por Gabriel Ferrero (Uruguay)

“Y un día,
un día te veré contento,
el día que te abrace el viento
de Durazno y Convención.”
(Durazno y Convención, Jaime Roos)

Domingo a la tarde. Vuelta por la rambla. Concentrado en la conversación con mi madre, no me di cuenta a dónde habíamos llegado. Era una esquina tan normal, tan sencilla… tan montevideana, que no me llamó la atención. Entonces, mi hermano empezó a explicar.

Bruno se preguntaba con la mirada, con esa mezcla curiosa de atención y duda, tan de niño al borde de la picardía. Y yo me divertía imaginando lo que pasaba por su cabecita… “Pero entonces, ¿las canciones son de verdad? ¿O están solamente en la radio?”. Mientras, mi hermano le mostraba las palmeras al viento y la playa chica, que muere en el gas.

Intenté encontrar la tienda del judío pobre y pasamos con mi madre por la puerta de la casa de Jaime, sin detenernos ni mirar para adentro. Sabíamos bien dónde estábamos, pero igual lo dijimos (bajito, eso sí).

A la noche tomé otra vez el camino del mar. Recordando sin cerrar los ojos aquella tarde, me pregunto si Bruno la recordará. Y si le contará esas cosas a sus hijos. Pienso en algo que sé hace mucho, pero que cada mañana siento más real. Llegará el día en que me abrace el viento. ¡Cuánto quisiera que ese día me vieran contento! De verdad • 

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La canción, aquí.

El día que me abrace el viento
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