A 50 años de la dictadura – Al cumplirse 50 años del Golpe de Estado y disolución del parlamento en Uruguay, el sistema político de este país ofreció una imagen simbólica potente y esperanzadora, al juntar en el Palacio Legislativo al presidente actual con los tres –sobrevivientes– que gobernaron luego de la restauración democrática en 1985. El mensaje fue claro: privilegiar la creencia en la democracia por encima de las diferencias partidarias.
Por Ignacio Amaro (Uruguay)
La dictadura cívico-militar uruguaya fue un período de gobierno autoritario que tuvo lugar en Uruguay y que se extendió desde el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 hasta la recuperación de la democracia el 1 de marzo de 1985. Fue una página oscura en la historia de nuestro país debido a que se produjo una destrucción de la vida democrática uruguaya.
Por eso, el Parlamento realizó una serie de actividades especiales que dejaron una fuerte imagen: la presencia tanto de autoridades del presente, como de la línea sucesoria de los respectivos gobiernos que pasaron desde el final de la dictadura hasta hoy.
El acto, que se llevó a cabo en el Palacio Legislativo, dejó escenas destacadas como la de la ex vicepresidenta Lucía Topolansky, los expresidentes José Mujica, Luis Alberto Lacalle, Julio María Sanguinetti y al actual presidente de la República, Luis Lacalle Pou, sentados juntos.
Vivimos en un mundo dividido social y políticamente, lo cual es complejo y preocupante. Esta división no solo se manifiesta en las diferencias económicas, culturales y religiosas, sino también en la polarización de las ideologías políticas.
Cuando las ideologías se ubican en los extremos, con un gran campo de distancia entre ambos, es difícil encontrar puntos en común y llegar a consensos para abordar los desafíos comunes que enfrenta la sociedad. La falta de diálogo y cooperación política puede conducir a la inacción y al estancamiento en la solución de problemas cruciales.
Para superar estas divisiones, es necesario promover el diálogo respetuoso, la escucha activa y la empatía hacia los demás. Es fundamental trabajar en la educación y la sensibilización para fomentar la comprensión mutua y apreciar la riqueza de nuestras diferencias.
Por eso es importante destacar las instancias como las vividas el 27 de junio en el Parlamento uruguayo. Allí, los líderes políticos, independientemente de cuál sea su color, intención o inclinación, mostraron una faceta madura y mostraron un ejemplo de unidad más allá de las diferencias, con la idea de “democracia” como denominador común.
El diálogo no solo implica hablar, sino también escuchar y comprender las distintas perspectivas de los demás. Por ende, significa mucho que personas con ideologías totalmente diversas se reúnan por una causa común: colaborar a la reconciliación de nuestro pueblo y a seguir consolidando la democracia que entre todos construimos.
La recuperación de la democracia en los años sucesivos a la dictadura dio lugar a que nuestro país sea reconocido como el mayor de Latinoamérica con “democracia plena”. Es algo que sin dudas debemos valorar porque no siempre fue así, pero todavía queda camino por recorrer, debido a que hay heridas que no cierran y se debe trabajar para sanarlas.
Estamos de acuerdo en que los conflictos son inevitables en cualquier comunidad. Sin embargo, lo importante es saber afrontar estas situaciones para poder resolverlas. El diálogo ofrece una vía pacífica y constructiva para su resolución al proporcionar un espacio seguro para expresar preocupaciones y diferencias. En el caso de nuestro país, fue importante poner el interés común para el recuerdo de esta causa trascendente y dolorosa por encima de las agendas partidistas, y buscar soluciones pragmáticas para construir una sociedad unida y mejor.
Cuando las personas se sienten escuchadas y valoradas, se establece un clima de confianza y respeto mutuo. Al facilitar la comunicación constructiva, se fortalecen los lazos sociales y se crea un sentido de pertenencia y, como consecuencia, un acercamiento con la sociedad.
Esto genera la construcción de una identidad común. A través de la comunicación abierta, se pueden compartir historias, valores, tradiciones y aspiraciones. El diálogo permite a los miembros de la comunidad reconocer su patrimonio cultural y su historia compartida, fortaleciendo así el sentido de pertenencia y la solidaridad.
Todo este ecosistema de conceptos y valores que se relaciona al diálogo, lo podemos observar en el acto por la conmemoración de los 50 años de la dictadura. Puertas adentro, todos los líderes políticos sentados en la misma mesa. Puertas afuera, la sociedad reunida reflexionando sobre la causa. El importante foco de esta instancia es que todos, independiente sea su clase social e ideología política, comparten el sentimiento de ser uruguayos. Como comunidad, tienen el deseo y el deber de trabajar para que no se repitan los errores del pasado, para de esta forma construir un Uruguay mejor. Un Uruguay de todos •