Libros
por José María Poirier
María Luque. Buenos Aires, 2022, Editorial Sigilo
Tuve ocasión de estar en la presentación de la primera obra narrativa de la rosarina María Luque, más conocida por sus anteriores trabajos de originales ilustraciones (Casa transparente, Noticias de pintores). Fue a fines de agosto, en la sugerente librería “Céspedes”, de Cecilia Fanti, en el barrio porteño de Colegiales.
María tiene una muy linda sonrisa y se muestra discreta, casi tímida; reconoce que no le gusta exponerse y hablar en público, de manera que fue la editora y dueña de la librería (también escritora: La chica del milagro) quien tuvo a su cargo la presentación del libro y la posterior entrevista a la autora. Ver y escuchar a María Luque completa la imagen que surge del libro, con su voz coloquial.
Supimos que, como se señala en la contratapa: “combina ficción y experiencias personales para realizar un hermoso homenaje a dos de sus grandes amores, la ciudad de Roma y la ópera. Josefina, la protagonista, es una joven musicóloga argentina que gana la beca de sus sueños: una residencia de un mes en Roma para investigar al gran compositor italiano Giacomo Puccini. La residencia está coordinada por Antonio Martinelli, mentor de la Asociación Pucciniana y aclamado director de orquesta, que oficia de maestro de ceremonias en este viaje operístico que emprende Josefina junto a una galería de personajes inolvidables”.
La narración, que se lee con agilidad, establece una candorosa relación con el lector, si este sabe entregarse a las percepciones y detalles que ella refiere en el marco de la Ciudad Eterna, durante un mes de intenso y agobiante calor. Menciona repetidas veces los temores que nacen de su hipocondría, su amor por las recetas de comida, los helados, su idea fija con el agua de las fuentes. Conoceremos sus estudios de la beca, sus compañeros, el teatro de la Ópera, su aprendizaje de la gramática italiana, sus paseos en torno al Tíber, los viajes a Lucca, Florencia y Villa Adriática, los parques que visita, los museos, los cafés… y, sobre todo, su inmenso amor por el genial compositor, Giacomo Puccini (1858-1924) y sus famosas óperas: Manon Lescaut, La Bohème (“Che gelida manina”), Tosca (“O dolci baci, o languide carezze”), Gianni Schicchi (“O mio babbino caro”), Madama Butterfly… y la inconclusa y estupenda Turandot (“Nessun dorma”).
Puccini era un hombre elegante y un gran fumador, apasionado por el automovilismo. Para acercarse a su sello artístico distintivo es necesario considerar las relaciones con las diferentes culturas musicales y teatrales de su tiempo, el peso de Giuseppe Verdi, y la influencia de Richard Wagner y Georges Bizet, por ejemplo. María no esconde su admiración por su música y su estampa.
Así concluye el relato: “Afuera del teatro, había bajado la temperatura. El viento nos volaba la tela de los vestidos. Dimos vueltas por la plaza buscando un tacho de basura, pero todos los contenedores estaban desbordados. Antonio dijo que podíamos apoyar las cajas al lado de la fuente. Iba a ser un gran desayuno para las gaviotas”. Junto a las infinitas bellezas de Roma, ella anota, también, la suciedad y las voraces gaviotas.