Atractivos de un carisma
Por Sonia Vargas Andrae (Bolivia)
ste es uno de los muchos textos de Chiara Lubich que me apasionan de manera particular, porque requiere ser contextualizado para comprenderlo. Además, se hace necesario superar el límite del lenguaje para bucear en la profundidad de su carisma.
Hoy en día la palabra inculturación contiene muchos límites, sobre todo porque en el proceso de inculturación una de las partes es más pasiva y la otra más activa, disimetría que no consigue la reciprocidad. La palabra que se utiliza actualmente para definir la relacionalidad con lo diverso es interculturalidad.
Si Chiara hubiera conocido el significado del término interculturalidad lo hubiera utilizado con preferencia, porque expresa mucho mejor la dinámica de reciprocidad de su carisma. ¿Cómo podemos llegar a esta conclusión? A través de la definición de interculturación: no es una actitud externa, es una disposición del espíritu que me abre no solo a acoger sino a hacer mía la diversidad del otro. Esta gimnasia de dilatar la mente, el corazón, las costumbres, la lógica para comprender y compenetrarme con el otro.
Chiara va a apuntar siempre a la verdadera vocación del hombre, amar a la trinitaria, que es un núcleo de su carisma. El hombre está llamado a construir relaciones profundas con lo diverso, como en la Trinidad. Por eso, para Chiara lo diverso no es un obstáculo, requiere un “arma”, “hacerse uno”, gimnasia espiritual que constituye mi verdadero yo en un exquisito nosotros.
El texto que hemos elegido es del encuentro que Chiara tuvo en Nairobi con la comunidad de los Focolares. En la primera parte cuenta el diálogo que tuvo con algunos obispos sobre la necesidad urgente de una interculturación en África:
Mientras esta autoridad eclesiástica hablaba, yo pensaba: Dios puso en nuestras manos un arma potente, África reclama la inculturación, América del Sur reclama la inculturación, Asia reclama la inculturación, ¿qué podemos hacer? […]
Ahora tienen que estar atentos, porque tal vez diré cosas algo más difíciles. Ustedes, africanos, tienen que inculturarse con la cultura europea, nosotros europeos tenemos que inculturarnos. Pero también entre ustedes, africanos: los de Burundi tienen que inculturarse con los de Kenia, porque son culturas diferentes, todas diferentes […].
[A esta inculturación] es lo que hemos llamado la inculturación focolarina, nuestra manera de inculturarnos: “hacerse uno”, hay que tenerlo muy en cuenta, porque yo estoy convencida de que es nuestro, es nuestra típica “arma”. No digo que los otros no la tengan, pero ciertamente la tenemos nosotros. El “hacerse uno” […].
Muchas veces se construyen hospitales, […] se construyen escuelas y muchas otras cosas. ¿Nos hacemos uno? […] Este modo de “hacerse uno” es externo. En cambio, “hacerse uno” requiere la inculturación, que significa, entrar en el alma del otro, entrar en su cultura, entrar en su mentalidad, entrar en su tradición, en sus costumbres, comprenderlas […].
Entonces, el arma potente [de la inculturación] es “hacerse uno”.
Chiara Lubich
Nairobi, 18/05/1992



