La paz como una experiencia, una realidad que se construye

Siempre resulta interesante reflexionar sobre la paz, ya que las adversidades y conflictos a nivel global (y muchas veces, local) continuamente exponen la carencia de este valor. Sin embargo, la invitación a pensar la paz como algo más que la mera falta de conflicto va incluso más allá. Esta es la propuesta de Living Peace, proyecto nacido en Egipto en el año 2012, de la mano de Carlos Palma, focolarino fundador de esta Escuela para la Paz.

Por Lucio Tano (Argentina)

Carlos es maestro de primaria, y la experiencia de vivir y enseñar en países atravesados por los conflictos armados lo marcó de manera especial. Se vio involucrado a menudo en situaciones extremas, como presenciar el bombardeo de un aula donde había dictado clases con sus alumnos ese mismo día, o tener que llegar incluso a reconocer entre las víctimas de algún enfrentamiento a uno de los niños de su clase. Un día, un alumno le preguntó a Carlos cómo era vivir un día de paz. Este reflejo del profundo impacto que provoca la guerra en la vida de las personas lleva a entender lo distante que puede resultar el día a día de alguien que se encuentra en una zona de conflicto con quienes están ajenos a estas realidades. Según cuenta: “Comprendí que era toda una generación que había nacido y crecido en la guerra, y que no tenían la experiencia existencial de la paz”. Todas estas experiencias llevaron a Carlos a hacerse una pregunta concreta: ¿Qué estoy haciendo yo por la paz? Entendió, en sus palabras, lo siguiente: “Si quiero comenzar una cultura de la paz, debo comenzar por la cultura del amor. Un amor que es un desafío, que no es pura filantropía o romanticismo; que está en la vida”.

Así, inspirado en el Dado del Amor que tan bien conocía gracias al Movimiento del cual formaba parte, Carlos lanzó el “Dado de la Paz”, una adaptación concreta para sus alumnos. Cada día, antes de comenzar la clase, los chicos tiraban el dado y se proponían vivir juntos la consigna que salía, como Ser el primero en amar, Escuchar al otro, Amar a todos, entre otras. Gracias al compromiso de cada uno, todos comenzaron a realizar experiencias de reciprocidad y de solidaridad, y construir así un ambiente de paz. Rápidamente otros docentes reconocieron la transformación que se había iniciado en ese pequeño grupo de alumnos, y la velocidad con la que se contagiaba hacia el resto de los estudiantes. Entonces, Carlos compartió su herramienta con los docentes, y así se extendió la red a maestros, personal educativo, alumnos y sus familias. “En poco tiempo, 25 escuelas pidieron para ingresar en el Proyecto. ¡Yo no había creado ningún proyecto!”, cuenta. Había comenzado el camino de Living Peace, un proyecto de educación para la paz, que con el tiempo tomó una forma más concreta y se nutrió de más herramientas. 

Muy pronto Living Peace dejó de ser un proyecto apuntado exclusivamente a las escuelas donde se encontraba Carlos Palma, sino que se extendió a muchos países, idiomas, espacios e instituciones. Las experiencias y actividades llevadas adelante se multiplicaron y diversificaron enormemente, siempre apoyadas en la premisa de Living Peace de hacer de la paz una experiencia, una realidad que se construye y se vive, como invita a hacerlo su nombre: “La paz no la hacemos, la paz la vivimos, y comienza en el corazón. Cuando yo amo, cuando me dono, tengo paz en el corazón, y todo lo que yo digo o hago lleva paz”, cuenta su fundador.

La labor de Carlos Palma fue reconocida por el Círculo Universal de Embajadores de la Paz quienes, interesados en las propuestas de pedagogía y formación, fundaron junto con Carlos una nueva categoría: los Jóvenes Embajadores de la Paz: personas de entre 6 y 25 años que buscan formarse para comprometerse a llevar y construir espacios de paz donde se encuentren, y transformar su realidad con sus acciones. Actualmente existen muchas escuelas de formación para estos Jóvenes Embajadores, y ya hay más de 700 egresados en todo el mundo. 

Hoy en día, en Rosario (como en muchos otros puntos del mundo) se lleva adelante anualmente una Escuela Internacional de Jóvenes Embajadores de la Paz, organizada por un equipo intergeneracional de docentes, jóvenes que concluyeron su formación y estudiantes. Esta escuela comparte reuniones virtuales, lo que potencia su diversidad: jóvenes de España, Colombia, Bolivia, Argentina, y muchas otras regiones hispanohablantes se encuentran para compartir reflexiones, dinámicas, momentos de intercambio y sobre todo actividades y propuestas que llevan siempre a multiplicar acciones en pos de construir una cultura de paz. La invitación de transformar el aula, la casa, el espacio de trabajo, el club, el barrio y hasta la ciudad se difunde, y toma forma en distintas propuestas concretas que dan respuesta a la cultura de violencia y odio que se vive en todas las realidades, no sólo en las cuales la guerra se hace presente. 

