Continuamos compartiendo los ricos aportes presentados en el Congreso de Sostenibilidad Relacional realizado en octubre de 2024. Este trabajo forma parte de una investigación con la comunidad de Yariguarenda (Tartagal, Salta). El turismo se ofrece como un aporte a los debates sobre las transiciones post-extractivistas en América Latina, al mostrar cómo prácticas ancestrales y comunitarias pueden proyectar alternativas al modelo dominante.
Por Ana Inés Frere Affanni (Argentina)*
En Yariguarenda, un paraje cercano a Tartagal (Salta), un grupo de jóvenes guaraníes lleva adelante, desde hace diez años, un proyecto de turismo rural y comunitario. Frente a un contexto de precariedad, falta de oportunidades y discriminación, crearon una cooperativa que ofrece caminatas por senderos, talleres en el vivero de la comunidad, charlas sobre la cultura guaraní, gastronomía local, almuerzos compartidos, etc. Lo que podría ser una propuesta turística más es, en realidad, un acto de resistencia: una manera de afirmar la propia identidad y de defender el territorio de sus ancestros.
Ñande reko: un modo de ser que se resignifica
En la voz de Yariguarenda se repite una convicción: la naturaleza está viva y la relación con ella no es utilitaria, sino espiritual y comunitaria. Se trata de un vínculo integral con todo el ambiente circundante, que va más allá de la clásica distinción naturaleza-cultura. Ello tiene fundamento en el ñande reko, “nuestro modo de ser” guaraní, que guía el vivir bien (tekove kavi). Lejos de ser un recuerdo del pasado, el ñande reko se actualiza y resignifica en cada actividad turística. De esta manera, quienes visitan Yariguarenda no solo conocen un lugar, sino que también entran en contacto con una forma de entender el mundo basada en la reciprocidad y el respeto mutuo; respeto que incluye a la naturaleza en todas sus formas.
Ello no implica que el proyecto no presente tensiones: el turismo exige cierta mercantilización de la cultura y la naturaleza; hay que “ofrecer” algo al visitante. Sin embargo, los jóvenes de Yariguarenda han sabido convertir esa exigencia en una oportunidad: las visitas se transforman en espacios de transmisión cultural, de recuperación del guaraní como lengua, de valoración de las danzas y de las prácticas agrícolas tradicionales. Todo esto les permite generar ingresos, pero sin abandonar los valores comunitarios.
La naturaleza es parte de la comunidad
El proyecto hace visible un conflicto central en Argentina: la lucha por la tierra. El modo de ser guaraní se aprende y desarrolla en el territorio, en el complejo casa-cerco-monte (Albó, 1990). Por ello, un turismo comunitario cuyo eje central es el vínculo de reciprocidad entre la naturaleza y todos sus existentes, desafía la lógica de la ontología moderna. No sólo se discute la propiedad de la tierra, sino también lo que se hace en el territorio, cómo se lo habita y cómo es el vínculo entre el hombre y la naturaleza, partes inseparables de una unidad. Para el pueblo guaraní, el territorio es más que un recurso económico: se trata de un bien común que conecta pasado y futuro.
Así, por ejemplo, en relación a uno de los conflictos territoriales más recientes que ha atravesado la comunidad, afirman que las tierras “no se venden, no se compran”, porque ellas son el legado de sus ancestros y la base de su vida.
Por eso, aun cuando la cooperativa como tal no siempre participe directamente en los reclamos territoriales –constantes en Yariguarenda y, en general, entre los pueblos originarios–, cada sendero o actividad turística está atravesado por esa disputa: la defensa de un modo de habitar que se enfrenta a modelos extractivistas que priorizan el monocultivo de soja o la explotación indiscriminada de los bienes naturales.
En este sentido, las prácticas turísticas traen una especie de solución híbrida: por un lado, se toman las herramientas de la modernidad y el discurso del desarrollo sostenible, que requieren, al menos en parte, la mercantilización de la naturaleza y de la propia identidad. Por el otro lado, el turismo también permite sostener prácticas productivas y redistributivas alternativas al desarrollo, porque la comunidad no renuncia a las prácticas ancestrales y al sistema de valores relacionales y de unidad con la naturaleza del ñande reko.
Camino al pluriverso
La propuesta de “turismo con identidad” –un turismo que pretende valorizar, dentro y fuera de la comunidad, no sólo la riqueza natural de Yariguarenda, sino también los saberes de los mayores, las costumbres del lugar, la lengua guaraní (en proceso de recuperación en el paraje), etc.– se suma a un mosaico de experiencias indígenas y campesinas que, en distintos lugares de América Latina, están ensayando alternativas al modelo económico dominante y que consideran los bienes naturales ya no desde una perspectiva utilitarista, sino como bienes comunes.
Precisamente por ello podemos decir que estas prácticas implican un aporte a la reflexión sobre las transiciones post-extractivistas, ya que no proponen un retorno a un pasado perdido o a bienes comunes que no deben ser manipulados por el ser humano, sino que la reciprocidad, el respeto y cuidado de la naturaleza (y de todos los existentes) deben sustentar todas las prácticas productivas.
En tiempos en que la crisis ambiental nos obliga a pensar alternativas al desarrollo, las voces de los pueblos originarios resuenan como un llamado urgente a imaginar otros futuros y luchar por el pluriverso a través de la recreación de “otros” mundos, donde puedan coexistir múltiples formas de ser, existir y habitar. Donde se pueda, en definitiva, re-existir: reapropiarse del territorio y, al mismo tiempo, reinventar la propia existencia, la propia identidad, tanto en relación con otros seres humanos como con la naturaleza (Leff, 2006) •
* Doctora en Ciencias y Culturas Humanas.
Conoce más
Agradecemos a la comunidad por abrir sus puertas y, a quien quiera atravesar esta experiencia, recomendamos seguir las redes de la cooperativa. Instagram: @yarigurenda_tartagal; Facebook: Turismo Comunitario Yariguarenda


