Sínodo 2021-2024 – Dos experiencias de este proceso de sinodalidad, contadas por Noemí y Vanessa, nos muestran cómo este camino que propone el Sínodo resulta totalmente innovador en la Iglesia. Desde la inclusión y participación activa hasta el trabajo conjunto entre culturas y lenguas diversas. Ambos relatos reflejan la renovación que está viviendo la Iglesia. Un trayecto continuo que no busca llegar a un destino final, sino seguir creciendo y adaptándose a los desafíos del presente.
Por Neva Cifuentes (Chile)
La sinodalidad en la Iglesia Católica ha sido un tema central en los últimos años, marcando un camino de gracia, conversión y transformación. En este artículo, compartimos dos experiencias de quienes han vivido este proceso desde perspectivas únicas: Noemí Sánches, paraguaya, colaboradora de la Secretaría General del Sínodo, y Vanessa Cheng, china, focolarina y delegada de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia. Ambas nos invitan a descubrir cómo el Espíritu Santo ha guiado este camino de comunión, participación y misión.
En el saludo final a la conclusión de la segunda sesión del Sínodo de la sinodalidad, el pasado 26 de octubre, el papa Francisco dice: “Con el Documento final hemos recogido el fruto de años, tres por lo menos, en los cuales nos hemos puesto a la escucha del Pueblo de Dios para comprender mejor cómo ser ´Iglesia sinodal´ en el tiempo presente”. Y agrega que el Documento es un regalo para todo el Pueblo de Dios, en la variedad de sus expresiones. El texto, sin el testimonio de la experiencia realizada, perdería mucho de su valor. Lo que hemos vivido es un regalo que no podemos guardar sólo para nosotros. El impulso que proviene de esta experiencia, de la cual el Documento es un reflejo, nos da la valentía de testimoniar que es posible caminar juntos en la diversidad.
Resulta significativo que el Papa anunciara su intención de “no publicar” una Exhortación Apostólica Postsinodal, porque en el Documento “hay ya indicaciones muy concretas que pueden ser una guía para la misión de las Iglesias locales”, y por eso lo pone a “disposición de todos”. Al entregárselo al santo Pueblo de Dios, dice, quiere “reconocer el valor del camino sinodal realizado”.
Tras las bambalinas: la experiencia de Noemí
Desde su lugar “detrás de las bambalinas”, Noemí describe el trabajo del Sínodo como intenso y emocionante, lleno de sorpresas y cambios constantes. Una dinámica que refleja su carácter vivo y “en obras” del Espíritu Santo. Incluso las tareas logísticas se convirtieron en auténticas oportunidades de gracia. Noemí recuerda momentos de incertidumbre al traducir discursos teológicos complejos, solo para recibir inesperados agradecimientos de quienes valoraban su claridad.
Más allá del trabajo técnico, Noemí vivió el Sínodo como un evento transformador, donde incluso los gestos más pequeños, como chocolates ofrecidos por los participantes, testificaban el espíritu de una Iglesia que reconoce el valor de cada miembro.
Sin embargo, su historia con la sinodalidad comienza antes, en el pre-sínodo de los jóvenes de 2018, convocado por el papa Francisco, donde participó en representación del Movimiento de los Focolares. Este evento reunió a más de 300 jóvenes de diversas creencias y realidades eclesiales para dialogar abiertamente sobre su relación con la Iglesia. Noemí recuerda con emoción cómo el Papa les pidió hablar “sin maquillaje” y con franqueza, abriéndose a una experiencia intergeneracional de comunión eclesial.
El pre-sínodo fue un momento histórico que marcó el inicio de un nuevo estilo sinodal. Muchas de las peticiones de los jóvenes, como su participación en el Sínodo de los Obispos, fueron escuchadas e integradas. Para Noemí, este evento fue una semilla que, años después, germinó en el actual camino sinodal. La esperanza que experimentó entonces cobra vida hoy, confirmando que el Espíritu Santo guía este proceso con una fuerza silenciosa pero decisiva.
El método de trabajo: caminos hacia el consenso
El Sínodo de 2024 introdujo cambios significativos en su metodología, reflejo de su naturaleza viva e inclusiva. Las preguntas para discernir no fueron predefinidas, sino que se formularon y votaron por la asamblea, garantizando que surgieran de las inquietudes reales de los participantes. El trabajo se organizó en módulos temáticos (fundamentos, relaciones, itinerarios y lugares) con mesas lingüísticas asistidas por teólogos, lo que permitió alcanzar consensos más sólidos en puntos clave.
Además, se redujo el número de grupos por participante, favoreciendo interacciones más profundas, y se diversificaron las lenguas utilizadas en las discusiones. Este enfoque no solo promovió la inclusión, sino que enriqueció los debates al incorporar perspectivas culturales y pastorales diversas. La metodología no solo produjo informes más ricos, sino que modeló en sí misma lo que significa una Iglesia sinodal: caminar juntos, escuchar y discernir con apertura al Espíritu Santo.
En el aula sinodal: reflexiones de Vanessa
Por su parte, Vanessa vivió el Sínodo 2024 desde el corazón de las discusiones. Su relato está impregnado de una profunda gratitud y transformación espiritual. Las modificaciones metodológicas del Sínodo (como la diversificación de grupos lingüísticos y el enfoque colaborativo en la formulación de preguntas) favorecieron una mayor riqueza en los debates y una inclusión real. Vanessa destaca cómo estas dinámicas rompieron barreras y fomentaron un intercambio más profundo, reflejo de una Iglesia verdaderamente universal.
Un momento crucial fue el retiro espiritual inicial, que permitió a los participantes presentarse ante Dios “como niños”, desarmados y abiertos al Espíritu Santo. Vanessa también subraya cómo el Sínodo manifiesta la armonía del Cuerpo Místico de Cristo: obispos, laicos, religiosos y religiosas trabajando juntos, sin jerarquías que limiten el diálogo.
Un futuro sinodal e irreversible
Ambas experiencias convergen en un mensaje claro: la sinodalidad no es un punto de llegada, sino un proceso continuo. Para Noemí, se trata de una Iglesia que reconoce y valora a todos sus miembros. Para Vanessa, implica abrazar la diversidad de realidades eclesiales como un don y un desafío. Ambas testimonian que el Espíritu Santo está renovando la Iglesia, escribiendo una nueva página en su historia.
Como dijo el papa Francisco, “la Iglesia no puede permanecer detenida”. Este llamado resuena con fuerza en las vidas de Noemí y Vanessa, quienes nos inspiran a caminar juntos, con esperanza, hacia una Iglesia más inclusiva, cercana y fiel al Evangelio •
excelente