El liderazgo en Chiara Lubich – A partir de la segunda mitad del siglo pasado y hasta el final de su vida, Chiara Lubich (1920-2008) fue una líder espiritual de marcada influencia internacional. Más allá de los frecuentados ámbitos católicos de su formación juvenil, Chiara amplió sucesivamente su propuesta (ella lo denominaba “el ideal”) a otras tradiciones religiosas e inclusive a personas no creyentes.

Por José María Poirier (Argentina)

Chiara Lubich nació en la ciudad italiana de Trento, que había pertenecido en el siglo XIX al Imperio austrohúngaro, y se la reconoció como una de las grandes figuras espirituales de nuestro tiempo. Maestra, escritora y fundadora del Movimiento de los Focolares, en su juventud hubiera querido encarar la carrera universitaria de filosofía, pero las graves circunstancias de la guerra se lo impidieron. Frente a esa honda frustración, reaccionó con la diaria meditación de los evangelios y la percepción de que Jesús le hacía sentir que sería Él mismo su verdadero maestro. Repetidamente aclamada por universidades, fundaciones y gobiernos de diferentes países (incluso en la Argentina, donde recibió un doctorado honoris causa en la UBA por iniciativa del rector Oscar Shuberoff  y la designación de visitante ilustre de la ciudad de Buenos Aires, a manos de Enrique Olivera), Lubich era de un temperamento reservado y hasta tímido, pero a la hora de comunicarse con sus variados interlocutores ella hacía gala de una extraordinaria capacidad de entusiasmar y alentar múltiples iniciativas.

Algunas veces se refirió con particular afecto tanto a su padre, de simpatías socialistas, como a su hermano, de larga militancia comunista. Probablemente de ellos provenía su marcada sensibilidad social, su amor por los más necesitados y muchas de las iniciativas que animaron su aliento por la justicia y la fraternidad.

Fue, ciertamente, una de las mujeres más significativas en la Iglesia, pionera de grandes relaciones ecuménicas e interreligiosas (con el judaísmo, el islam, el budismo y demás grandes corrientes espirituales).

Su pensamiento quedó plasmado además en múltiples publicaciones: libros, ensayos, conferencias y los textos que mes a mes proponía en los comentarios de citas bíblicas que llevan como lema “Palabras de Vida”. A propósito de estas páginas, alguna vez le escuché decir a Jorge Novak, obispo de Quilmes y personalidad emblemática de los derechos humanos, que Chiara editaba cada mes un best seller, porque le impresionaba la difusión de estas carillas en infinidad de idiomas en todo el mundo.

En su última visita a la Argentina, donde se reunió con muchos adherentes del Movimiento de Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, ella explicó que la meta de la unidad, que va más allá de las diversidades, y el “secreto” del amor a “Jesús Abandonado”, como el misterio que puede convertir el sufrimiento en gracia, eran centrales en su original espiritualidad.

“Tengo un solo Esposo en la Tierra –escribió en efecto en una conocida meditación–. No tengo otro Dios fuera de él. En él está todo el Paraíso con la Trinidad y toda la tierra con la Humanidad. Por eso lo suyo es mío y nada más. Es suyo el dolor universal y por lo tanto, mío. Iré por el mundo buscándolo en cada instante de mi vida”.

En algunas entrevistas, además de mencionar temas espirituales y sociales, habló de la “economía de comunión” como una forma de justicia que promueve la creación de trabajo genuino y solidaridad.

Su presencia en los viajes tuvo una importante repercusión mediática y realizó varios encuentros multitudinarios. Al ser consultada sobre si tanta repercusión no alimentaba el mito de una personalidad carismática, dejó en claro que su única aspiración era ser fiel seguidora de Jesucristo, su único y gran amor. 

Durante la IV Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Santiago de Compostela en 1989, expuso un tema titulado Jesús es el Camino: “Jesús, Hijo de Dios, que es Amor, vino a la tierra por amor, vivió por amor, irradiando amor, donando amor, llevando la ley del amor y murió por amor. Después resucitó y subió al Cielo, cumpliendo así su designio de amor.

Todo por amor hacia ustedes, hacia mí, hacia todos. Podemos decir entonces que el camino recorrido por Jesús tiene un nombre: amor. Y que nosotros para seguirlo, debemos recorrer este camino: el camino del amor. El amor que Jesús vivió y que nos trajo es un amor especial y único. No es un amor como ustedes podrían imaginarlo. No es filantropía, por ejemplo, ni simplemente solidaridad o benevolencia; no es pura amistad o afecto (como el que una chica puede sentir por un chico o una madre por su hijo); y tampoco es la no-violencia. Es algo excepcional, o mejor, divino: es el mismo amor que arde en Dios. A nosotros Jesús nos ha dado una llama de ese incendio infinito, un rayo de aquel inmenso sol. Es algo extraordinario en lo que pensamos poco y que, si lo tomáramos en consideración, nos haría potentes”.

“Debido a su empeño constante en tender puentes de paz y de unidad entre personas, generaciones, estratos sociales y pueblos –se lee en su presentación en las redes –, implicando a gente de toda edad, cultura y credo, ha obtenido numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Unesco para la Educación a la Paz (París, 1996) y el Premio Derechos Humanos del Consejo de Europa (Estrasburgo, 1998). Su nombre ha entrado en la historia de la espiritualidad de los siglos XX y XXI entre los maestros y místicos más escuchados por la genuina inspiración evangélica, la dimensión de universalidad y la incidencia cultural y social que caracterizan su pensamiento y su obra”.

Todos los que de una u otra forma tuvimos ocasión de conocerla y alternar con ella, sabemos que era tan excepcional como inolvidable.

“A comienzos de febrero de 2008 fue internada en el Policlínico Gemelli, en Roma –dice su biografía–.  Y durante su estadía recibió la visita del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, y una carta del papa Benedicto XVI en la cual reconocía su compromiso constante por la comunión de la Iglesia, por el diálogo ecuménico y la fraternidad entre todos los pueblos, y el testimonio de su existencia dedicada a la escucha de las necesidades del ser humano contemporáneo. El 13 de marzo de 2008, no habiendo ya ninguna posibilidad de intervención por parte de los médicos, obtuvo el alta. Se apagó serenamente al día siguiente, el 14 de marzo, en su casa” •

Una mujer generadora de comunidad
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