Convivencia con pueblos originarios.
Tuve la posibilidad de vivir una semana durante el mes de julio en dos aldeas de la comunidad mbya-guaraní, en El Chapá y Yacutinga, departamento de San Ignacio, Provincia de Misiones, Argentina. El viaje lo hice con un grupo llamado Misión Puente al Servicio, para siete días de sumersión en una cultura riquísima en valores y tradiciones.
Siento de manera muy fuerte lo referente a las culturas originarias, creo que es fundamental protegerlas, preservarlas, amarlas. Seguramente porque al ser brasileño no puedo dejar de tener presente que en mí país hay casi un millón de personas pertenecientes a culturas originarias; y porque el año pasado, muchas de ellas padecieron violentas acciones de desplazamiento y desmantelamiento implementadas por latifundistas y permitidas por el gobierno.
Mientras vivía con estas comunidades en Misiones permanentemente pensaba: ¿a qué vine?, ¿a evangelizar?, ¿a catequizar? No quería que mi presencia fuese como la de un “colonizador cristiano” que llega desde una gran ciudad. El deseo era sentirme acogido por una comunidad que tiene sus propias creencias, costumbres y maneras de vivir. No quería que mi presencia fuera como la de un criollo blanco, con saberes y actitudes de quien toma decisiones, sino más bien de uno que se pone en el lugar del otro, al servicio. La intención era que la reciprocidad definiera nuestras relaciones y que el amor recíproco me llevara a dar sin esperar nada a cambio, a acoger al otro con su forma de ser, de vivir.
¡El fútbol fue mi mejor instrumento para estar, conocer, convivir, amar! Conocí a Jairo, David, Matías, José, Tony, Luis y Mariana de la Comunidad El Chapá y con ellos hemos disfrutado y construido relaciones “con los pies”, experimentando la fraternidad entre culturas diferentes. Incluso fabricamos nuestro propio dado de la paz que cada mañana tirábamos para vivir una propuesta durante el día, según la cara que saliera: perdonar, escuchar, cuidar, acompañar, servir o agradecer.
Jairo y David me hicieron conocer más sobre la realidad de su pueblo, de su comunidad, la espiritualidad y la mística que viven ellos. Hablamos de la territorialidad, de la fe, de las creencias populares, de la vida de todos los días. Aprendí que ser mbya-guaraní no es solo pertenecer a un área geográfica del territorio argentino, sino que la territorialidad está relacionada al espacio espiritual. Por eso algunas aldeas necesitan tener las condiciones acordes para mantener sus fundamentos en el modo de ser, en su esencia, para seguir su camino, algo que algunas comunidades han perdido.
Jairo me comentó que ellos, en El Chapá, todavía buscan preservar esas condiciones. Para los mbya-guaraníes es imposible tener tekoá (espacios donde viven su modo de ser) sin la Opy (templo para rezar). Es precisamente en la Opy que las personas margullan en el Mbya reko (modo de ser mbya-guaraní). La Opy es como si fuese la universidad Guaraní, dónde la comunidad aprende los saberes y los valores, sumergiéndose en la espiritualidad que existe en el ñande reko, el sistema cultural mbya-guaraní.
Jairo me enseñó además que los mbya-guaraníes mantienen sus prácticas de plantaciones, confección artesanal (conocí los productos de una de las abuelas de la comunidad) y otras actividades sagradas realizadas en las tekoá, alrededor de la Opy. Es en esos momentos en los que compartir actividades de manera colectiva asume una función espiritual, intercambiando historias, saberes e intensificando la vivencia colectiva que existe en el mbya reko.
También Jairo me aclara que los criollos no participan de las celebraciones en la Opy, por lo que me surgió preguntarle qué significa nuestra presencia y por qué tienen escuelas en la comunidad. Su respuesta me conmovió: “Es una necesidad. Nuestro pueblo reconoce la importancia de aprender los saberes venidos del mundo no indígena, pues están inevitablemente dentro de este mundo y conviven con él diariamente”.
Fue una charla que me enriqueció profundamente y me hizo conocer mucho de este pueblo. No sólo eso, también lo experimenté, lo viví.
A través de Jairo entendí que los mbya-guaraníes comprenden algo que muchos no indígenas aparentan no entender: no existen conocimientos superiores a otros conocimientos.
Por Franc Moura