Los libros de Alejandra

Libro

Por José María Poirier (Argentina)

Los árboles caídos también son el bosque (2015), 

El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019), 

La paciencia del agua sobre cada piedra (2023). 

Alejandra Kamiya, editorial Eterna Cadencia 

Fiel a la tradición de su padre, japonés, la reconocida narradora argentina (Buenos Aires, 1966) se toma su tiempo para publicar los cuentos que le dieron marcada presencia en las letras de su patria. 

Bien lo expresó en una entrevista Hinde Pomeraniec: Alejandra es “la autora de los títulos largos y los cuentos inolvidables”.

Como señalan numerosos críticos: “Su estilo se caracteriza por un ritmo narrativo lento, un lenguaje despojado y la repetición de recursos retóricos, que generan una atmósfera reflexiva y a la vez fantástica”.

Kamiya eleva lo cotidiano y a veces desapercibido (una comida, un cuarto o las estaciones del año) a la categoría más importante. Sus cuentos se nutren de la intimidad y los detalles de la vida familiar. Todo lo cual no significa que sean apacibles, porque siempre ronda el misterio de la muerte que acompaña a la vida.

Ella explora la rotación del tiempo y su narrativa tiende a ahondar el presente para poder reflexionar. La presencia de la naturaleza es fundamental en sus relatos, lo cual le permite al mismo tiempo incursionar en lo ilusorio. La fragilidad de la existencia y la soledad van de la mano de los sentimientos afectivos. 

Con acierto se ha escrito: “La influencia de su herencia japonesa es visible, pero no de manera literal o superficial. Se manifiesta en la estética del despojo, la atención al detalle y una forma particular de entender la vida y las cosas, sin caer en clichés”. 

En su libro Los árboles caídos también son el bosque hay cuentos emblemáticos que necesitan su tiempo para ser leídos e incorporados, como por ejemplo “Desayuno perfecto”. Allí la autora le dice a la mujer-personaje al comienzo del cuento: “No vas a esperar a que se cuele la luz por la ventana. Vas a mirar a Takashi dormir a tu lado. Vas a pensar que es bueno que descanse porque lo espera un largo día de trabajo. Vas a levantar el futón sin hacer ruido, y levísima vas a andar por el tatami hasta la cocina, donde te vas a vestir para no rasgar el sueño de papel de Hiro y de Takashi”. Esta delicada y minuciosa madre y esposa le preparará a su familia un desayuno tradicional, fresco y sabroso. Más tarde, hacia el final, los lectores conocerán el vacío y la angustia que la acechan.

En  “Los restos del secreto” se nos dice: “Su desnudez no exhibe partes, las partes que normalmente están cubiertas. La desnudez de Guillermina es como la de los árboles en otoño: lo que muestra es falta (…). Belinda en cambio es como un pan casero grande y blanco”.  Y más adelante: “El campo de la pampa es plano, como una hoja, y allí van ellas a escribirle encima historias”.

“Arroz” habla de su relación con el padre: “Hoy es jueves y los jueves almorzamos juntos. Hablamos mucho, o lo que para nosotros es mucho. Ninguno de los dos somos personas que otros consideren conversadoras”. 

En “Tres sillas” cuenta que ellas forman un triángulo “en el que seguramente tuvo lugar una conversación, de esas interminables del atardecer del verano” y allí ella y su acriollado padre toman mate y filosofaban.

¿Por qué todos queremos leer los cuentos de Alejandra Kamiya?, se preguntaba en una nota-entrevista Verónica Boix el año pasado. Y agregaba que  “su nombre se recomienda entre suspiros de admiración y sus conferencias se ofrecen a sala llena”.

Viene a cuento de lo anterior lo que escribe la periodista: “Muchas de las historias de la autora retoman cierta tradición de la llanura y hacen un pasaje lleno de misterio hacia otro territorio que estaba superpuesto a la tradición, muy cercano a la mirada japonesa. Sin ahondar, ya en los títulos las tres antologías proponen un modo de observar, un ritmo pausado y hondo que tiene algo del haiku”.

Alejandra lo explica: “Me interesa el lugar posible o imposible de encuentro entre las dos culturas porque es mi lugar. Ningún lugar siento tan propio como ése. Y específicamente el punto en el que lo argentino se cruza con lo japonés”. La autora que es hija de un inmigrante japonés y de una madre argentina.

En síntesis, Alejandra Kamiya es una autora para no perder.

Por José María Poirier (Argentina)

Los libros de Alejandra
Comparte en tus redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba