De la vida cotidiana.
por Juan De La Torre (Argentina)
Compartí con un grupo de amigos con quienes vivo el Ideal de Chiara Lubich el dolor que me significaba no poder dar mi parte en la comunión de bienes que solemos hacer para ayudar a quienes están pasando necesidades. Esta situación se debía a una dificultad transitoria de ingresos económicos que vivía en mi familia, sumado a un problema de salud de mi esposa, Mercedes. Gracias a la profunda escucha de ellos experimenté la cercanía, la ayuda concreta de todos y una gran paz en el corazón.
Ese mismo día, conversando con una amiga, le comenté también esta situación y mi preocupación a solo nueve días del décimo aniversario de matrimonio, ya que no me alcanzaría más que para invitar a Mercedes a tomar un café, aunque yo deseaba ir a un restaurante a celebrar con ella.
Pensando en las dificultades económicas, empecé un diálogo espontáneo con Jesús: le dije que confiaba en su providencia, que tenía la certeza de que él nos iba a ayudar como familia. Sentí en el alma su respuesta, me dio paz, serenidad y así volví al trabajo que estaba haciendo.
A la mañana siguiente, iba en el auto a buscar a mi hija Clarita al colegio. Encendí la radio, una de las más escuchadas en Mendoza; en el programa invitaban a participar de un sorteo con dos premios, uno de ellos era una cena para dos personas en un restaurante muy lindo y conocido. Envié mis datos a la radio, pensando: ¡qué hermoso sería celebrar así nuestro aniversario!
Me olvidé del asunto, me encontré con Clarita y fuimos a casa. Después de almorzar, mientras Clarita y Merce descansaban, recibo una llamada en mi celular, atiendo y me saluda una mujer. Me dice que trabaja en la radio y que me llamaba para avisarme que yo había ganado el sorteo de la cena: un vale por el menú más completo de todos. No lo podía creer.
Terminé la llamada y me llené de alegría, porque no me parecía una casualidad: lo viví como un signo, una respuesta delicada del amor de Dios para celebrar nuestro matrimonio y recordarme que él nos ama inmensamente y nos sostiene como familia en todo lo que vivimos.
No dije nada a nadie y a la noche, cuando me fui a dormir, empecé a reírme solo, de la alegría que tenía, por la manifestación tan atenta de la providencia. Fue una noche hermosa.
A Merce no le conté nada. Le dije que el día de nuestro aniversario Clarita estaría con sus abuelos y que en la noche iríamos a festejar. Ella, sorprendida, me preguntó: “¿Y con qué, si todavía no me pagaron?”. Le respondí que ya me había encargado de eso.
La noche del aniversario, ya en el restaurante, le mostré el vale y le dije que, a través del sorteo, el amor de Dios se había ocupado de esa cena para celebrar nuestro matrimonio y mostrarnos que siempre estará con nosotros en todo lo que vivamos. A nosotros nos tocará solamente renovar, en cada momento presente, la confianza en su Amor.
Gracias Juan por la preciosa experiencia. Felicidades por estos primeros diez años juntos..
Me quedo con renovar mi confianza en su amor que no tardará en manifestarse con su providencia, con su cercanía.
Y será Navidad cada día,