Las palabras de León XIV a los trabajadores de los medios de comunicación reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano: “Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de manera coherente con nuestra dignidad humana”.
Por Giulio Meazzini* (Italia)
«Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la tierra”. Así se dirigió el papa León a los trabajadores de los medios de comunicación, reunidos en el Vaticano para escuchar sus palabras, repletas de citas del papa Francisco. Llegado puntualmente a las 11 de la mañana a la Sala Nervi, primero les dio las gracias en inglés entre estruendosos aplausos de bienvenida. Luego continuó en italiano, mientras la traducción al inglés de su (breve) discurso se desplazaba por los monitores laterales.
Pocos conceptos, pero claros: “’Bienaventurados los pacificadores’ (Mt 5,9). Es una bienaventuranza que nos interpela a todos y les concierne de cerca […] La comunicación, de hecho, no es sólo transmisión de información, sino creación de una cultura, de entornos humanos y digitales que se convierten en espacios de diálogo y confrontación. […] Desarmemos la comunicación de todo prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de agresiones. […] Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de manera coherente con nuestra dignidad humana”.
El discurso fue interrumpido por fuertes aplausos, sobre todo cuando afirmó que “no necesitamos una comunicación atronadora y musculosa, sino una comunicación capaz de escuchar, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz”. O cuando pidió la liberación de los periodistas encarcelados: “La Iglesia reconoce en estos testigos -pienso en los que informan sobre la guerra incluso a costa de su vida- el coraje de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres”.
Es un papa con un estilo sobrio, informado, atento, agradecido. “Gracias, queridos amigos, por vuestro servicio a la verdad. Han estado en Roma estas semanas para contar la Iglesia, su variedad y, al mismo tiempo, su unidad. […] La Iglesia debe aceptar el desafío del tiempo y, del mismo modo, no puede haber comunicación y periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda San Agustín, que dijo: ‘Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos el tiempo’” (Discurso 311).
Volvió a insistir en un punto que, en pocos días de pontificado, ya había mencionado varias veces: “Pienso, en particular, en la inteligencia artificial con sus inmensas potencialidades, que requieren, sin embargo, responsabilidad y discernimiento para orientar los instrumentos al bien de todos, de modo que puedan producir beneficios para la humanidad. Y esta responsabilidad concierne a todos, en proporción a la edad y a los roles sociales”. ¡Quién sabe si nos regalará una encíclica sobre el desafío tecnológico de nuestro tiempo!
Debo decir que me gusta este papa. Me parece la persona adecuada tras los intensos e inolvidables años de Francisco. En los días que siguieron a su muerte, oí a mucha gente triste, tanto personas creyentes como sin referencias religiosas. Como si hubiera fallecido un amigo. Todavía más: como si hubiera muerto la única voz sincera que quedaba del lado de los últimos, de la justicia y de la verdad. La única luz de esperanza en medio de las guerras y el egoísmo.
Cuando resonó el habemus papam, vi a tanta gente corriendo hacia la plaza de San Pedro. Corriendo en sentido concreto por la Via della Conciliazione, pero también en sentido figurado, volviéndose de toda la tierra hacia Roma, nunca como antes el centro del mundo. Tantos ancianos, pero también tantos jóvenes, huérfanos de una esperanza de futuro.
Entonces llegó el papa León XIV, que enseguida pronunció las palabras justas que el mundo quería oír: paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante, Cristo resucitado buen pastor, el mal no prevalecerá, puentes, diálogo, Francisco, unidos de la mano de Dios y de los demás, Iglesia misionera de brazos abiertos para acoger a todos, María…
Las personas más humildes están ahora contentas, saben que no están solas. Sobre la figura del papa León se ha dicho y escrito ya en estos días un aluvión de palabras, más o menos acertadas. Me gustaría concluir este pequeño testimonio mío con una frase poco citada que, en mi opinión, dice más que muchas palabras sobre quién es este hombre que en los próximos años sostendrá la cruz de Pedro en un mundo lleno de trombones, autócratas, tecnócratas y dictadores que se sienten importantes y poderosos.
Una frase que insinúa el estilo del papa Prevost: “Desaparecer para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastarse al máximo para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y amarlo” •
*Director de la revista Città Nuova.
Artículo publicado en www.cittanuova.it




Lo que más me gustó es la invitación a desarmar la palabra. Me parece supervalido para los que están en el ámbito de la comunicación, pero también lá comunicación del día a día de toda persona humana.