Aprendamos juntos a ser padres e hijos – En esta nueva fase de la vida, el joven mantiene la necesidad de adaptarse a lo que siente que los demás exigen de él, con el objetivo de ser plenamente aceptado. Sin embargo, al mismo tiempo también llega a la convicción de que, con respecto a determinados aspectos de sí mismo, su forma de vida, sus ideas y valores, ya no está dispuesto a esconderse ni a hacer concesiones sólo para complacer a los demás.
Por Ezio Aceti (Italia)
El mundo cambia constantemente y los jóvenes de hoy se debaten sobre su identidad, su futuro, sus proyectos. No es fácil para un joven saber elegir y, sobre todo, estar seguro de que lo que hace es lo correcto. Abordaremos dos retos que los jóvenes intentan vivir constantemente: la capacidad de autodeterminación; y el compromiso. En esta entrega, nos enfocaremos en el primero.
La capacidad de autodeterminación
El viaje del crecimiento lleva a los adolescentes a convertirse en jóvenes adultos. La confusión inicial entre su identidad individual y su papel en el grupo y en la sociedad se va resolviendo poco a poco. El psicólogo y psicoanalista alemán Erik Erikson (1902-1994) identifica en esta fase de crecimiento (19-25 años) la dialéctica entre dos tendencias opuestas: por un lado, la necesidad de fusionarse con los demás, y, por otro, la necesidad de preservar la propia identidad a través del aislamiento.
En esta nueva fase de la vida, de hecho, el joven mantiene la necesidad de adaptarse a lo que siente que los demás exigen de él, con el objetivo de ser plenamente aceptado. Sin embargo, al mismo tiempo también llega a la convicción de que, con respecto a determinados aspectos de sí mismo, su forma de vida, sus ideas y valores, ya no está dispuesto a esconderse ni a hacer concesiones sólo para complacer a los demás.
Si bien es cierto que ya en la adolescencia el joven se rebelaba para expresarse, aun a costa de entrar en conflicto, es evidente que en esta fase de edad lo que está en juego es mucho más importante: de hecho, cuando la persona ha alcanzado una cierta estabilidad respecto a su propia identidad, también se siente preparada para asumir compromisos a largo plazo. He aquí, pues, la característica sobresaliente de ser joven: ¡Asumir compromisos, responsabilidades!
Tales compromisos pueden adoptar la forma de relaciones íntimas y duraderas que permiten una profunda reciprocidad, lo que también lleva a aceptar ciertos sacrificios para cumplir los compromisos que tales relaciones exigen. Es el caso del compromiso o de las amistades más auténticas. Pero cuando estas no suceden, se producen dos consecuencias:
Aislamiento
Cuando estas relaciones íntimas no se realizan, el joven puede experimentar una fuerte sensación de aislamiento que va acompañada de sentimientos de ansiedad y una sensación de inadecuación. El aislamiento que puede resultar de no encontrar a una persona con la que compartir una parte del camino, también puede dar lugar a inseguridad, un sentimiento de inferioridad y la terrible cuestión de la propia adecuación en la vida.
El joven puede llegar a preguntarse si hay algo malo en él, algo inaceptable o equivocado. También puede acabar sumido en una profunda crisis sobre el sentido de su propia existencia, sin encontrar propósito ni dirección. Muchos jóvenes de hoy en día se encuentran en la aguda dificultad de determinar su lugar en el mundo; algunos no se sienten a la altura de las expectativas de la sociedad, otros no están seguros de cuáles son sus capacidades reales, otros luchan por reconocer sus deseos, otros esperan a que alguien de afuera les muestre un camino y, “mágicamente”, todo salga bien.
Si la pregunta sobre las propias opciones tuviera un manual de instrucciones, creemos que muchos jóvenes lo consultarían, ya que determinarse a sí mismos es la tarea más ardua a la que están llamados a su edad.
Incertidumbre y confusión en la toma de decisiones
Al momento de elegir, el joven puede encontrarse con grandes dificultades y tomar decisiones precipitadas, o, por el contrario, posponerlas indefinidamente. Hasta el punto, paradójicamente, de evitar constantemente hacer una elección.
Pero preguntémonos: ¿qué impide a un joven elegir?, ¿qué obstaculiza este proceso? Es posible que en su cabeza tenga la idea de que existe una solución perfecta a su pregunta. Por eso teme enormemente equivocarse, interpretando el error como una condena o un destino de infelicidad perpetua. Puede estar continuamente dándole vueltas a una pregunta, aplazando u na decisión: esto lo lleva a un estado de ansiedad exacerbado, que potencia aún más la capacidad de decisión.
Ciertamente, toda decisión conlleva la renuncia a alguna posibilidad; sin embargo, el camino de la autodeterminación es apremiante y está lleno de sorpresas. Autodeterminarse es posible cuando, junto a la dimensión de la inteligencia humana que capacita al joven para investigar, conocer, cuestionar… se educa también otra característica de la persona: la voluntad.
Voluntad y libertad: una combinación ganadora
La voluntad se manifiesta en la libertad de decidir qué es bueno hacer en respuesta a los acontecimientos que la vida pone ante cada persona. La voluntad es un elemento ontológico de la persona, es decir, es una de sus características fundantes. Aunque presente desde el nacimiento, la voluntad es un elemento de la persona que se desarrolla mediante el buen ejercicio y en estrecha unión con la conciencia.
A veces, el proceso de toma de decisiones se ve obstaculizado por la falta de libertad: mientras que las generaciones anteriores corrían el peligro de definirse como poco capaces de elegir, porque había pocas oportunidades, ahora las opciones de elección (educación, profesión, orientación sexual, pareja, hogar, entre otras) han aumentado desproporcionadamente, pero no se han desarrollado las capacidades adecuadas para evaluarlas y juzgarlas como buenas.
Esto sucede porque las personas sólo experimentan la libertad como algo que les libera de limitaciones: aspiran a liberarse de horarios, obligaciones, compromisos, responsabilidades estrictas. Sin embargo, está claro que esta libertad es ilusoria porque, en cuanto se liberan de una limitación, pronto aparece otra.
En cambio, la libertad que conduce a la realización personal y a la determinación es una libertad orientada a un fin, que es el don de uno mismo •