Inteligencia Artificial – ¿El óptimo desempeño del nuevo algoritmo de procesamiento de contenidos restringe los espacios de la creatividad humana? La frontera entre la Inteligencia Artificial y el ser humano reside, quizás, en la sabiduría.

Por Michele Zanzucchi (Italia)*

El mundo universitario, al que pertenezco un poco de casualidad, está especialmente preocupado por la aparición de un poderoso programa de búsqueda y elaboración de datos culturales (ya sean textos, audios, videos, fotos y lo que se quiera) que permitiría a los estudiantes (pero también a los profesores que redactan sus trabajos obligatorios) preparar artículos, libros, etc., dando solo instrucciones limitadas al algoritmo, que tras una breve (¿y madura?) reflexión te ofrece en bandeja de plata lo que necesitas. Pruebas realizadas por personalidades internacionales de la cultura han dado buenas o incluso excelentes notas a la capacidad de procesamiento del Chat GPT.

Alguien ha planteado la idea de que, en cualquier caso, la imaginación humana nunca podrá ser sustituida por una máquina: lo que yo produzca, las conexiones que establezca entre mi experiencia y el patrimonio cultural que he acumulado, pasando por las emociones, que son los elementos más difíciles de producir por máquinas, sería único e irrepetible. En pocas palabras, cuando intentamos contactarnos a través de un número de teléfono para resolver problemas con un lavarropas, por ejemplo, a través de una persona de carne y hueso, ahora casi siempre nos responde una voz sintética que hace preguntas precisas.

Todo va bien hasta que, por ejemplo, me río, hago un chiste gracioso o me enojo (caso más frecuente): entonces la máquina se descontrola y la llamada pasa a un humano de carne y hueso. Pero ni siquiera esta frontera es ya tan segura: las computadoras, gracias a la enorme capacidad de cálculo que han desarrollado, irán integrando poco a poco todas las posibles reacciones (¿emociones?) de una persona y así aprenderán a reírse cuando yo me río, o a mantener la calma cuando me enojo, etcétera. Y seguramente darán con la solución para mi lavarropas.

La cuestión que se plantea entonces es la del posicionamiento de la frontera de la distinción entre humanos y máquinas gobernadas por la Inteligencia Artificial. ¿Dónde sigo siendo mejor que las máquinas? ¿Será en el lado espiritual? Hay quien sostiene que ahí está la frontera: la máquina nunca podrá producir emociones y comportamientos espirituales. Yo no estaría tan seguro. Incluso nuestros comportamientos y pensamientos espirituales son en cierto modo reproducibles, una vez que comprendemos los mecanismos que los generan. Tarde o temprano, las máquinas serán capaces de reproducir experiencias espirituales y llevarnos a revivirlas. Al menos en teoría.

Lo que me parece, en cambio, es que la frontera entre la Inteligencia Artificial y el ser humano reside, quizás, en la sabiduría. La sabiduría, la que nos permite leer lo que hay debajo de las cosas, la que es capaz de hacer que la mente, el espíritu, las emociones trabajen en sincronía. Sabiduría, la que recoge las huellas de la presencia divina en las cosas y en las personas. Sabiduría, ese patrimonio infinito (difícil de reproducir por las máquinas de guerra calculadoras de las grandes corporaciones del mundo) de la comprensión del sentido de la vida. Hace años, un formato televisivo de gran inteligencia y a su manera profético, presentó una y otra vez durante algunos años a los mismos actores de la vida pública, pero trató de sorprenderlos pidiéndoles que expresaran el “sentido de la vida” para ellos. Creo que ahí es donde podemos trazar la línea.

¿Puede una máquina ser sabia? ¿Puede una máquina tener “sentido de la vida”? Inteligente, sí, puede serlo, pero sabia, no creo. Porque el elemento de autosuperación (de divinidad, de amor, que es la forma y la sustancia de la divinidad cristiana, pero no solo eso) no creo que sea reproducible. Porque no es solo inteligencia de las cosas, sino inteligencia superadora. La máquina nunca podrá amar voluntariamente, gratuitamente, “perdiéndose a sí misma para que el otro viva”. La máquina tal vez pueda decir la verdad, pero cuando la verdad última se convierta en amor, quién sabe, tal vez la Inteligencia Artificial nunca llegue ahí. Pero estamos en el terreno de la especulación. Probablemente otros refutarán estas afirmaciones mías. Debatámoslas •

*El artículo fue publicado originalmente en www.cittanuova.it

Chat GPT y la sabiduría de las cosas
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