Marina Salmenton (Uruguay)
Estoy en proceso de recuperación de una situación importante de salud. Siempre me sentí llamada al servicio, a la ayuda de los más frágiles; aunque desde hace un tiempo estoy limitada, no puedo hacer fuerzas y tuve que dejar de ir a trabajar en la olla comunitaria de mi parroquia. Por momentos me siento en una etapa inactiva, parece que ya no puedo ser “cuidadora”. Pero Jesús quiere que yo siga amando y es impresionante cómo siempre salen cosas nuevas.
Al no poder hacer el plato caliente para los que están en situación de calle, me pregunté: “¿Cómo estarán sus pies y sus cabezas? ¡Me pondré a tejer para ellos!”. Hice nueve gorros y se los di a los que reparten la comida. Luego me di cuenta de que no lograría hacer 50. Entonces, se me ocurrió pedirle a mi hija ir juntas a un barrio donde venden al por mayor y ver si podía llegar con el dinero que tenía para comprar algo para ellos. Fuimos juntas a buscar la forma de ayudar. Fue una experiencia lindísima constatar que el Evangelio se cumple. Yo hice mi parte y el Señor nos sorprendió con abundancia. Sentí la Providencia y volví con 50 gorros y 50 medias térmicas para Jesús, presente en esas personas. ¡Volvimos felices!
Al otro día, mi hija le contó a una compañera de trabajo lo que habíamos hecho y ella quiso donar varios buzos nuevos de hombre para los que salen a ayudar. De este modo, comprobamos nuevamente que la Providencia Divina aparece cuando estamos dispuestos a dar por amor.
Qué experiencia tan bella!! la multiplicación de los panes es real y concreta hoy. El amor es creativo y contagioso!!!
Hermosa experiencia que nos enseña mucho: poner en práctica el amor con actos concretos atrae la Providencia.
Tal cual. Como un «efecto dominó». Cuando vemos a alguien haciendo eso que tanto anhelamos hacer nosotros mismos nos contagia ese entusiasmo nacido de un auténtico amor por el projimo🤗
campeona total! gracias!