Atractivos de un carisma
Por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)
No hemos encontrado un texto publicado donde Chiara Lubich hable explícitamente de los migrantes. Sin embargo, hoy les presentamos un texto iluminador. Se trata de una respuesta que dio nuestra autora en su visita a Nairobi en 1992. El migrante es justamente aquel que pone en relación dos culturas, la propia y la de la nación donde habita. Lo propio sucede con los que habitan en una nación que se ponen en relación con los migrantes. Una vez más, Lubich plasma su clara perspectiva trinitaria de la realidad, la relacionalidad, como vocación fundante del todo.
“¿Qué hacer para facilitar, y luego acelerar, este pasaje de desculturización1, en el sentido positivo, para no tener más que el Evangelio puro, la cultura de Cristo, contaminada lo menos posible de nuestros límites, de los que, entre otras cosas, es difícil que nos liberemos?
Esto vale no sólo para los europeos con respecto a los africanos, sino también entre los africanos, porque cada nación tiene su cultura. Entonces, el hecho es que, también aquí, para desculturizarse es necesario comprender bien nuestro hacerse uno, que no es solamente, perder todo y ser nada, sino también escuchar al otro, hacer que se exprese, hacer que se manifieste y dejarlo entrar en nosotros, que podamos poseerlo y él también nos posee, entonces nace el amor recíproco. Perder todo, ser nada, significa también perder la propia cultura. Perderla significa ponerla a un lado para que no moleste. […] Sólo personas así, desapegadas de su cultura, serán capaces de comprender a los demás y de comprender las otras culturas; de entrar en el pensamiento de los demás y entender cómo piensa el otro, lo que posee, la riqueza que tiene2.”
- Lubich lo utiliza en el sentido de dejar de lado la propia cultura para poder acoger otra.
- Chiara Lubich, Preguntas y respuestas, Nairobi (Kenia), 10 de mayo de 1992