La Historia como Memoria Social

En tiempos de disputa por los relatos del pasado, la relación entre Historia –de carácter académico– y Memoria –de matriz popular– reaparece con fuerza. Ambas se entrecruzan, se tensan y, a la vez, pueden iluminar juntas nuestro presente.

Por Osvaldo Barreneche (Argentina)*

Para aquellas personas interesadas en la Historia, entendida como la sucesión de eventos y procesos humanos, tanto sociales como políticos, económicos y culturales, que explican el pasado y dan sentido al presente, la lectura de algunas producciones historiográficas recientes puede ocasionarles una cierta perplejidad. Tal es el caso de un libro, publicado en inglés pero que tiene su correlato en estudios escritos en otros idiomas, editado por Marek Tamm & Peter Burke, titulado Debating New Approaches to History (Bloomsbury Academic, Londres, 2019) al que podemos traducir libremente como “Debatiendo nuevas aproximaciones o perspectivas en la investigación histórica”. A través de su índice ya intuimos contenidos que nos refieren a estudios sobre temas del pasado que pueden resultar innovadores para algunos, cuestionables para otros, o directamente inaceptables para aquellos que entienden que la Historia es otra cosa. En efecto, hay en este libro reseñas de numerosas producciones en temas tales como la historia de los sentimientos, de las “cosas”, de la “neurohistoria”, del posthumanismo, y hasta de la así llamada historia “no-humana”. Esta última, al estudiar el pasado de los animales y las plantas en su interacción con los seres humanos, desafía las bases mismas de una disciplina a la que siempre se entendió como centrada en conocer el pasado de la Humanidad y sus vínculos con el resto de los seres del mundo, y no al revés. 

El capítulo cinco de este libro aporta una reseña de otro tema, no de reciente factura como los mencionados anteriormente, pero que también ocupa esos espacios de innovación temática del mundo historiográfico de este siglo. Nos referimos a la pieza escrita por Geoffrey Cubitt sobre la Memoria (pp. 127-158). El vínculo entre Historia y Memoria ocupa un lugar central en la bibliografía que Cubitt reseña en su trabajo. A través de ella aprendemos que los estudios sobre la Memoria tienen sus raíces en la década del sesenta del siglo pasado. Por lo tanto, una primera comprobación sobre la cuestión de la Memoria es que su irrupción en el panorama de los estudios históricos no es novedosa, ni mucho menos reciente, como puede ser el caso de algunas de las otras temáticas señaladas.

Memoria colectiva, mentalidades, memoria cultural, lugares de la memoria (como monumentos y museos, pero también sitios ordinarios como una calle, una vereda o un edificio), trauma, nostalgia, conciencia histórica, olvido, silencio, conmemoración, tradición, reivindicación, son algunas de las palabras en las que se centran estos estudios. Éstos se apoyan en la idea de que el pasado no es una fuente estática de significados. Frente a una “Historia” que pretendería reducir y cristalizar nuestra comprensión sobre hechos pretéritos, la Memoria se presenta como un saber disruptivo. Un saber producido desde el campo intelectual, con aporte de varias disciplinas, pero también desde una dimensión popular, no necesariamente ligada al mundo académico. Asociada a la experiencia y a la identidad, individual y colectiva, la Memoria Histórica pondría el eje en la reconstrucción y reconfiguración de un cierto pasado, con criterios y categorías del presente. Por ejemplo, una inscripción conmemorativa situada en el frente de una casa donde ocurrió algún evento que la Historia hubiese pasado por alto. Así, la Memoria no es solo una estructura de conciencia que pone, nuevamente, ciertas cosas juntas, sino que les daría un sentido nuevo, comprensible y potente para entender el tiempo actual que toca vivir. 

