Fiesta de los Jóvenes 2023 – La Mariápolis Lía celebró la Fiesta de los Jóvenes, uno de los eventos más convocantes de la Ciudadela, que año tras año reúne a cientos de chicos y chicas de toda la Argentina y sus países aledaños. En su 30 aniversario, con un lema especial, música y baile, volvió a ser expresión del Ideal del Mundo Unido.
Por Augusto Saad (Argentina)
Cientos de jóvenes de Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile nos encontramos el pasado 24 de septiembre en la Ciudadela Mariápolis Lía para ser parte de la Fiesta de los Jóvenes (FDJ). Este evento, organizado de manera ininterrumpida desde 1993 y que este año celebró su 30 aniversario, se ha convertido en un punto de encuentro para jóvenes de diversas regiones, culturas y creencias. Allí, los habitantes de la Mariápolis nos comparten y nos regalan un testimonio sobre su forma de vivir la Unidad, espiritualidad que identifica al Movimiento de los Focolares.
El camino hacia la Fiesta siempre empieza mucho antes de subirse al micro. No es sencillo llegar desde cada una de nuestras ciudades. Lo económico implica un desafío, aunque también una oportunidad para confiar en la providencia y una ocasión para vivir la comunión de bienes. En las semanas previas vivimos muchas experiencias en este sentido, ya que sin la comunión concreta de distintas personas del Movimiento de los Focolares no hubiéramos llegado a organizar el viaje. Una de las personas que nos ayudó me dijo: “Le ofrezco a Dios cada momento presente por cada joven que participe en la Fiesta”. Así que antes de llegar a la Mariápolis ya estábamos viviendo la alegría que provoca compartir con los demás.
Debido a las largas distancias que muchos jóvenes tienen que recorrer, varios de ellos llegaron unos días antes. Hubo quienes viajaron a O’Higgins, en la provincia de Buenos Aires, desde Uruguay, Paraguay, Catamarca, Mendoza, La Rioja o desde la Patagonia, entre otros lugares, pudiendo disfrutar a la Ciudadela y participar de la “Noche de Talentos”, un espacio de baile y música que anticipaba lo que se viviría al día siguiente.
El día de la Fiesta, cuyo lema principal era “Nuestras raíces para una nueva historia”, los y las 28 jóvenes de distintas partes del mundo que están haciendo la Escuela de formación en la Mariápolis prepararon una obra de teatro donde se abordaban distintos temas: el encuentro con los demás; los momentos de confusión y preguntas; el conocimiento personal y de nuestra historia; los momentos en que intentamos escapar de la realidad construyendo una personalidad falsa.
Cada uno de estos temas fue abordado a partir de distintos momentos de la vida del personaje principal que, a modo de cierre, expresó con mucha convicción: “Hoy estoy acá para vivir y enfrentarme a las dificultades que me encuentre en el camino. Puedo ver que soy fragmentos, fragmentos que forman un ser, soy las personas que amé y las historias que nunca conté. Las pequeñas historias que pasaron a mi alrededor, lo que tengo adentro, lo que se ve y lo que no. Mi historia, mis raíces, me permiten crecer; las raíces de los otros me ayudan a ser”.
La representación no es simplemente una construcción literaria, o una ficción, sino que está construida a partir de las experiencias vividas por los jóvenes habitantes de la Mariápolis. Podría decirse que está basada en hechos reales. Por eso es que los espectadores nos sentimos tan identificados con las distintas escenas. Su sustancia, su trasfondo, es real. Son vivencias concretas de otros jóvenes. Allí la riqueza de esta obra de teatro y allí el fruto de tanto trabajo y preparación: que cada uno se sienta interpelado y se vea en el escenario, casi como en un espejo.
Una de las particularidades de esta Fiesta es que en ella participan jóvenes de distintas culturas, de distintas convicciones religiosas y aquellos que no se consideran creyentes. Este año, una comunidad musulmana de Buenos Aires participó del evento e incluso fue parte de la misa (un ritual de la Iglesia católica) en un gesto vivo de fraternidad y paz. Además, ellos pudieron realizar sus oraciones en un espacio que se les preparó especialmente, compartiéndolas con algunos de nosotros. Uno de ellos me comentó: “Nos hemos sentido recibidos, como en casa”. En la FDJ todos somos recibidos con los brazos abiertos.
Luego del almuerzo participamos de distintos stands que organizaron los habitantes de la Ciudadela. En uno de ellos nos compartieron un video titulado “El viaje del ADN”. En él vimos cómo muchas personas que se consideraban miembros de un pueblo o una nación, luego de realizarse un estudio genético comprobaban que sus orígenes eran de lugares mucho más lejanos y diversos de los que ellos habían mencionado. El video era un disparador para invitarnos a reflexionar sobre algunas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Preguntas que resuenan en nuestro corazón y nos siguen motivando a descubrir nuestras raíces. Raíces propias, pero con un pasado común.
Al terminar teníamos que escribir algo en una tarjetita para entregársela a alguien importante en nuestra historia. Una joven me compartió: “Le dediqué la tarjeta a mi mamá, le escribí un agradecimiento por haber echado raíces en mi vida y acompañarme siempre sin reprocharme”. No solo nos llevamos las preguntas e inquietudes, también el desafío de entregarle esta pequeña carta a esa persona que tanto hizo en nuestra historia.
Durante la tarde, todos nos encontramos frente al anfiteatro de la Ciudadela, al aire libre, para ser parte de la “Fiesta de los Colores”, un espacio de música, baile, colores, abrazos y alegría, ideal para recargar energías para emprender la vuelta.
Seguramente, en estos 30 años, cada FDJ tuvo sus particularidades, cada una fue marcada por su época, por su contexto, incluso por las personas que la organizaron. Pero todas tienen en común algo, un distintivo, que es la alegría de cada uno de los que formamos parte. La alegría de los que se reencuentran y se abrazan con fuerza, la de aquellos que bailan las canciones del conjunto musical, la de quienes nos recibieron con una sonrisa después de meses de preparación y ensayos.
Ese distintivo (la alegría) es lo que a uno lo hace “volver” renovado. Nos motiva a seguir viviendo nuestro ideal y nos impulsa con fuerza a construir el Mundo Unido•
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Quiero comentarles una experiencia muy fuerte para mí,esto hace muchos años,tengo 73 años,cuando tome el colectivo para ir a una Mariapolis a Ohigins,durante el viaje,iba acostado en el fondo del micro,seguramente preocupado por algo,y hasta estaba llorando,sin que nadie lo supiera,y entonces alguien en el colectivo,me puso una manta,para cubrirme,yo realmente sentí que el que me colocaba la manta era Jesús,porque nadie sabía lo que a mí me estaba pasando
Viendo lo escrito en la fiesta de FDJ,me acordé,cuando fui a la Mariapolis,y estuve la dicha de sentarme al lado de Lía Brunet,y ella me escuchaba,un rostro Angelical y alegre,también el encuentro con Victorio Sabione,era realmente estar en el Cielo,cuando nos despedíamos en el micro,costó mucho para que nos fueramos,gracias Chiara,