados de buscar su causa en nosotros, o fuera de nosotros, en la maldad humana por ejemplo, o en la naturaleza, o en otras cosas (…) Y todo eso puede ser también verdad, pero, si pensamos solo de este modo, olvidamos lo más importante, porque nos olvidamos de que detrás de la trama de nuestra vida está Dios, con su amor, que todo lo quiere o lo permite por un motivo superior, que es nuestro bien”1.
Sin dudas implica un gran esfuerzo y un salto de confianza de parte de quien atraviesa ese sufrimiento, y naturalmente no siempre se logra ver con claridad. Por eso la fundadora de los Focolares cierra esa misma intervención aportando una clave que nos puede ayudar en el acompañamiento a quien sufre: “Acerquémonos a ellos ante todo con sumo respeto porque, aunque todavía ellos no lo sepan, en este momento están siendo visitados por Dios. (…) Asegurémosles también nuestro continuo recuerdo y nuestra oración, para que sepan tomar directamente de las manos de Dios lo que les angustia y les hace sufrir, y puedan unirlo a la pasión de Jesús para que adquiera su máximo poder. Ayudémosles además a tener siempre presente el valor del sufrimiento. Y recordémosles ese maravilloso principio cristiano de nuestra espiritualidad, por el cual un dolor amado como rostro de Jesús crucificado y abandonado se puede transformar en alegría” •
1. Extraído de una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 25 de diciembre de 1986.