Un hogar lejos del hogar

En la ciudad de Encarnación, en el sur del Paraguay, una familia construye una residencia universitaria y decide “hacerse familia” con jóvenes que se encuentran lejos de su casa, teniendo que vivir solos a causa de los estudios.

Por Lucas Oliveira (Paraguay)

Las hermanas Liz Marlene y María Fernanda vivían con sus padres, Mario Santacruz y Victoria Alvarenga, en la ciudad de Santa Rita, a 340 km. de Asunción. A los 14 años, se van a vivir en Encarnación (a 360 km de Asunción y a 200 km de Santa Rita), para cursar los bachilleratos técnicos que deseaban. Tienen que buscar donde vivir, pero “nos tocaron lugares muy feos, desagradables en cuestión de ambiente”, recuerda Victoria. Paredes rasgadas, mucha humedad, calor excesivo, baños muy pequeños, habitación compartida con lavadero y cocina. 

“Sentíamos pena de ver a los chicos así”, comenta. “Y entonces dijimos: bueno, dejemos el alquiler, busquemos un terreno cerca de la UNI1, y emprendamos una construcción para dar mayor calidad de residencia a los jóvenes”. Era el año 2013.

Encuentran el terreno a solo cuatro cuadras de la universidad y empiezan a construir el primer departamento, donde van a vivir sus hijas. Enseguida, Mario, que es técnico superior electro-técnica, se jubila, y con los aportes jubilatorios pueden invertir en su “residencia universitaria”, como la llaman.

Y a cada año construyen uno más, hasta llegar a los actuales diez departamentos. Más en el que viven, pues ellos también se mudaron a Encarnación hace unos años. “Y están en fase de terminación los dos últimos, que estarán disponibles dentro de dos meses”, completa Victoria. No fue, sin embargo, una decisión fácil. “Yo tuve dos años dudando comprar este lote”, cuenta Mario. Pero, al final, reconoce que era el paso que debían dar. Y no se arrepintió.

Vida en familia

Tras la dura experiencia vivida por sus hijas, Mario y Victoria decidieron dar a jóvenes que se van a estudiar en Encarnación una perspectiva diferente: un espíritu de familia.

Mario está más presente durante la semana, porque Victoria es directora de un colegio en Santa Rita y debe viajar semanalmente para allá. Él enseña a los jóvenes –que actualmente son siete– a clasificar la basura para el reciclaje, charla con los jóvenes, comparte experiencias de sus tiempos de estudiante universitario y les da consejos. Victoria, los domingos, prepara la sopa paraguaya o el chipá guazú2. Y siempre los comparte con aquellos inquilinos que no se van a pasar el fin de semana en sus casas.

Son muchos los episodios cotidianos en los que Mario y Victoria se permiten “ser familia” con estos jóvenes. “A veces les salvamos en algunas situaciones económicas porque los padres están lejos”, cuenta Victoria, agregando también, por ejemplo, cuando se quedan sin sus llaveros “y saben que nosotros estamos, y les socorremos haciéndoles copias de las llaves para que puedan ingresar”. 

Compartir almuerzos y cumpleaños, celebrar el ingreso a la universidad y otros momentos de fiesta son escenas comunes en esa residencia universitaria. “Es una forma de interesarnos por sus vidas, guiarlos, porque nosotros también hemos pasado por eso”, comenta Mario, enfatizando que ellos “son para nosotros parte de nuestra familia”. “Y ellos se sienten como en casa”, completa Victoria.

Eso se refleja en los jóvenes que buscan un lugar hacia ellos luego de haber vivido en lugares que, según cuentan Mario y Victoria, se asemejan a aquel lugar en que vivieron sus hijas antes de que su emprendimiento empezara. Cuentan que “parece que prefieren este lugar, porque sienten algo distinto”. De hecho, dicen que nunca tuvieron episodios lamentables con los jóvenes, sino que hay siempre un respeto al ambiente común y hacia los demás.

“Los que entran no se van enseguida”, cuenta Mario. “Por casos especiales es que se sale de la casa. Creo que tuvimos uno o dos estudiantes que salieron de acá”, normalmente para compartir los gastos con un amigo o un hermano en otro lado de la ciudad.

Esta es una experiencia que empieza a ir más allá de sus muros, haciéndose presente en el contexto en que están insertos. Por un lado, Mario y Victoria cuentan que recientemente trabajaron en su parroquia la realidad de las familias de su barrio, y destacaron el hecho de que hay muchos jóvenes que migran hacia Encarnación para seguir los estudios universitarios, y que hay que acompañarlos. Una propuesta que, cuentan, se hizo llegar también a la diócesis.

Otro acercamiento a la comunidad que se inicia es con la Fazenda de la Esperanza3 “Rosa Mística”, en los alrededores de Encarnación. Para una beca ofrecida por la Municipalidad de Encarnación, los jóvenes estudiantes deben hacer una actividad de extensión universitaria de carácter social. “Entonces los llevamos a visitar la Fazenda y ver qué tarea podrían darles allá”, cuenta Victoria.

Con las familias

La relación de Mario y Victoria con los jóvenes que acogen en su residencia universitaria va más allá, y alcanza también a toda la familia. Por un lado, los estudiantes se sienten abiertos a hacerse conocer hablando también acerca de sus familias. Por otro lado, sus padres se encuentran tranquilos sabiendo que hay alguien que cuida a sus hijos cuando ellos están lejos.

La presencia de la familia viviendo en uno de los departamentos de la residencia universitaria es un punto positivo y que da a las familias de los jóvenes estudiantes tranquilidad y seguridad. “No están los dueños habitando en los otros departamentos. Como que hay más inseguridad. Sabemos que entran a robar incluso, situación que nosotros nunca hemos pasado”, comenta Victoria.

“Los padres cuando vienen son muy agradecidos porque ven en nosotros un apoyo hacia sus hijos”, cuenta Victoria. Y continúa: “No les tomamos como un cliente nomás. Somos también muy flexibles con ellos a veces con los pagos. Hay dificultades, nos comentan. Y procuramos facilitarles lo que ellos estén necesitando. Porque nosotros también hemos vivido con nuestras hijas esta distancia que hay con la familia” •

1. Universidad Nacional de Itapúa, con sede en Encarnación.

2. Platos típicos paraguayos.

3. La Fazenda de la Esperanza es una comunidad terapéutica que opera desde 1983 en el proceso de recuperación de personas que buscan liberarse de sus adicciones, principalmente al alcohol y las drogas.

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