Entre lo digital y lo analógico – La tecnología cambió definitivamente la forma en que nos comunicamos. ¿Cómo se modificó el oficio del cartero? ¿Y el de un telefonista? Ciudad Nueva conversó con dos personas que llevaban adelante esas tareas, que décadas atrás cumplían un rol fundamental para conectar a la sociedad.
por Pablo Herrera Navarro (Chile)
Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, y en esta era moderna que atravesamos, en donde la tecnología nos acerca cada día más, todavía existen los románticos que añoran sus tiempos de juventud. Hoy en día, basta escribir desde la computadora, el celular u otros nuevos aparatos (tablets, notebooks) para establecer una comunicación de manera instantánea.
Ciudad Nueva conversó con dos personas que ejercían oficios que actualmente han caído considerablemente en desuso, debido a estas nuevas formas de comunicación rápidas y efectivas. Una automatización de las comunicaciones, que produce que algunos trabajos se hayan vuelto prescindibles casi por completo.
Mario Baeza atiende una librería de la que es dueño. Además, presta servicios para Correos de Chile. Y fue cartero, una tarea casi extinta. Para él, sin duda, “el oficio de cartero ha cambiado”, ya que “antes existía el servicio de carta por correspondencia, cuando las personas escribían, ya sea de puño y letra o con máquina de escribir. Así, enviaban sus cartas”.
Ahora, Mario hace servicio de encomienda, cobros de casas comerciales u otras correspondencias. “Con las nuevas tecnologías se ha perdido la magia de antes, como sucedía con el Día de la Madre o la Navidad, donde se enviaban lindas tarjetas. A mí me tocaba entregarlas y podía ver la emoción de las personas cuando les llegaba una carta de algún familiar o prometido”, dice Mario.
Si bien asegura que le ha costado acostumbrarse a las nuevas formas de comunicarse, agradece que sus hijos hayan tenido paciencia para no dejarlo atrás y lo hayan alfabetizado en el mundo de las nuevas tecnologías. Y aunque considera que la inmediatez de hoy para expresar algo es una ventaja, también le ve su lado negativo: “Le pides a un joven que desarrolle una idea, que exprese algo escrito, y la mayoría deja mucho que desear. Es decepcionante, a veces, revisar el WhatsApp y ver las faltas de ortografía que existen”.
A Mario no le quedó opción, debió reinventarse. Era eso o quedarse atrás. No solo a nivel personal, sino también laboral. Aun así, no todo tuvo solución, y asistió a un lento proceso por el cual algunas de sus tareas se han vuelto prescindibles. No solo con las cartas, sino también con la librería que atiende. Allí, Mario tenía una sección en la que arrendaba películas, un servicio totalmente desplazado por el auge de las plataformas de streaming.
Con nostalgia, recuerda cuando la clientela llegaba a su negocio a buscar un film. Él no era únicamente vendedor. Hacía las veces, también, de especialista, y ofrecía soluciones a los cinéfilos que pedían recomendaciones. “Venían familias, niños con sus amigos, jóvenes con sus parejas, y me pedían recomendaciones, así que para estar atento a la clientela tenía que ver la mayoría de los títulos que teníamos disponibles”, repasa sobre aquellas épocas, y admite que dentro del espectro cinematográfico había un rubro que no fallaba: las películas de Disney. “Sobre todo con El Rey León. Tuve que pedir varias copias y fue un éxito”, comenta.
El de Mario no es el único rubro que vive y ha vivido fuertes transformaciones a partir del desarrollo tecnológico. Se transformaron rubros cuya existencia fue, en algún momento, fundamental para una sociedad que caminaba hacia la globalización. Como el oficio del telefonista, por ejemplo.
O la telefonista, mejor dicho, porque Vilma Lagos supo ser una de las personas más importantes de la pequeña comuna de La Estrella, en la zona central de Chile. En ese entonces, el local de Vilma era el único que tenía un teléfono en toda la zona, y los vecinos necesitaban de ella para comunicarse a distancias lejanas. “En esos tiempos era la forma de comunicación más rápida”, cuenta la mujer, y su observación es un paradójico contraste con la instantaneidad actual que ofrece un celular.
Pero un celular no hubiese permitido, por ejemplo, que la ex telefonista se hiciera amiga de una vecina de La Estrella, que llevó una relación a distancia con su novio de los Estados Unidos durante un año. Una relación que funcionaba gracias al teléfono de Vilma. Tal es así que, cuando ambos jóvenes se casaron, Vilma tuvo la gracia de ser la madrina del matrimonio.
“En algunas oportunidades había usuarios que estaban más de una hora charlando, lo que generaba desesperación en los otros clientes, pero debían esperar, ya que era la única forma”, recuerda la mujer, que también supo trabajar como mensajera. Un Whatsapp analógico, podría decirse, al que le tocaba “llevar buenas y malas noticias, como el nacimiento de un hijo o la triste noticia de la muerte de un familiar, donde había que ser fuerte para estar a tono con la información entregada”.
Vilma rememora esas épocas con cariño. “Fueron años muy bonitos”, dice. Pero, aun así, no reniega de la tecnología de hoy en día. En la actualidad, también se ha adaptado a las nuevas plataformas digitales. Una de sus hijas la ayuda y su red social favorita es Facebook, donde se ha reencontrado con antiguas amistades con las que había perdido contacto.
Primero con la masividad de los equipos de telefonía fija y después con los celulares, las ventas en el local de Vilma cayeron, al punto de tener que transformar su negocio. “La vida cambia. Antes tenía un teléfono en el local, en la actualidad vendo chips de diversas compañías para los teléfonos celulares de mis clientes”, explica.
Al respecto, el sociólogo Gabriel Sepúlveda traduce la realidad actual que vivimos, atravesada completamente por la tecnología. “Las comunicaciones son una caja de sorpresas”, dice Sepúlveda. “La tecnología nos irá sorprendiendo cada vez más”. Como ejemplo, toma los medios de comunicación, esos que modificaron por completo la labor de personas como Mario o Vilma. “Le puedes preguntar a varias personas cuándo fue la última vez que escribieron una carta y la enviaron por los organismos estatales, y te sorprenderás con las respuestas. Lo mismo sucede con los teléfonos fijos, a no ser que sea en empresas privadas o públicas, donde sí se ocupan. Las nuevas generaciones ven con asombro esas formas de comunicarnos, tal como nosotros miramos el telégrafo o el fax. Incluso los niños más pequeños vienen con esa dote de conocimiento que a nosotros, los mayores, nos costó incorporar, ya que nos tocó realizar la transición” •
¡Muy buena publicación!. Es un agrado recordar la forma de vivir que existía antes. El cual hace revivir como trabajaban nuestros padres y familiares que más de alguno ya no está.
Si bien, la digitalización es algo positivo para nuestra sociedad, hace perder ese calor humano y la buena comunicación. Como también, experiencias de vida tan enriquecedoras que unen a personas hasta sus últimos días de vida.