Uruguay – Uruguay vive una de las sequías más profundas desde 1950. Aun así, el fenómeno no es un problema únicamente del país oriental, sino que también afecta el continente americano. Predicciones, desafíos y propuestas mirando hacia un horizonte complejo. Las causas y sus consecuencias ofrecen, al mismo tiempo, certezas sobre algunas posibles medidas a tomar.

por Ignacio Amaro (Uruguay)

De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, el concepto de “sequía” se remite un período de tiempo con condiciones meteorológicas anormalmente secas, suficientemente prolongado como para que la falta de precipitación cause un grave desequilibrio hidrológico.

Los científicos recuerdan que, en las últimas seis décadas, Paraguay, Chile, Argentina y Uruguay han sufrido sequías. Apuntan que la mayoría de los eventos, incluida la seca de 2022, están vinculados con el fenómeno de los ciclos de la Oscilación Sur del Pacífico (conocido como ENSO), un patrón climático que produce oscilaciones de la temperatura tanto a nivel oceánico como atmosférico. Tiene dos fases: El Niño, que en Uruguay trae temperaturas más cálidas y más lluvias; y La Niña, que trae temperaturas más frías y es más seca.

Los investigadores plantean que América del Sur está pasando por el tercer año consecutivo de La Niña, un factor importante a tener en cuenta. Las temperaturas más altas en la región, que se han atribuido al cambio climático, redujeron la disponibilidad de agua en los modelos a fines de 2022, lo que indica que es el cambio climático el que probablemente haya reducido la disponibilidad de agua durante este período de tiempo. Si bien la reducción de las precipitaciones se encuentra dentro de la variabilidad natural, las consecuencias de la sequía son cada vez más severas debido al fuerte aumento del calor extremo. Por su severidad, intensidad y duración, se considera que este es uno de los cinco eventos de sequía más importantes desde 1950 para la región.

Además de las consecuencias climatológicas, ¿cómo impacta esto en las poblaciones? Ciudad Nueva conversó al respecto con Elcira Eguren, ingeniera agrónoma uruguaya.

“La sequía afecta de múltiples formas a la economía. La cara más visible de las dramáticas consecuencias son los perjuicios que provoca en el campo. El bajo nivel de precipitaciones ha influenciado de manera muy negativa en el desarrollo del sector agrícola ganadero, principalmente en los rubros de lechería, horticultura, fruticultura, ganadería, agricultura de secano y apicultura”, sostuvo la especialista.

En cuanto a los efectos a futuro, dijo que la sequía va a impactar en la producción de los años subsiguientes, por ejemplo, generando la pérdida de numerosos árboles frutales, disminuyendo la tasa de preñez en ganadería (menos animales de producción para próximas zafras), provocando endeudamientos por rendimientos menores a lo esperado y pérdida de colmenas, entre otras consecuencias.

“El déficit hídrico también produce, naturalmente, efectos muy graves en la producción de energía hidráulica, que representa una tercera parte de las fuentes de generación eléctrica en Uruguay. Eso deriva, necesariamente, en una mayor presencia de fuentes no renovables como la térmica, a través de combustibles fósiles que generan gases de efecto invernadero, o en un aumento de importación de energía, que significa un mayor gasto para el Estado”, agregó Eguren.

El 2023 es uno de los peores años en materia de incendios forestales a raíz de los factores climáticos. Informes señalan que, en el período comprendido entre el 1 de diciembre de 2022 al 20 de enero de 2023, se registraron un total de 1.829 incendios, en los que fueron dañadas alrededor de 12.971 hectáreas. Estos números arrojan un promedio de 35 incendios diarios.

El motivo de esto se debe al déficit de humedad en el suelo por bajas precipitaciones y las temperaturas elevadas. Esto ha sido una combinación perfecta para el aumento de incendios forestales, que han quemado miles de hectáreas, incluyendo zonas de esteros y humedales.

El tercer año consecutivo de La Niña ha tenido un alto impacto en Uruguay, por lo que se ha decretado reiteradamente la emergencia agropecuaria (en este país, el plazo por emergencia agropecuaria es de tres meses) con líneas de crédito destinadas a que los productores puedan paliar los efectos de la sequía, que implican la quita de algunos impuestos y tasas muy flexibles, reducción del costo de energía para riego, entrega de fardos y raciones con importantes subsidios y permiso de pastoreo, entre otras facilidades.

Ante la pregunta por las posibles medidas a implementar, Elcira Eguren respondió: “En Uruguay, teniendo en cuenta principalmente el agua potable para consumo humano, se vienen tomando algunas medidas preventivas tales como limitar el uso del agua para fines no prioritarios como piscinas, lavado de veredas, autos, patios, etc. Más allá de las medidas coyunturales, deben tomarse medidas estructurales para futuros eventos”.

Además, agregó que, respecto de la producción agropecuaria, es fundamental la implementación de líneas de crédito para la construcción de represas (obras de mayor envergadura) y para el riego de cultivos, con plazos de amortización e intereses que sean acordes con los sistemas productivos y sus ciclos. Los tajamares y las represas son obras de captación del agua de escurrimiento y en la actualidad, según técnicos de Udelar, el Uruguay capta menos del 4 % del agua de escurrimiento, mientras que el 96 % restante termina aportando al Océano Atlántico.

Para cerrar, la ingeniera agrónoma enfatizó que debe existir, además de la respuesta de los gobiernos ante esta problemática, la necesaria colaboración de los integrantes de las comunidades en el manejo responsable y consciente del agua para las actividades cotidianas. Por último, pero no por ello menos importante, se debe poner énfasis en la educación de los niños en prácticas responsables del uso de este bien indispensable •