Capítulo 3 – Continuamos con esta nueva sección en nuestra Revista, con preguntas que hacemos a Alessandra -por muchos conocida como Ala-, una amiga del diálogo con personas de diversas convicciones. Ella es psicóloga de profesión, madre y abuela.
Por Claudio Larrique (Uruguay)
¿Cómo hacer para que sea el amor el que guíe nuestra jornada?
Si descubres o redescubres el amor verdadero, el que realmente importa, toma inmediatamente la resolución de que vive en ti y a través de ti en cada momento. Quizás lo descubriste en un momento o lugar determinado y te parece que cuando llegas a casa, en la vida cotidiana nada podrá impedirte llevar adelante la nueva vida que sientes latir en tu interior.
Te enfrentarás a la realidad cotidiana, también te sentirás solo. Pero sigue con tu renovado descubrimiento a pesar de los mil obstáculos que se presentarán ante ti o de los miedos que volverán.
Si cambias tu forma de hacer las cosas, probablemente alguien volverá a hacerte daño y volverás a sentirte solo.
Y si te sientes solo, busca a alguien que comparta ese sentimiento contigo, lleguen a un acuerdo, mirándose a los ojos sin velos, y allí encontrarás la fuerza para seguir amando, descubrirás nuevamente la belleza de la vida vivida así.
Por supuesto que no siempre será fácil, pero luego detente, pide ayuda a quienes caminan contigo, cuídate.
Todavía tomados de la mano y juntos comiencen nuevamente el viaje.
Pero seguramente tendré que “re-sanar” las incomprensiones…
Tengo que empezar por mí mismo: curar los malentendidos, curar las heridas. Si no lo hago yo mismo, no puedo tener éxito en hacerlo con otros. Es necesario que me conozca lo más profundamente posible, para tener el coraje de sanar en mí los malentendidos, para sanar las heridas.
Creo que es más difícil hacerlo con uno mismo que con los demás. Para mí así es.
Pero si no trabajo seriamente para alcanzar esta relación pacífica y tranquila conmigo mismo, no lo lograré.
Puedo engañarme a mí mismo pensando que puedo hacerlo con otros. Así que tengo que trabajar en dos frentes al mismo tiempo: dentro de mí mismo, para entender qué me mueve, qué genera en mí emociones y actitudes tan contrastantes; y fuera de mí para entrar en el otro, para comprender, para sanar, para curar.
Y además poner de relieve lo positivo del otro.
En el mundo actual parece casi imposible resaltar lo positivo de los demás. Vivimos en una sociedad donde muchas veces el hombre, para no ser aplastado, aplasta. Parece que todo lo que nos damos es algo que nos quitamos a nosotros mismos.
Necesitamos mirarnos un momento al espejo y preguntarnos de dónde venimos, qué camino hemos tomado.
Si con asombro y maravilla descubro que soy parte del cosmos y que tengo mis cualidades y dones, no puedo evitar recordar que lo mismo sucede al otro que vive a mi lado. Luego, lentamente, con delicadeza y entrando de puntillas en el otro, encontrar la puerta que le abre el corazón, y contemplar con asombro los dones únicos que posee.
Así cada día podré descubrir un poquito más las maravillas que tiene en su corazón •



