Abril 2022“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” (Marcos 16, 15)

El evangelio de Marcos presenta así las últimas palabras de Jesús resucitado en su única aparición a los apóstoles.

Ellos están a la mesa, como a menudo los hemos visto junto a Jesús también antes de su pasión y muerte, pero esta vez la pequeña comunidad está signada por el fracaso: quedaron once, en lugar de los doce que Jesús había querido con él, y en la hora de la cruz alguno de los presentes lo negó, muchos huyeron.

En este último y decisivo encuentro, el Resucitado los amonesta porque tienen los corazones cerrados ante las palabras de quienes les habían dado testimonio de la resurrección1, pero al mismo tiempo confirma su elección: no obstante la fragilidad de los apóstoles, les vuelve a confiar a ellos el anuncio del Evangelio, de esa Buena Noticia que es él mismo, con su vida y sus palabras.

Después de este solemne discurso, el Resucitado regresa al Padre pero, al mismo tiempo, “permanece” con los discípulos, confirmando la palabra de ellos con señales portentosas.

“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”

La comunidad enviada por Jesús para continuar su misma misión no es entonces un grupo de perfectos, sino más bien de personas llamadas antes que nada a “estar” con él2, a experimentar su presencia y su amor paciente y misericordioso. Luego, solo por la fuerza de esta experiencia, son enviados a “anunciar a toda la creación” esta cercanía de Dios.

Y ciertamente el éxito de la misión no depende de las capacidades personales, sino de la presencia del Resucitado que confía en sus discípulos y en la comunidad de los creyentes, donde el Evangelio crece en la medida en la que es vivido y anunciado3.

Lo que por lo tanto podemos hacer como cristianos es anunciar con la vida y con las palabras el amor de Dios, saliendo de nosotros mismos con coraje y generosidad, para ofrecer a todos, con delicadeza y respeto, los tesoros del Resucitado que abren los corazones a la esperanza.

“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”

Se trata de dar siempre testimonio de Jesús y no de nosotros mismos; más aún, nos está requiriendo “renegar” de nosotros, “disminuir” para que él pueda crecer. Es necesario dar espacio en nosotros a la fuerza de su Espíritu, que nos impulsa a la fraternidad: “Debo seguir al Espíritu Santo, que cada vez que me encuentro con un hermano o con una hermana me lleva a ser uno con él o con ella, a servirlos con esmero; que me da la fuerza para amarlos si en algún sentido son enemigos; que me enriquece el corazón con la misericordia para saber perdonar y poder comprender sus necesidades; que me lleva a comunicar con celo, cuando es el momento adecuado, las cosas más hermosas de mi alma. A través de mi amor es el amor de Jesús el que se revela y se transmite. Con y por este amor de Dios en el corazón se puede llegar lejos y hacer partícipes a otras personas de este descubrimiento, hasta que el otro, dulcemente herido por el amor de Dios en nosotros, quiera ser uno con nosotros, en un recíproco intercambio de ayudas, de ideales, de proyectos, de afectos. Solo entonces podremos comunicar la palabra y será un don, en la reciprocidad del amor”4.

“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”

“A toda la creación”: es una perspectiva que nos hace conscientes de nuestra pertenencia al gran mosaico de la creación y al cual hoy estamos particularmente sensibles. A menudo los jóvenes son una punta de lanza en este nuevo camino de la humanidad, de acuerdo con el estilo del Evangelio, y pueden confirmar en los hechos lo que anuncian con las palabras.

Robert, de Nueva Zelandia, comparte su experiencia en la web5: “Una actividad en nuestro territorio sostiene el restablecimiento del puerto de Porirua, en la parte meridional de la región de Wellington. Esta iniciativa comprometió a las autoridades locales, la comunidad católica maorí y la tribu local. Nuestro objetivo era sostener esta tribu en el deseo de guiar la reparación del puerto, asegurar que las aguas corran limpias y permitir la recolección de moluscos y la pesca habitual sin miedo a la contaminación. Esta iniciativa tuvo mucho éxito y se creó un verdadero espíritu comunitario.

El reto es evitar que se trate de un acontecimiento pasajero y mantener un programa amplio de ayuda y sostenimiento, y que se marque una diferencia en lo concreto.

Letizia Magri

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1. Cf. Mc 16, 9-13.

2. Cf. Mc 3, 14-15.

3. Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Divina Revelación Dei verbum, n.8

4. C. Lubich, Palabra de vida, junio 2003.

5. El texto integral de esta y otras experiencias está disponible, en varios idiomas, en http: //www. Unitedworldprojet.org/workshop  

Él nos hace fuertes en la debilidad
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