Atractivos de un carisma

Por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)

Muchas veces es difícil imaginar jugando a grandes personajes, sobre todo si son grandes místicos. Pues tendría que ser todo lo contrario, porque quien es fiel en lo poco lo es también en lo mucho. Sabemos que a Chiara Lubich le gustaba jugar1, pero su juego, como toda su vida, se conjugó con un solo verbo: amar. Para quienes somos apasionados de los juegos, del fútbol, nos costaría poner en práctica los puntos que hoy nos propone Chiara. Sin embargo, dicha propuesta grafica muy bien la infinitud del Amor que no tiene límites, tampoco en el juego. Que en este período de relax sepamos jugar como niños evangélicos, aprendiendo a gozar de nuestros triunfos como de nuestras derrotas.

El Niño Jesús también jugó.
Jugar para hacer la voluntad de Dios.
Inclusive en el juego que esté presente Jesús en
medio nuestro.
Gozar de los puntos logrados por el hermano
como si fueran nuestros.
No imitar al jugador del mundo porque muchas
veces ese jugador hace una pequeña guerra.
No preocuparnos por el resultado porque, dada
la imperfección humana, es de humanos también
equivocarnos.
Quien nos vea jugar vea la caridad en cada
movimiento, en cada mirada.
Recordar que el juego no tiene un final en sí
mismo, sino que debe ser un pequeño adelanto
del Paraíso.
Que Jesús y María desde el Cielo vean en nosotros,
jugadores, a sus hijos aptos para entrar en el
Reino de los Cielos2.

  1. Folonari G., La partitura escrita en el cielo, Ciudad Nueva, Buenos Aires 2013, 87-90
  2. Lubich C., Come un arcobaleno, Movimento dei Focolari 1999, 402.
Jugar amando
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