Cuento para las infancias
Por Miriam Pina (Brasil)*
Allí, “donde dobla el viento”, había una pequeña ciudad en la que las personas aprendían, desde muy temprana edad, a “bailar al son de la música”.
Un buen día, la ciudad despertó con una noticia: durante la madrugada, había llegado para quedarse a vivir ahí una pareja joven con una niña llamada Sofía.
Cuando Sofía empezó a caminar, no lograba “entrar en el baile” como todos los demás y, casi siempre, se echaba a llorar. Los años fueron pasando, y la tristeza de la niña sólo aumentaba.
Un día, volviendo de la escuela, Sofía decidió cortar camino por el bosque. Ya le habían contado muchas historias sobre los peligros ocultos de ese lugar: se creía que seres misteriosos vivían escondidos entre los árboles, y que atacarían a cualquiera que se les acercase. Para Sofía, sin embargo, el deseo de develar ese misterio era más grande que el miedo a enfrentarse a esas creencias o equivocarse en el camino a casa y quedarse vagando en la oscuridad. Y así, siguió avanzando con cuidado por ese sendero desconocido.
Finalmente, en una curva del camino, Sofía encontró una cabaña. Curiosa, decidió abrir la puerta. Después de algunos segundos –que le parecieron horas– escuchó el sonido de pasos acercándose lentamente. La puerta se abrió con un crujido y, desde adentro, apareció una viejita simpática que le preguntó suavemente:
– ¿Qué quieres, hija mía? ¿Qué te trae aquí a estas horas?
-Tengo mucha sed, ¿puede darme un vaso de agua, señora?
– ¡Claro, mi niña querida! Entra y quédate todo lo que quieras. Voy a buscar agua fresquita, y cuando regrese me gustaría que contaras lo que realmente estás buscando.
Sofía pensó: “¿Será que ella puede leer mis pensamientos? ¿Cómo sabe que estoy buscando algo?”
En verdad, Sofía estaba buscando respuestas para algunas preguntas que daban vueltas en su cabeza, cuando escuchó a la viejita volver con el agua, canturreando:
El día pasa,
Llega la tarde,
Viene el ocaso,
Muere la estrella.
Nace la estrella:
Resplandeciente oscuridad.
Sonido y luz,
Espacio y tiempo,
Sin misterios
Danzan juntos
En la palma
De mi mano.
“¿Qué está queriendo decir”, pensó Sofía. Después de tomar el agua, se dio vuelta para agradecer a la señora, pero ya no vio a nadie. Además, no había ni una señal de casa en ese pedazo del camino. Estaba sola, recostada en el tronco de un árbol. ¿Habría soñado todo eso?
¡Todo parecía tan real! La sed, la viejita sabia, el agua y la canción que todavía hacía eco en sus oídos.
A Sofía le llevó todavía un tiempo –y mucho ejercicio de escuchar su voz interior– hasta descubrir cómo conectarse con esa Sabiduría que todos tenemos dentro. Pero no tardó en descubrir que era su trabajo identificar, entre errores y aciertos, los pasos de la danza que debía dar durante cada etapa de la vida –a veces en solo, a veces en la armonía lograda en grupo–. Finalmente comprendió que el sonido y la luz, el espacio y el tiempo, se articulan y se unen para componer la obra maestra de nuestra existencia, única e irrepetible •
*Obra publicada originalmente en la Revista Cidade Nova, Brasil.