Capítulo 6 – Los “Amigos del Diálogo”, de diversas convicciones religiosas y no religiosas, compartimos las reflexiones de Alessandra (Ala), pues son sencillas pero profundas. Tanto se extienden sus palabras que sabemos que hay muchísimos grupos y modos de difusión, entre los cuales –hemos sabido últimamente– se cuenta un programa de radio en la ciudad argentina de Neuquén.
Por Alessandra (Italia) y Claudio Larrique (Uruguay)
Me parece que tenemos que incrementar la hospitalidad, el abrazar al otro.
Ser acogedores. Recoger. Me pregunto si en un momento difícil yo quisiera ser “contenida” o recogida. Recibir o contener al otro significa que yo tenga la capacidad, además de la voluntad, de llegar hasta el otro y golpear a su puerta. Recoger, en cambio, me hace pensar en alguien que sale de su casa y me pasa a buscar, me encuentra en un momento de oscuridad, me ayuda a levantarme y, lentamente, con calma, me acompaña a su casa. Allí está la diferencia. Recoger quiere decir que no me limito a esperar que alguien golpee a mi puerta, sino que yo me pongo en viaje hacia el otro, un viaje que parte de lo profundo del alma para buscar al otro, sus heridas, y curarlas. Sólo puedo hacerlo si “soy libre de mí misma”, lo más posible en ese momento. Es una espiral positiva, por así llamarla. Yo he sido “recogida”, y estoy aprendiendo también a “recogerme”.
Tengo que ser capaz de entrar en mí, conocerme, quererme en serio, para encontrar la “libertad de mí misma”. Y mientras hago esto momento por momento, busco recibir al otro. Pero sobre todo “recoger” al otro. Así el otro aprenderá lo hermoso de ser “recogido”, aprenderá a recoger a otros también. Piensa en lo que harías si encontraras un pajarillo que se ha caído del nido: lo recoges, lo nutres hasta el momento en el que estará en condiciones de volar libremente. En ese momento, entonces, lo dejas marchar y, asombrada, observas con amor un vuelo libre.
Hacer de nuestra vida un regalo, un don.
Esto es lo más bello y, creo, lo más difícil en algunos casos. ¿Por qué en algunos casos? Ante todo, porque a veces nos parece que no tenemos nada positivo, porque tal vez para nosotros ese es un momento difícil y las cosas no marchan bien. Puede ser que donar eso sea en realidad pedir, y en parte es verdad, porque ese don es búsqueda de ayuda y apoyo. Pero creo que el verdadero don empieza justamente allí, porque es desnudar el alma de tantas máscaras, de tantas cosas falsas, porque nos vemos dando lo más íntimo que tenemos. Y donar quitando velos, los muros que por protección nos hemos construido a nuestro alrededor, creo que es el primer paso para luego llegar al don total de sí mismo. Es ante todo un camino del alma. Alma que se descubre frente a sí misma. ¡Cuánto duele esto! Pero hay que hacerlo. Sin quedar aplastados por ello, aquí el don tiene fundamental importancia. El don de esta parte de mí al otro me permite verme con ojos que no son los míos. Cuando la relación es franca, plena, libre, los ojos del otro revelan la verdad sobre mí, y entonces veo lo que sola no podría ver. Entonces, lentamente, comprendo, y otras máscaras caen poco a poco. Y allí nace, a veces inconscientemente, el nuevo don: un don que es recibir al otro. Entonces el don se vuelve “recoger” y recibir al otro en mí, permitirle encontrar en mí un puerto seguro y de a poco acompañarlo a sus aguas.
Abrirse, dejarse guiar por el amor.
Muchas veces en nuestra vida se nos pide, por los más variados motivos, que tomemos decisiones importantes por las cuales nuestra historia y la del que vive con nosotros podría cambiar radicalmente. En estos casos, pero también en todas nuestras pequeñas opciones cotidianas, tenemos que escuchar a nuestro corazón. Para comprender realmente tengo que conocer en profundidad mi corazón, mi alma, mi verdadera personalidad. Mientras yo filtre lo que Él dice a través de mis vivencias de años, atraviese prejuicios que no sé reconocer como tales –y eso siempre sucederá, porque tal vez jamás el alma se liberará completamente de heridas o esquemas mentales y prejuicios inconscientes– no podré comprender realmente el alcance efectivo de ir “adonde Él me indica”. En algunos casos podría incluso ir en la dirección opuesta con la certeza de seguirlo a Él. Por ello, es necesario liberarnos poco a poco de tantas máscaras, muros, que en el curso de los años hemos construido a nuestro alrededor, porque filtran el Amor y pueden llevarnos a caminos equivocados. Escuchando mi corazón, mi alma, sólo yo puedo comprender adónde Él me quiere llevar, pero para estar segura de entender bien tengo que crecer, tengo que conquistar mi alma adulta, liberarme de condicionamientos, curar las heridas, abrir los ojos y conocerme profundamente. Partiendo de todo esto, que nunca se alcanza plenamente, pero adonde hay que apuntar día a día, podré entonces escuchar y comprender •


