Editorial
Vivimos en un mundo marcado por la incertidumbre y la adversidad. Por estímulos efímeros y felicidades más líquidas que sólidas. En ese contexto, sostenernos en la alegría, como dice en uno de los artículos de esta revista el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, se convierte en un acto revolucionario. La alegría, entendida no como un mero estado de ánimo, sino como una convicción arraigada en la fe en un futuro mejor y en el compromiso con el prójimo, emerge como un poderoso instrumento de paz, igualdad y construcción de un mundo unido.
En medio de la desazón y desaliento que muchas veces amenazan con sofocarnos, encontramos un faro de esperanza en colectivos (o agrupaciones) como el Movimiento Políticos por la Unidad (MPPU). Fundado a la luz del carisma de la Unidad de Chiara Lubich, el MPPU se erige como un testimonio vivo de que la acción política puede ser un vehículo para la fraternidad y la construcción del bien común. Desde Italia hasta América Latina, pasando por diferentes puntos del globo, este movimiento ha demostrado que la política, lejos de ser un campo de discordia, puede ser un espacio de encuentro y diálogo, donde la diversidad es valorada y la fraternidad se convierte en el motor del cambio social.
Ese camino hacia la fraternidad universal no está exento de desafíos. Lo deja muy claro el propio García Cuerva en su intervención a propósito de los 10 años de la exhortación del papa Francisco Evangelii Gaudium. En un mundo marcado por el individualismo y la desconfianza, es fundamental cultivar una actitud de gratitud y alegría compartida. “Estoy convencido de que es revolucionario sostenernos en la alegría”, dice. La verdadera alegría, arraigada en la fe y en el encuentro con el otro, nos convoca a ser agentes de esperanza y constructores de un mundo más justo y solidario.
Como agentes de esperanza, es fundamental tomar a la palabra como aliada principal. Como herramienta elemental para tejer lazos de humanidad. El poder de la palabra, tan inagotable como efectivo, es capaz de ser el inicio de una sociedad en paz. Lo enfatiza la rabina Silvina Chemen, también en ocasión de los 10 años de la exhortación del papa Francisco, y citando el dicho el talmúdico: “quien salva una vida, salva el mundo entero”.
Tenemos un enorme desafío entre manos, individual y colectivamente. Seamos portadores de alegría allí donde estamos •