Atractivos de un Carisma

Por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)

La genialidad de una mística se encuentra en su centro gravitacional. Para Lubich este centro está en la vida de Jesús, sobre todo en la construcción de sus relaciones. La forma o el estilo de las relaciones son la expresión más genuina de la forma de ser, de estar en la vida. En el texto que presentamos, Chiara evidencia la vida de Jesús como educador:

Pero ¿qué clase de educador fue Jesús?1

En Jesús, como maestro, emergen algunas características importantes.

En primer lugar, da el ejemplo, él mismo encarna su doctrina. No impone cargas que no soporta primero: “Pobre de ustedes también, maestros de la Ley, porque imponen a los demás cargas insoportables, ¡y ustedes ni siquiera mueven un dedo para ayudarles!” (Lc 11,46). Jesús pone en práctica lo que luego pide a los demás.

Mirándolo podemos deducir que la primera forma de educar, también para los padres, no debe tratarse del empeño a instruir o a corregir, sino la de vivir la propia vida con radicalidad cristiana. Los padres deben poner en práctica lo que luego ellos mismos les piden a los niños. ¿Piden sinceridad, compromiso, lealtad, obediencia, caridad hacia los hermanos, castidad, paciencia, perdón? Que los niños puedan observar todas estas cualidades ante todo en ellos. Los niños deben encontrar siempre modelos indiscutibles en sus madres y padres, verdaderos referentes.

Otra característica del modo de educar de Jesús es la de intervenir ayudando a los suyos, concretamente, como cuando calmó la tormenta en el lago (cf. Lc 8,24).

Los padres, que naturalmente ya hacen todo por sus hijos, mucho más podrán hacerlo, y sobre todo mucho mejor, si lo hacen por amor; si aman con la caridad de Dios, la caridad de quienes aman primero, sin esperar nada. Este es un amor que nunca deja indiferente. Jesús da confianza a quienes debe educar, como se deduce de sus palabras a la adúltera: “Ve -dice- y desde ahora no peques más” (Jn 8,11). Él cree en la posibilidad de que esa mujer comience una vida moralmente correcta.

Las palabras de los padres deben siempre animar, estar llenas de esperanza, ser positivas, deben demostrar toda la confianza que tienen en sus hijos.

Jesús, además, deja la libertad y la responsabilidad de decisión, como lo hace cuando se encuentra con el joven rico (cf. Mt 19,16 ss). Nunca hay que imponer las propias ideas, sino ofrecerlas con amor, como expresión de amor. […]

Jesús no duda en corregir incluso con decisión y fuerza, cuando es necesario. Él dice a Pedro que quería hacerle desistir de afrontar su pasión: “¡Aléjate de mí, Satanás! ¡No piensas según Dios, sino según los hombres!» (Mt 16,23).

La corrección también es necesaria. Es parte integral de la educación: “El que ama a su hijo está dispuesto a corregirlo” (Prov 13,24), está escrito en el libro sagrado de los Proverbios. Yahvé, que formó al pueblo judío, como padre y como maestro, los instruyó y los corrigió ¡Ay de ti si no te corriges! ¡Usted será responsable de tal omisión! […]

Por tanto, es deber de los padres corregir. Una advertencia dada con paz, con calma, con desapego, pesa sobre la responsabilidad de los niños que lo recordarán.

1- Lubich C., Uno solo es el Maestro, Congreso La familia y la educación, Castel Gandolfo 1987.

¿Cómo educaba Jesús?
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