Una de las herramientas claves del proyecto Living Peace es el Time Out. Tal como lo cuentan los Jóvenes Embajadores de la Paz, se trata de cada día, a las 12 del mediodía, tomarse un minuto para hacer silencio, dejar todo lo que se está haciendo y hacer una pausa para reflexionar u orar por la paz en el mundo, haciendo foco especialmente en los países donde el conflicto armado y las guerras están presentes. Este ejercicio invita a orientar las acciones del día hacia la cultura de la paz, y gracias a los distintos husos horarios, asegura un continuo compromiso a lo largo de todo el mundo, una cadena de personas dispuestas a actuar concretamente para vivir la paz. 

En la ciudad de Rosario, Argentina, además de la Escuela Internacional de Jóvenes Embajadores de la Paz que se dicta de manera virtual, se hicieron experiencias presenciales de encuentro y formación. Junto con las realidades jóvenes del Movimiento de los Focolares se formó un grupo que, llevando como insignia el Ideal de la fraternidad junto con el de la paz, realizó diversas acciones concretas durante un año, tejiendo vínculos y haciendo que la invitación llegue a muchas personas más. Encuentros de formación, intercambio de ideas y experiencias tomaron lugar en escuelas y espacios de diversa índole para constatar que siempre es posible (y necesaria) la opción por la paz.

Esta iniciativa puntual, junto con otras, dieron inicio a otra experiencia concreta: la Escuela de Jóvenes Embajadores local. Con encuentros llevados adelante en Rosario, el intercambio se hace cercano y cálido de manera presencial entre jóvenes involucrados en el colegio, en espacios del Movimiento de los Focolares o realidades donde se encuentren. Esta Escuela es llevada adelante por un grupo de Jóvenes Embajadores de años anteriores, y trabaja las mismas temáticas que aborda la escuela virtual. Ambas experiencias pedagógicas se encuentran en continua actualización de insumos, y también de temáticas, buscando ser siempre pertinentes y responder a las realidades del presente.

Otra gran experiencia vivida en Rosario fue la participación del Genfest 2024, evento mundial organizado por el Movimiento de los Focolares. Esta experiencia constó de tres etapas, de las cuales dos se llevaron adelante en Aparecida, Brasil. La primera fase, sin embargo, invitaba a jóvenes de todo el mundo a construir este evento de manera local y simultánea, con acciones colectivas. Esta iniciativa caló hondo en Rosario, y en especial al grupo compuesto en gran parte por Jóvenes Embajadores de la Paz. Enseguida se pusieron manos a la obra y a través de vínculos solidarios ya existentes por experiencias previas, organizaron y llevaron adelante actividades de impacto en la ciudad. Compartir una tarde en un merendero barrial para infancias en un contexto vulnerable, recolectar residuos en el Camping Municipal para limpiar la costa, vivir una jornada en un centro de vida de un barrio periférico de la ciudad, entre otras iniciativas; siempre trabajando para construir la cultura de la paz. El impacto fue muy grande, no sólo hacia afuera a través de la red de experiencias que se vivieron en todo el mundo en el marco del Genfest, sino en la consolidación de un grupo de personas de distintas realidades, jóvenes que eligen día a día trabajar para vivir y difundir esta propuesta.

Cada Joven Embajador al final de su formación envía la solicitud para recibir un nombramiento desde el Círculo Internacional de Embajadores de la Paz. En el mismo, el joven se compromete a volcar de manera concreta lo compartido y las herramientas adquiridas en la escuela. Este punto es importante porque lo invita a involucrarse activamente en alguna actividad solidaria local, y resulta siempre interesante descubrir que muchos de los participantes de la escuela ya tienen un recorrido lleno de experiencias en las que, conscientes en mayor o menor medida, ya contribuyeron y siguen haciéndolo en la construcción de esta cultura de la paz. 

Cuenta Carlos: “Esos diez niños de un colegio que tiraban el dado cada mañana, hoy son un millón y medio. Era una clase en una escuela, y hoy son más de dos mil en 162 países que forman parte de Living Peace. Universidades, asociaciones y personas de todas las religiones, todas las culturas, nadie puede quedar afuera de vivir por la paz” •

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