Editorial

Acompañar a las nuevas generaciones en su desarrollo, crecimiento y formación es un objetivo que se renueva constantemente. Sin dudas es uno de los grandes desafíos y responsabilidades de una humanidad que cree y confía en que lo mejor está por venir. A su vez, y viviendo una reciprocidad de la cual a veces no se es consciente, la fuerza, ilusiones y sueños de los jóvenes son una inyección de energía para quienes ya han hecho un recorrido y necesitan seguir creyendo en un mundo siempre mejor.

Esta relación entre jóvenes y adultos se alimenta sin lugar a dudas en los ámbitos de la educación formal pero también en la cotidianeidad, en la vida misma, en las experiencias de construcción colectiva en las que unos y otros se comprometen alcanzando un enriquecimiento mutuo.

Tiene que ver esto con las palabras que Monseñor Piero Coda utilizó al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Católica de Córdoba, en Argentina, luego que el arzobispo de aquella ciudad, cardenal Ángel Rossi S.J, mencionara la predisposición de Coda a salir de su zona de confort y a poner en diálogo permanente su pensamiento: “Se trata de ponernos en actitud de aprendizaje recíproco unos de otros”.

Este intercambio de palabras que se dio en la ceremonia universitaria refuerza una idea: el potencial que podemos encontrar en los ámbitos educativos como vectores de una cultura más humana. En este número de Ciudad Nueva, quisimos hacer énfasis en ese universo. En la riqueza de los espacios de formación y aprendizaje de distinta índole, ya sea en aquellos que ocurren dentro de entidades educativas como también fuera de ella.

Al mismo tiempo, el Instituto Universitario Sophia, con su casa madre en Italia, tiene una sede en la región, para que en América Latina y el Caribe también se pueda acceder a su oferta académica que, inspirada en los valores del Evangelio, busca un diálogo constante con los diversos saberes espirituales, científicos y de los pueblos.

Sea cual fuere el caso o la modalidad, el hecho de apostar a la formación de las nuevas generaciones y al espíritu crítico frente a la realidad al mundo genera un compromiso social y humano capaz de contribuir a una cultura de paz.

Y desde el lado de las experiencias de vida asoma en el horizonte el Genfest, que a mediados de este año se realizará en San Pablo, Brasil. Bajo el lema “Juntos para Cuidar”, el evento reunirá a miles de jóvenes de diferentes culturas y religiones, impulsados por la idea de la construcción de un mundo más unido y fraterno.

Se trata de iniciativas y vivencias que significarán un apuntalamiento de los sueños más genuinos de construir una sociedad mejor. Una sociedad de la que todos somos protagonistas, cada uno desde su lugar, y en la que los adultos tienen la oportunidad de dejar un legado que permita seguir creciendo a quienes hoy vienen detrás, para que luego ellos sean quienes continúen pasando la bandera de la fraternidad universal a los jóvenes del mañana •

Pasar la bandera
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