Tensando aún más una cuerda en cuyos extremos se ubican la Historia y la Memoria, esta vez a favor de la primera, se ha argumentado que mientras la Historia busca la “objetividad” a partir de una comprensión amplia del pasado, la Memoria es netamente subjetiva y, por ello, manipulable como herramienta política. Sin dudas, la subjetividad y la selectividad en la construcción de la Memoria Histórica han sido dos rasgos salientes de este saber. Además, la Memoria pareciera estar solo interesada en la historia reciente, especialmente aquella que se fue construyendo durante el siglo XX. La mención explícita de las “Políticas de la Memoria” que buscan dar visibilidad a aquello que se entiende ha sido ocultado o negado, pone en evidencia una manipulación ideológica que puede cambiar según el signo político de quien tiene el poder circunstancial de enunciación. Finalmente, los críticos de los estudios sobre Memoria Histórica señalan una cierta, y reciente, “saturación” luego del boom conmemorativo ocurrido hacia finales del siglo pasado en coincidencia con el fin de la Unión Soviética y el final de los regímenes autoritarios en algunas partes de África y, sobre todo, en América Latina. 

En una época como la nuestra, donde las tensiones sobre diversos argumentos suelen exacerbarse más temprano que tarde, se podría seguir echando leña al fuego de la dicotomía Historia & Memoria. Esto llevaría, inevitablemente, como ocurre en tantos campos del saber y de la vida misma, a tener que tomar partido por una de las dos variables descartando completamente a la otra. Poco o nada de este obrar nos resuelve la cuestión de fondo. Y, a decir verdad, hace rato que la Historia como disciplina ha dejado de lado una arrogante y nociva pretensión de “objetividad”, como que hace tiempo que los estudios serios sobre Memoria Histórica han dejado de poner en primer plano una ciega voluntad argumentativa basada en la revancha o en el reconocimiento a toda costa de lo que habría sido ocultado por oscuros poderes.

Un punto de encuentro disciplinar, que rescata los aportes de ambas perspectivas historiográficas, es el que Cubitt llama la “Historia como Memoria Social”. Esto es, definir nuevos enunciados y formular nuevas preguntas que permitan contextualizar el sano ejercicio de la memoria, individual y colectiva, en un amplio marco histórico. Realizar este ejercicio del pensamiento nos sitúa en el momento presente, donde los enunciados y las preguntas han de tener un sentido para nosotros, para nuestro tiempo actual. Pero, desde este presente, no excluimos una perspectiva histórica que hunde sus raíces en el pasado profundo, más allá de los acontecimientos de un tiempo recientemente ido, en donde no están todas las respuestas que buscamos, aunque así lo parezca. 

Por supuesto que, para emprender este recorrido, es imprescindible despojarnos de ciertos preconceptos que han llevado, en la interpretación de eventos históricos particularmente traumáticos, a una cerrada polarización. Sin este paso previo, poco podremos avanzar en nuevas interpretaciones, sean que estas provengan del saber académico o popular.    

El ejercicio de la buena memoria, y su subsecuente estudio, pueden ubicarse entre las contribuciones historiográficas más significativas de las últimas décadas en una disciplina como la Historia, que tanto ha cambiado y se ha diversificado en sus intereses, como se señaló al comienzo. La Memoria Histórica constituye un aporte valioso, pero que no puede ni va a reemplazar a la Historia como “maestra de la vida”, por señalar alguna de las tantas definiciones con las que sus más ilustres cultores la han descrito. 

Queda, pues, la ardua tarea de retomar, una vez más, el camino del diálogo entre saberes y prácticas, entre conceptos y experiencias, para que la Historia como Memoria Social ilumine un pasado complejo, donde no siempre encontraremos las respuestas a nuestras preguntas, pero sí un camino en común donde, andando, podamos reencontrarnos y reconocernos como Humanidad. Si la Historia o la Memoria, o ambas, no nos orientan hacia ese horizonte, no harán otra cosa que confundirnos para que, tarde o temprano, caigamos en los mismos errores del pasado. Que así NO sea •

*Profesor ordinario de Historia de América Latina en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) e Investigador Principal del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina)

Nota: Artículo publicado originalmente en la revista LAR, editada por Ciudad Nueva España,  edición número 7, 2025

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