«Solo merece ser dicha aquella palabra que fue amasada en el silencio”, solía decir Eduardo Pironio. Cuando nos sumergimos en la historia y actualidad de los pueblos originarios de nuestra América profunda, ese sabio pensamiento del cardenal es fundamental para comprender la importancia de la acallada voz de tantas culturas ancestrales a lo largo de los siglos, y que en las últimas décadas fue cobrando cada vez más fuerza.

Cientos de años de injusticias y opresión han soportado –y aún soportan– las diferentes etnias que enraiquecen la región latinoamericana en general, y esta porción del Cono Sur en particular. Por eso, la experiencia de trabajo colectivo que desde hace algunos meses estamos construyendo con las redacciones de Ciudad Nueva de Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina motivó que las páginas de la revista se dispusieran a un abordaje –no siempre completo– de la realidad presente de distintos pueblos que continúan luchando por un necesario, impostergable y más concreto reconocimiento por parte de los diferentes Estados.

Es conmovedor leer los testimonios de los descendientes de estas culturas prehispánicas y el trabajo que tantos otros realizan para acompañarlos, con el objetivo de restablecer derechos de los que han sido despojados.

Precisamente, semanas atrás se cumplieron 100 años del nacimiento de Rodolfo Kusch1, profesor argentino de Filosofía que siempre se interesó en profundizar, expresar e indagar en el pensamiento popular e indígena americano. A propósito del centenario, diferentes medios resaltaron aspectos de su obra, en la que predomina una crítica al pensamiento racionalista occidental europeo, de gran influencia en la conformación de la nacionalidad americana de principios del siglo XIX. En su primer libro, de 1953, La seducción de la barbarie, analiza la relación entre dos racionalidades presentes en América: la occidental, centrada en el ser, en el ente, en la cosa, y la indígena, centrada en el estar, en el domicilio, en el hábitat, racionalidad a la que la cultura letrada y académica negaba su lugar dentro del saber.

Por otra parte, vale destacar los caminos de diálogo que se han trazado a lo largo de los últimos años, y en ese sentido bien sirve remarcar lo que fue, por ejemplo, el Sínodo de la Amazonía de 2019, a través del cual la Iglesia promovió un encuentro entre culturas, dando principalmente la palabra a quienes han sido postergados a lo largo de siglos. Entonces, algunos obispos resaltaban que en el documento final resonaba en varias oportunidades la palabra alianza, para hacer notar el vínculo entre la Iglesia y los pueblos originarios, en el que se incluye el tema del territorio, la tierra; el hacer una alianza con la tierra, y una alianza entre la Iglesia y los pueblos originarios.

Kusch resumiría esa alianza en el desafío de “estar siendo”, como estancia, como espacio habitable en el que todos podemos ser actores protagónicos de una humanidad más dialogante con su pasado y su presente, construyendo un futuro en el que todos tenemos lugar.

1. https://www.argentina.gob.ar/noticias/celebramos-los-100-anos-del-nacimiento-de-rodolfo-kusch

Todos tenemos lugar
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