Editorial
La Organización de las Naciones Unidas se valió de la célebre expresión de Mahatma Gandhi para referirse a la propuesta de acción que acompañó la celebración del Día Mundial del Agua el pasado 22 de marzo. Y para graficar la propuesta recurrió a la famosa fábula del colibrí, surgida del pueblo quechua, en Perú:
“Cierto día se declaró un incendio en el bosque y todos los animales huyeron despavoridos. Sin embargo, tras ponerse a salvo, se quedaron pasmados contemplando las llamas, sumidos en el terror y la tristeza.
Por encima de sus cabezas, un colibrí iba y venía del fuego, una y otra vez. Los animales más grandes preguntaron al colibrí qué estaba haciendo.
–Vuelo al lago por agua para ayudar a apagar las llamas.
Los animales se echaron a reír y exclamaron:
–¡Tú solo no puedes extinguir el incendio!
–Es cierto –contestó el colibrí–, pero estoy aportando mi granito de arena.”
Sin dudas, la emergencia hídrica a la que está sometida la humanidad nos invita a reflexionar sobre el uso que hacemos de este valioso recurso; en estas páginas encontraremos algunas ideas que nos ayudarán a regular su consumo. La situación también nos permite trazar una analogía con tantas urgencias y carencias que vemos a nuestro alrededor y que podemos estar viviendo en carne propia. ¿Qué podemos hacer?
Muchas veces caemos en las garras del desaliento, sumergidos en cierta desesperanza, observando las diferentes crisis económicas, políticas y sociales que sacuden nuestras sociedades. ¿Hay algo que yo pueda hacer ante estos escenarios?
“Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene”. Ese dicho que tantas veces hemos oído también nos interpela frente a la posibilidad, siempre, de dar lo que somos. Aquello que cada uno es, con su originalidad, le pertenece solo a uno y es la mayor riqueza que podemos poner a disposición de los demás.
En una profunda introspección cada uno encontrará cuál es el don que puede poner al servicio del otro, aunque parezca escaso ante los ojos del mundo. Sin embargo, es único. Por eso en este tiempo en el que estamos llamados a tener “ojos de Pascua, capaces de mirar desde la muerte a la vida, desde la culpa hasta el perdón, desde la división hasta la unidad, desde la llaga hasta el esplendor, desde el hombre hasta Dios, desde Dios hasta el hombre, desde el yo hasta el tú”1, todos podemos hacer y ser como el colibrí: ofrecer nuestro vaso de agua a una humanidad tantas veces sedienta de valores auténticos, para seguir haciendo germinar brotes de un mundo más fraterno •
Hemmerle, K. (1998). La luce dentro le cose. Roma: Città Nuova, p. 110.
Aportando mi granito de arena, como el colibrí en éste momento de cambio organizacional, Luigino Bruni con las reflexiones en sus tres últimos libros editados por ustedes, me permite un discernimiento en el cual puedo orientarme en la incertidumbre que todos vivimos, encontrando lo fundamental que nos une . Gracias por su trabajo