León XIV: ya es tu tiempo

La elección del cardenal Roberto Prevost Martínez como nuevo pontífice de la Iglesia Católica abre una nueva página en la historia de la humanidad.

Por Virginia Bonard (Argentina)

Acabo de ver un video de Roberto Prevost Martínez cuando era obispo en Chiclayo, Perú, y se estaba despidiendo de la Conferencia Episcopal Peruana luego de haber ejercido como su vicepresidente segundo entre 2018 y 2023. Sin ánimo de hacer un culto del minimalismo, percibo rasgos simples y profundos en sus palabras moduladas en español con lejanas remembranzas de su inglés nativo, descripciones de climas controversiales en clave de “qué bueno que no estamos de acuerdo y tenemos un motivo para escucharnos más”, un humor que brota no como chiste fácil sino como alegría espontánea y genuina, un hombre agradecido pleno en su humildad no proclamada sino “brotada”. 

Gravemente enfermo Francisco, ya habíamos escuchado el crujir de los pasos de los que se iban anotando en la fila de la sucesión apostólica. Parafraseando –solo un poco y con timidez– al poeta francés Jacques Prévert, no encontré al cardenal Prevost entre los purpurados que asomaban en diarios, portales, radios y canales de televisión indicando para dónde debía ir la Iglesia de este tiempo y marcando con sus expresiones sus desavenencias con el Papa argentino al que tanto le costaba ya respirar. Incluso he convivido con colegas que preferían guardar los mejores recuerdos del papa Bergoglio para su obituario y no para celebrar su último marzo en esta tierra.

Por esto y también porque lo vimos llegar desde Chicago y Chiclayo, formado agustino hasta los tuétanos, relatado por sus amigos y compañeros de misión como sinodal sin pronunciar la palabra y devuelto al mundo todo como León XIV, ya pudimos entrever en esa línea de luz “por dónde vendría la cosa” con este Papa. Me hace feliz decir que lo tuve en mi corazón como candidato luego de analizar su trayecto misionero, su abrazar al Perú como al amor primero, su priorato que lo hizo andar y ponerle rostros a la Iglesia global, asumir su episcopado y luego su cardenalato en tiempos de Francisco, realmente tiempos de reordenamientos, recategorizaciones y aperturas.

León XIV nos hace calibrar la mirada en su horizonte que se va develando y no sabemos aún todo lo que falta. Él ya ha expresado su interés por el aspecto social de la vida humana –lo indicó al elegir su nombre, deberemos repasar aquellos tiempos y los porqués de la Rerum novarum que dio el puntapié a la Doctrina Social de la Iglesia–, remarcando la “fundamentalidad” de la dignidad del trabajo.

Además, y trazando un riquísimo arco conceptual de dimensiones parabólicas, ha empujado la conversación pública basada en sus ámbitos de interés desde el cuidado de la creación hasta la inteligencia artificial; en la importancia de ser familia eclesial junto con su universalidad, menos privilegios y más misión. Tender puentes en todo el mundo fue su núcleo cuando dejó claro que quiere viajar hacia allá, hacia los confines. Esto y más compartió en audiencia con el cuerpo diplomático con asiento en el Vaticano ya que un tridente pacífico lo inspira y así lo dijo: la paz, la justicia y la verdad.

“Es tarea de quien tiene responsabilidad de gobierno aplicarse para construir sociedades civiles armónicas y pacíficas. Esto puede realizarse sobre todo invirtiendo en la familia, fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer, ‘bien pequeña, es cierto, pero verdadera sociedad y más antigua que cualquiera otra’ (Rerum novarum). Además, nadie puede eximirse de favorecer contextos en los que se tutele la dignidad de cada persona, especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes. Mi propia historia es la de un ciudadano, descendiente de inmigrantes, que a su vez ha emigrado. Cada uno de nosotros, en el curso de la vida, se puede encontrar sano o enfermo, ocupado o desocupado, en su patria o en tierra extranjera. Su dignidad, sin embargo, es siempre la misma, la de una creatura querida y amada por Dios”, dijo León asumiendo su condición y poniendo un cascabel resonante a las complejidades mayores de este tiempo geopolítico que obliga a entender fronteras, migraciones, economías, dignidades, fragmentaciones, diálogos y guerras.  

