Aprendamos juntos a ser padres e hijos – Continuamos nuestro viaje dentro del niño, con los ojos llenos de ternura y luz, poniendo atención sobre su desarrollo afectivo, sus miedos y la figura del padre.

por Ezio Aceti (Italia)

Desarrollo afectivo

El abrazo de la madre, la sonrisa del padre, los abrazos antes de conciliar el sueño y otros pequeños trucos son el alimento afectivo para cada niño porque lo hacen sentir importante, único e irrepetible.

La afectividad se refiere a esa esfera de la persona que la hace capaz de manifestar a los demás sus emociones, sus sentimientos, en definitiva, todo lo que tiene en su corazón.

Estas son, brevemente, las etapas del desarrollo afectivo:

Dimensión simbiótica (0-2 meses): hasta el segundo mes de vida, el bebé piensa que es uno con la madre: durante la fase fetal vive la misma vida que la madre e incluso después del parto se percibe como una unidad con ella.

Primera etapa social: el otro distinto: en el segundo mes de vida, con la aparición de la sonrisa intencional, el niño es capaz de percibir a la madre, sus pechos, como una “cosa distinta de sí mismo”. Es la primera conquista, cuando el niño se percibe a sí mismo como otro diferente de la madre. Es un logro importante, porque el niño comienza a explorar el entorno para percibir las emociones de los hermanos y hermanas, para sentir los olores, observar los colores, etc. Es una explosión sensorial donde el tacto, la vista, el gusto, el olfato y el oído se refinan cada vez más y el niño comienza a vivir el mundo.

Interiorización materna (7-9 meses): desde el séptimo hasta el noveno mes tiene lugar una importante experiencia emocional para el niño, ya que interioriza a la madre, es decir, lleva dentro de sí a la madre y por lo tanto todo su amor, junto con las inseguridades.

En este sentido, es importante que en estos primeros nueve meses la madre pueda estar tranquila. Las leyes del Estado deben favorecer el vínculo con el niño a través de licencias particulares para la madre; de hecho, es interés de todos que la relación sea serena y constructiva, y que el niño pueda interiorizar a una madre tranquila y atenta a sus necesidades.

Esta experiencia hace al niño autónomo en la exploración del mundo circundante (gatea, se aleja caminando hacia una habitación sin ver a su madre, ya que se siente seguro e importante).

La capacidad emocional altruista: a partir del tercer año de vida, el niño comienza a entender que el otro existe, que sus compañeros son diferentes de él y que puede interactuar con ellos. En definitiva, es el descubrimiento del otro no solo distinto, sino con sus necesidades. Ahora está realmente listo para ingresar a la primera comunidad de compañeros: el jardín de infantes.

Miedos

Los niños pequeños son completamente dependientes del adulto, no conocen el mundo y ni siquiera a sí mismos. Todo esto trae miedo, inseguridad, junto con sorpresa, alegría y belleza. El principal temor del niño es ser abandonado por la madre, por el padre, por quienes lo cuidan. También tiene miedo de ser abandonado por “sí mismo”. Tomemos, por ejemplo, el hecho de quedarse dormido, cuando el niño tiene que cerrar los ojos y separarse de sí. Ciertamente es un momento agotador, porque tiene que separarse del mundo para entrar en la noche. Es por eso que muchos niños tienen miedo, por ejemplo, a no despertarse.

Entonces, ¿qué hace el niño? Inventa “el ritual”, que son todas esas pequeñas acciones repetitivas, siempre las mismas, que lo ayudan a familiarizarse consigo mismo, con el mundo y con el miedo. Leer un cuento, oraciones, abrazos, besos de buenas noches, etc., son muy importantes, ya que ayudan al niño a exorcizar el miedo.

Es por eso que muchos niños quieren escuchar siempre el mismo cuento y hacer siempre las mismas cosas. Por supuesto, hay pequeños que logran conciliar el sueño después de estos rituales; otros quieren dormir en la cama de mamá y papá y luego ser llevados a su propia cama, más tarde; otros luchan y quieren dormir toda la noche con su madre. Los padres no deben preocuparse y no deben culpar al niño. Verán que, con el tiempo, con la experiencia, generalmente alrededor de los cinco años, todo se organizará.

El padre

Mencionemos brevemente algunas actitudes importantes del padre que el niño debe experimentar de inmediato.

El padre es muy importante, no solo porque tiene que jugar mucho con los más pequeños, sino, sobre todo, porque tiene que iniciarlos en la autonomía, en la relación con el mundo. Para hacer esto es fundamental construir inmediatamente una relación cercana con los niños. No solo es aconsejable acariciar el vientre de la madre y hablar con el bebé durante el embarazo, sino que el padre también debería levantarse durante la noche, cuando el bebé se despierta, y establecer un vínculo con él. Al principio el niño luchará, pero, poco a poco, el padre aprenderá a conocer a su bebé y a tranquilizarlo. Luego, cuando regresa del trabajo, conviene que el padre esté completamente a disposición del niño y no solo “releve” a la madre en la tarea educativa; debe establecer una relación privilegiada con el niño. Hay que refutar el concepto de que la madre debe encargarse del cuidado del niño de manera exclusiva. Definitivamente, no es así.

¡La madre es muy importante, pero también lo es el padre! En definitiva, ser padres, hoy, significa ser padres de inmediato, desde que se concibe al niño •

Desarrollo evolutivo en los tres primeros años (segunda parte)
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