Reconfiguración de la gobernanza climática global: bosques, océanos, pueblos indígenas, transición energética y justicia climática

La realización de la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) en Belém do Pará representó un hito histórico al trasladar el centro de la diplomacia climática al interior de la Amazonía, acercando la ciencia, las comunidades tradicionales y las instituciones multilaterales a los ecosistemas directamente afectados por la crisis climática.

Por Edison Barbieri (Brasil)

A pesar de los persistentes puntos muertos –sobre todo la ausencia de consenso sobre la eliminación vinculante de los combustibles fósiles– la COP30 produjo avances estructurales que reorganizan la gobernanza global en cinco ejes centrales: fortalecimiento del financiamiento forestal, gobernanza oceánica, reconocimiento de los pueblos indígenas como agentes decisorios, redefinición de la transición energética e institucionalización de la justicia climática como principio operativo.

Gobernanza forestal: del carbono a la integridad socioecológica

Uno de los principales resultados de la COP30 fue el rediseño del financiamiento forestal internacional, incluyendo iniciativas como el Fondo para el Bosque y el Fondo Bosques para Siempre. El nuevo enfoque supera la lógica compensatoria centrada exclusivamente en emisiones evitadas, incorporando criterios de evaluación basados en biodiversidad funcional, conectividad de paisajes, estabilidad hidrológica y manejo territorial comunitario.

Además, los mecanismos aprobados amplían la gobernanza local, permitiendo transferencias directas a comunidades, unidades de conservación y territorios indígenas, reduciendo intermediaciones estatales y fortaleciendo modelos de gestión social de la selva. Esta reestructuración representa un cambio conceptual: la selva deja de ser tratada como un activo financiero y pasa a ser reconocida como infraestructura bioclimática y geopolítica.

A pesar del avance, la eficacia del modelo dependerá de auditorías independientes y de salvaguardias contra la captura corporativa y los usos políticos de los recursos ambientales.

Gobernanza de los océanos: de la economía azul a la seguridad climática marina

La COP30 reposicionó el océano en el centro de las negociaciones climáticas, consolidando acuerdos multilaterales e iniciativas bilaterales, como el pacto Brasil-Francia para monitoreo y gestión del Atlántico Sur. El nuevo marco integra ciencia oceánica, conservación y economía azul bajo un enfoque ecosistémico, incluyendo:

• Redes integradas de satélites y sensores para el monitoreo del carbono marino.

• Metas vinculantes para áreas marinas protegidas y corredores ecológicos.

• Certificación de cadenas productivas para evitar el greenwashing oceánico.

• Directrices internacionales para tecnologías emergentes, como la geoingeniería y la manipulación de microalgas.

Este reposicionamiento rompe con el uso históricamente extractivista de los ambientes marinos y los inserta en el núcleo de las estrategias planetarias de mitigación y adaptación climática.

Pueblos indígenas como agentes políticos y epistémicos de la gobernanza climática

La COP30 marcó un cambio sustancial al reconocer a las poblaciones indígenas no solo como participantes simbólicos, sino como coproductoras de conocimiento y corresponsables en la formulación de políticas climáticas. Entre las medidas estructurales, se destacan:

• Participación activa en mesas técnicas con capacidad deliberativa.

• Mecanismos permanentes de financiamiento para la gestión territorial indígena.

• Reconocimiento de los territorios tradicionales como infraestructuras climáticas efectivas.

Este cambio inserta epistemologías tradicionales en el centro de la política ambiental, desplazando la relación entre el Estado y las comunidades de una postura consultiva a un régimen colaborativo de gobernanza.

Transición energética: entre innovación tecnológica y justicia territorial

Si bien la conferencia avanzó en compromisos sobre reducción de metano, electrificación de transportes y cadenas industriales de bajas emisiones, emergieron tensiones profundas relacionadas con la naturaleza de la transición energética. La COP30 expuso contradicciones fundamentales:

• Minería intensiva de litio, níquel y tierras raras.

• Expansión de hidrovías e hidroeléctricas sobre áreas sensibles.

• Producción de hidrógeno verde orientada a la exportación y no a demandas sociales internas.

La conferencia reforzó que una transición energética sin equidad territorial puede reproducir el modelo extractivista basado en combustibles fósiles, solo que con nuevos insumos estratégicos. El paradigma emergente propone redefinir la energía renovable bajo criterios de soberanía socioambiental.

Justicia climática como marco normativo y no retórico

Uno de los avances conceptuales más relevantes de la COP30 fue la transformación de la justicia climática en un criterio estructurante para el financiamiento, la toma de decisiones y la implementación de políticas. Las directrices incluyen:

• Priorización de países y poblaciones vulnerables en la distribución de recursos.

• Reconocimiento de pérdidas y daños como una responsabilidad histórica y no como asistencia humanitaria.

• Incorporación de la desigualdad racial, territorial y socioeconómica en las estrategias de adaptación.

Tal cambio reposiciona el debate climático de un universalismo abstracto a un enfoque orientado por la vulnerabilidad, la redistribución y la reparación histórica.

Consideraciones finales de la COP30

Más allá de la reconfiguración geopolítica de la gobernanza climática al desplazar el epicentro de las negociaciones hacia ecosistemas estratégicos del sur global, sus avances permanecen condicionados a tres desafíos estructurales:

• La resistencia internacional al abandono de los combustibles fósiles.

• La captura corporativa de agendas como la bioeconomía y la transición energética.

• La ausencia de mecanismos de fiscalización global con carácter vinculante.

Más que un evento, la COP30 inauguró un cambio de paradigma: enfrentar la crisis climática implica redistribuir poder –ecológico, económico y epistémico– y no solo reducir emisiones.

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