Su valoración de la vida de periodistas presos y el derecho a la libertad de prensa fueron dichos sin ambages: “Permítanme entonces reiterar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y por medio de estas palabras también pedir la liberación de los mismos. La Iglesia reconoce en estos testigos –pienso en aquellos que informan sobre la guerra incluso a costa de la vida– la valentía de quien defiende la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones con libertad. El sufrimiento de estos periodistas detenidos interpela la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, pidiéndonos a todos que custodiemos el bien precioso de la libertad de expresión y de prensa”.

Durante los días que siguieron a su elección, sus reuniones personales ya dan indicios que podemos resaltar su búsqueda de paz –“una paz desarmante y que desarma, humilde y perseverante”—, de unidad reconociendo con claridad las diversidades, junto a los últimos y en sinodalidad: recibió tanto al prelado del Opus Dei como al general de los jesuitas y a su amigo y compañero agustino Alberto Bochatey, obispo auxiliar de La Plata, en Argentina. 

La fraternidad ecuménica e interreligiosa fue explícita cuando puso en relieve que estamos transitando los 1700 años del Concilio de Nicea, anticipó su deseo de viajar a Turquía para visitar a Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla, para conmemorarlo, y en la audiencia general con los representantes de otras Iglesias, comunidades eclesiales y otras religiones: “En un mundo herido por la violencia y los conflictos, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su sabiduría, su compasión y su compromiso con el bien de la humanidad y el cuidado de la casa común. Estoy convencida de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir no a la guerra y sí a la paz, no a la carrera armamentista y sí al desarme, no a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y sí al desarrollo integral”.

Ya en el estribo de esta breve pero sentida reflexión, paremos la marcha en su primera catequesis de los miércoles en la que León XIV recoge el guante de la esperanza cristiana y de la mano de Dios que se adelanta aunque nos cueste creer, nos tiñe de los ardores cromáticos del postimpresionismo y nos invita a su íntimo viaje en la interpretación de los signos plasmados en la tela mientras suenan músicas que antes resonaron en su propio corazón: “Tengo en mente ese hermoso cuadro de Van Gogh: El sembrador al atardecer. Esa imagen del sembrador bajo el sol abrasador me habla también del esfuerzo del campesino. Y me llama la atención que, detrás del sembrador, Van Gogh haya representado el trigo ya maduro. Me parece una imagen de esperanza: de una forma u otra, la semilla ha dado fruto. No sabemos muy bien cómo, pero es así. En el centro de la escena, sin embargo, no está el sembrador, que está a un lado, sino que todo el cuadro está dominado por la imagen del sol, tal vez para recordarnos que es Dios quien mueve la historia, aunque a veces nos parezca ausente o lejano. Es el sol que calienta la tierra y hace madurar la semilla. Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué situación de la vida nos alcanza hoy la palabra de Dios? Pidamos al Señor la gracia de acoger siempre esta semilla que es su Palabra. Y si nos damos cuenta de que no somos terreno fértil, no nos desanimemos, sino pidámosle que siga trabajando en nosotros para convertirnos en terreno mejor”.

Si pudiera decirle algo al oído a nuestro Papa León –quizás muchos de quienes están leyendo este texto lo han pensado y rebuscado en sus deseos, qué palabras usar, qué transmitirle que no dé lugar a dudas y sea para su bien– solo le diría que hay en este mundo cristianos hasta el último aliento –o, como dice mi amiga Belén: hasta el último latido–, que cuente con nosotros. Dios hará su parte. Bienvenido, León XIV, una nueva página en la historia de la humanidad ya comenzó con vos •

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Un comentario en «León XIV: ya es tu tiempo»

  1. Felicito a la autora de esta nota sobre la persona del Papa LEÓN XIV XIV

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