Atractivos de un carisma
Por Sonia Vargas Andrae (Bolivia)
Son dos las puntualizaciones que nos pueden ayudar a comprender la profundidad de este texto de Chiara Lubich.
Primero, considerar que siempre su punto de partida es desde lo mínimo, lo simple. De lo particular a lo universal. De lo pequeño a lo grande, como la lógica de Jesús en el Evangelio: “El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho” (Lc 16, 10). El ideal de Chiara es la construcción de un mundo nuevo, de una humanidad nueva, partiendo de un hombre nuevo. Por este motivo la paz del mundo comienza con la paz en el corazón de cada hombre.
Segundo, la unidad de los opuestos. En la lógica mística de Chiara, los opuestos confluyen en el kairos (palabra griega que significa “el momento preciso, exacto, puntual”) del Abandono, por lo tanto, Jesús Abandonado es el conflicto y es la paz. Porque Él, “siendo conflicto” -como expresaba Chiara- por la ausencia de unidad con el Padre, nos dona la paz.
La verdadera paz no es ausencia de conflicto. Por eso el constructor de paz no puede negar ni dejar escondidos “los focos interiores de tensión”; reconociendo en ellos el rostro de Jesús Abandono, que ha redimido todo conflicto, encuentra la fortaleza para vivir en la paz y por la paz.
“(…) Jesús dice: ‘bienaventurados los constructores de paz’. Hoy, con todas estas tensiones, con la guerra que se han desencadenado, hay tensiones entre el Este y el Oeste, tensiones entre razas, en algunos países entre ricos y pobres, todas estas tensiones y el terrorismo, y esto y lo otro y nosotros tenemos que ser constructores de paz. ¿Por qué, por dónde tenemos que empezar? Por nosotros, por nosotros.
Cuando dentro sentimos algo que nos turba, tenemos que poner paz en nuestro interior, pues no sabemos las consecuencias, somos ya un foco de tensión si dejamos que estalle ese algo que hay dentro de nosotros; y después en nuestras familias, en las oficinas, en las escuelas: constructores de paz, llevar la paz, porque tampoco se sabe el efecto que hace este modo de actuar nuestro.
Es como cuando se echa una piedra en el agua: no se sabe el efecto benéfico, quién sabe lo que habría sucedido si no hubiésemos hecho así, actuado como constructores de paz.”
Chiara Lubich al Congreso Eucarístico Diocesano: Frascati, Italia, 2 de mayo de 1982.


