Libros
por José María Poirier (Argentina)
Mario Vargas Llosa
Buenos Aires, 2022, Alfaguara
En España del siglo XIX, después de años de irrefutable silencio, más allá de reconocidos poetas –como Gustavo Adolfo Bécquer, José Espronceda, Rosalía de Castro, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado– deslumbran algunos narradores. Entre ellos: Miguel de Unamuno (Niebla, San Manuel Bueno), Jacinto Benavente (Los intereses creados), Leopoldo Alas “Clarín” (La regenta), Pío Baroja (El árbol de la ciencia). Y sobresale Benito Pérez Galdós, nacido en las islas Canarias pero que por interés y vocación fue el gran pintor de la sociedad madrileña de su época.
Hablar de él supone considerar obras como la popular Fortunata y Jacinta (muy bien llevada a la televisión española) y Misericordia (acaso su novela más ambiciosa), entre muchas otras: Marianela, Torquemada, Tristana, Nazarín… Estas dos últimas fueron llevadas al cine por Luis Buñuel.
Fue un escritor incansable, amante de la música y del teatro, perenne habitué de los cafés y caminante de los barrios más característicos y populares de la capital española. Su curiosidad y su inteligencia le permitieron frecuentar todas las clases y los ambientes, tan bien reflejados en sus novelas.
El Nobel peruano Mario Vargas Llosa, tan atrayente en los ensayos literarios, le dedica un libro reciente a Galdós.
Se podrá coincidir más o menos con sus apreciaciones, pero su prosa no deja de ser interesante y su mente, despierta. A veces parecieran traicionarlo en parte sus polémicas posturas ideológicas y cierta vanidad que no sabe esconder. Pero lo cierto es que se dedica con ahínco a los autores que trata (fue proverbial su estudio sobre Madame Bovary de Flaubert). Para él, Misericordia es más la pintura de los tipos humanos, el lenguaje y los ambientes que ese maravilloso sentimiento de piedad que Galdós transmite cuando describe a un personaje o se aproxima con tanta delicadeza a la bondad de algunos y con horror a la mediocridad interesada de otros. Unos y otros pueden ser claramente también unas y otras.
Pérez Galdós había nacido en una acomodada familia canaria en mayo de 1843, y murió en Madrid a comienzos de 1920. Para su funeral se movilizó la entera ciudad. Pocos escritores españoles después del Siglo de Oro llegaron a ser tan reconocidos como él. La sociedad burguesa y la Iglesia lo atacaron por sus ideas y por la pintura de las costumbres. Y si bien sus amores con la condesa gallega Emilia Pardo Bazán fueron el comentario de la sociedad frívola durante años, él siempre fue reservado y poco afín a los cuentos de corrillos. Tanto Pérez Galdós como Pardo Bazán son grandes figuras del realismo en la literatura española, que venía rezagada frente a las vanguardias europeas.
Lo más interesante del libro de Vargas Llosa es el estudio detallado de cada novela, de cada pieza de teatro y, sobre todo, de los ensayos sobre los Episodios Nacionales. Él presenta Pérez Galdós como el Balzac, el Zola o el Dickens hispánico. Afirma, taxativo: “Creo injusto decir que Benito Pérez Galdós fuera un mal escritor, como dijeron muchos en su tiempo. No sería un genio –hay muy pocos–, pero fue el mejor escritor español del siglo XIX, el más ambicioso y, probablemente, el primer escritor profesional que tuvo nuestra lengua”.