Después de doce años de pontificado, el papa Francisco deja un legado de un valor incalculable que se expresa en claves para el discernimiento personal y comunitario, una nueva gestualidad pastoral, un nuevo modo de caminar la historia como Iglesia, y formas de interpretar la realidad que posibiliten su efectiva transformación.
Por Dr. Pablo A. Blanco* (Argentina)
El papa Francisco ha pasado a la eternidad este lunes 21 de abril de 2025. Deja tras de sí un legado para la Iglesia y toda la humanidad que sólo el tiempo nos permitirá dimensionar acabadamente y con justicia. Sin pretender ser exhaustivo quiero subrayar sólo algunas notas de ese legado, reseñado en palabras, documentos y gestos de estos años de pontificado.
Misericordia y esperanza
En el año 2016 el papa Francisco convocó al Jubileo de la Misericordia y este año 2025 había convocado al Jubileo de la Esperanza, dando a entender la importancia de verlas como caras de una misma moneda. “Aunque nuestra historia parezca pesada, complicada, tal vez incluso destrozada, siempre tenemos la posibilidad de entregarla a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino”. “¡Dios es misericordia y siempre nos espera!”, nos decía en su catequesis preparada para la Audiencia General del miércoles 26 de marzo.
Perdón, reconciliación y paz
Todos recordamos el encuentro ecuménico del papa Francisco en 2016 pidiendo por la paz en Siria; la oración interreligiosa en la llanura de Ur (Irak); su paso y preocupación permanentes por el proceso de paz en Colombia y Oriente Medio. Afirmaba en una de sus catequesis que la verdadera paz nace de la reconciliación con Dios y los hermanos. “Si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos, podemos estar verdaderamente en paz”, señalaba el Papa Francisco en 2017.
Inclusión y periferias
Desde el inicio de su pontificado en Evangelii Gaudium, Francisco señaló como rumbo de la Iglesia la búsqueda de las “periferias existenciales” (N°30) y concretas en las que colocó a los refugiados, la infancia excluida, los pobres y las víctimas de trata. En su mensaje de 2022 con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad afirmaba que “el magisterio de la fragilidad es un carisma con el que ustedes –hermanas y hermanos con discapacidad–pueden enriquecer a la Iglesia… haciéndola más humana y acogedora. Sin vulnerabilidad, sin límites, sin obstáculos que superar, no habría verdadera humanidad”.
Sinodalidad y fraternidad
Para el papa Francisco es “esencial una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”, expresaba en Fratelli Tutti (N°1), también decía en el mensaje Urbi et Orbi durante la pandemia en 2020 que “estamos todos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”. Esto mismo aplicaba a la Iglesia, donde el caminar juntos debía ser el estilo de ser Iglesia de cara al tercer milenio: “La sinodalidad denota el estilo particular que califica la vida y misión de la Iglesia, expresando su naturaleza de Pueblo de Dios que camina y se reúne en asamblea, convocado por el Señor Jesús en el poder del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio” (Sínodo 2021-2024).
Santidad y conversión
La conversión de la humanidad parte de la conversión del corazón del hombre llamado a ser santo. La Santidad es un programa para el hombre de hoy (N°2) como afirma en Gaudete et exsultate, y no es otra cosa que identificarse con el corazón de Jesús como señala en Dilexit Nos, “no es sólo una norma moral lo que nos mueve a resistir ante estructuras sociales alienadas, desnudarlas y propiciar un dinamismo social que restaure y construya el bien, sino que es la misma “conversión del corazón” la que “impone la obligación” de reparar esas estructuras. Es nuestra respuesta al corazón amante de Jesucristo que nos enseña a amar” (N°183).
Familia y Casa Común
“Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”, señalaba en Amoris Laetitia (N°79) indicando la guía del discernimiento pastoral. Así como la familia es el lugar donde nace, crece y se desarrolla la vida, también lo es la Creación, nuestra Casa Común llamada a ser custodiada. Afirmaba en Laudato Si: “Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas” (N°43).
Estas son apenas algunas notas de un enorme legado, incalculable como decía al comienzo, al cual se pueden sumar tantísimas otras notas. Sólo quisiera agregar al final una nota más: su liderazgo espiritual mundial, siempre generoso, profético, centrado en el anuncio de la verdad del Evangelio, una verdad que siempre resulta incómoda cuando nos confronta con intereses, prejuicios y opacidades, provocando en nosotros el deseo de una conversión sincera.
En su mensaje del domingo de Pascua, horas apenas de su partida, denunciaba: “¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes!”.
Decía proféticamente Benedicto XVI en Caritas in Veritate (N°67): “Urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII”.
Presiento que el papa Francisco ha encarnado ese clamor con autoridad moral, y ha elevado a la Iglesia por sobre intereses mezquinos e inhumanos de quienes se disputan la hegemonía mundial, a costa del dolor y el sufrimiento de los pueblos •
* El autor es Director del Instituto de Espiritualidad y Acción Pastoral de la UCA. Es politólogo, máster en Doctrina Social de la Iglesia y docente de grado en UCA y de posgrado en UBA, UNLP y CLAdeES. Coordina la cátedra libre de Pensamiento cristiano (UNNOBA).



