Del 30 de octubre al 2 de noviembre, Roma se convirtió en el epicentro de la reflexión sobre la educación católica.
Por Neva Cifuentes (Chile)
Miles de estudiantes, docentes y responsables de instituciones académicas peregrinaron para renovar su compromiso con una educación que forme personas íntegras, capaces de transformar la sociedad. El papa León XIV, en sus discursos y homilías, delineó un horizonte claro: educar es levantar al otro, abrirle caminos de esperanza y sentido.
Una mirada que sana y eleva
En la homilía dirigida a las universidades pontificias, en los días previos al Jubileo, el Santo Padre evocó la imagen evangélica de la mujer encorvada: “El gesto de quien educa es poner de pie al otro, ayudarlo a ser él mismo y a madurar un pensamiento crítico y autónomo”. La educación, afirmó, no puede reducirse a acumular datos, sino que debe sanar los “encorvamientos” que nos impiden mirar más allá de nosotros mismos. Estudiar es elevarse, ampliar horizontes y recuperar una mirada que no se fija sólo en lo inmediato, sino que apunta hacia Dios, hacia los demás y hacia el misterio de la vida.
“Quien estudia se eleva”, dijo el Papa, invitando a superar la pereza intelectual y la atrofia espiritual. La verdadera educación integra saber y vida, evitando que el conocimiento se convierta en un ejercicio abstracto. “La Iglesia necesita una mirada integradora”, insistió, recordando el ejemplo de santos como Agustín, Tomás de Aquino, Teresa de Ávila y Edith Stein, que supieron unir investigación y espiritualidad.
Jóvenes: protagonistas de una nueva etapa educativa
En el encuentro con los jóvenes, León XIV los animó a vivir con audacia: “No se conformen con lo pasajero, sueñen más, miren hacia lo alto”. Retomando el legado del Pacto Educativo Global, promovido por papa Francisco, los invitó a ser protagonistas de una nueva etapa educativa, afrontando tres grandes retos:
• Educación de la vida interior, para responder al vacío existencial con silencio, escucha y oración. “Podemos saber mucho del mundo e ignorar nuestro corazón”, advirtió, evocando la experiencia de san Agustín: “Mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
• Educación digital, que humanice la tecnología y la convierta en espacio de fraternidad, evitando que “el algoritmo escriba nuestra historia”. El Papa citó el ejemplo de san Carlo Acutis, quien transformó la red en instrumento de evangelización.
• Educación para la paz, capaz de “desarmar los corazones” y promover igualdad, sin exclusiones. “No basta con silenciar las armas, es necesario desarmar los corazones”, señaló, invitando a los jóvenes a ser agentes de paz en la familia, la escuela y la sociedad.
Educadores: interioridad, unidad, amor y alegría
A los educadores, el Papa propuso cuatro pilares inspirados en san Agustín: interioridad, unidad, amor y alegría. “Compartir conocimiento no basta para enseñar; se necesita amor”, subrayó, alertando sobre el riesgo de una educación fría y tecnocrática. La verdadera enseñanza, dijo, es “un acto de caridad que pasa por el alfabeto del estudio”.
La interioridad, recordó, es clave en un mundo dominado por pantallas: “El verdadero Maestro está dentro”. La unidad, por su parte, exige salir de sí mismo y trabajar juntos, actualizando el espíritu del Pacto Educativo Global. El amor convierte la transmisión del saber en servicio, y la alegría es la llama que funde las almas y despierta sonrisas en el corazón de los discípulos.
Newman, Doctor de la Iglesia y compatrono de la educación
El Jubileo culminó con la proclamación de san John Henry Newman como Doctor de la Iglesia y compatrono de la educación, junto a santo Tomás de Aquino. León XIV destacó que las escuelas y universidades deben ser “laboratorios de esperanza”, donde se formen personas capaces de brillar “como haces de luz en el mundo” (cf. Flp 2,15). Newman, recordó, enseñó que cada persona tiene una misión única: “Dios me ha creado para hacerle algún servicio definido”.
En la homilía de Todos los Santos, el Papa invitó a contemplar las Bienaventuranzas como el camino educativo por excelencia: “Jesús no es uno entre tantos maestros, sino el Maestro por excelencia”. La educación cristiana, afirmó, ayuda a descubrir la vocación a la santidad: “Nada menos”.
Educar para la esperanza
En un tiempo marcado por incertidumbres, León XIV nos invita a mirar más allá: “La educación es un telescopio que permite descubrir lo que por sí solos no veríamos”. Que este Jubileo renueve el compromiso de todos por una educación que forme corazones abiertos, mentes críticas y testigos de la esperanza, capaces de construir una civilización del diálogo y la paz.
“Desarmemos las falsas razones de la resignación y difundamos las grandes razones de la esperanza”, concluyó el Papa, confiando a la Virgen María, Trono de la Sabiduría, el camino educativo de la Iglesia



