Por Patricia Festini (Argentina)
El tema propuesto para vivir este año en el Movimiento de los Focolares es “Llamados y enviados”, una convocatoria a anunciar el Evangelio. Reflexionando sobre este tema con las personas con las que me reúno semanalmente para ayudarnos en la vida del ideal de la Unidad, compartí que yo no sentía que estuviese anunciando el Evangelio, quizás porque hace mucho tiempo que no trabajo en parroquias ni colaboro activamente en ninguna acción social. Mi modo de anunciar se limita a enviar diariamente pequeños textos de Chiara Lubich por correo electrónico y por WhatsApp, pero es un anuncio que hago escondida detrás de la computadora. No se siente igual.
Una de mis hijas es periodista en Télam, la agencia nacional de noticias de Argentina que por decisión del Gobierno fue cerrada a principios de marzo, suspendiendo a todo el staff. Desde el día del cierre y como una acción visible para defender la agencia y su fuente de trabajo, los trabajadores realizan un acampe en la puerta de sus dos edificios.
Durante este tiempo traté de apoyarlos participando en algunas actividades, llevándoles algo rico para la merienda o, simplemente, compartiendo un mate con ellos. Pequeños actos de amor para aquellos que están viviendo un momento de incertidumbre y dolor.
Durante la última Pascua, más precisamente el Jueves Santo, un grupo de sacerdotes decidió acompañar a los trabajadores con una ceremonia en la que brindaron un espacio de escucha. Además, después de la lectura del Evangelio, les lavaron los pies y compartieron el pan. Fuimos con mi esposo a la ceremonia y, al llegar, veo que la iba a oficiar un sacerdote muy cercano a nuestra comunidad quien, cuando me vio, me preguntó si quería leer el Evangelio. La mayoría de los que allí estaban no son religiosos o, por lo menos, no son practicantes. Sin embargo, fue un momento de profunda unión, de fraternidad y esperanza. Sintieron el lavado de los pies como un abrazo al alma y, emocionados, agradecieron a los sacerdotes por acompañarlos en su sufrimiento. Ese día, en el que anuncié el Evangelio ante todos los compañeros de trabajo de mi hija, sentí que para eso fuimos llamados y enviados, para llevar la luz y la esperanza adonde más se necesita.