Octubre 2024 – “El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos” (Marcos 10, 43-44).
Por tercera vez Jesús, de camino hacia Jerusalén, prepara a sus discípulos al acontecimiento dramático de su pasión y muerte, pero precisamente los que de más cerca lo habían seguido se mostraron incapaces de comprender.
Es más, entre los mismos apóstoles se desencadena el conflicto: Santiago y Juan le piden al Señor ocupar lugares de honor “cuando estés en tu gloria”1, los otros diez se indignan, reclaman y el grupo se divide.
Entonces Jesús, con paciencia, los llama a todos y revela una vez más la impactante novedad de su anuncio:
“El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”.
Con esta frase del evangelio de Marcos crece la imagen del siervo-esclavo. Jesús nos guía desde una actitud simplemente disponible en un grupo limitado y contenedor, hacia una total dedicación para con todos, sin excepciones.
Una propuesta totalmente alternativa y contracorriente con respecto a la concepción humana de la autoridad y del gobierno, que quizá fascinaba a los mismos apóstoles y nos contagia también a nosotros.
¿Será este el secreto del amor cristiano?
“Una palabra del evangelio que no es demasiado subrayada por nosotros, cristianos: servir. Nos parece anticuada, indigna de la dignidad del hombre que da y que recibe. Sin embargo, todo el evangelio está aquí, porque es amor. Y amar significa servir. Jesús no vino a mandar sino a servir. Servir, servirse mutuamente es cristianismo y quien lo realiza con simplicidad –y todos lo pueden hacer– ha llevado a cabo todo; y no es un todo que queda aislado, sino que, porque es cristianismo vivo, se torna un incendio”2.
“El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”.
El encuentro con Jesús en su Palabra nos abre los ojos, tal como le acontece al ciego Bartimeo en los versículos sucesivos3: nos libra de los límites de nuestros esquemas, nos permite contemplar los horizontes del mismo Dios, su proyecto de “cielos nuevos y tierra nueva” 4.
Él, el Señor que lava los pies5, contradice con su ejemplo la rigidez de los roles de servicio que a menudo nuestras comunidades civiles, y a veces también las religiosas, reservan a la categoría de personas socialmente frágiles.
El servicio cristiano es, por lo tanto, imitar el ejemplo de Jesús, aprender de él un estilo nuevo de socialidad: hacerse prójimo de cada persona, en cualquier condición humana, social o cultural, y en profundidad.
Como sugiere Giovanni Anziani, pastor metodista de la Iglesia Valdense, “aceptando poner nuestra confianza y nuestra esperanza en el Señor que es siervo de muchos, la Palabra de Dios nos pide actuar en nuestro mundo y en medio de todas sus contradicciones, como operadores de la paz y la justicia, como constructores de puentes para la reconciliación entre los pueblos”.
Así vivió Igino Giordani, escritor y periodista, político y padre de familia, en un momento histórico signado por la dictadura en Italia. Para expresar su experiencia escribía: “La política es –en el más digno sentido cristiano– una sierva y no debe convertirse en patrona: no puede ser abuso, ni dominio y ni siquiera dogma. Aquí está su función y su dignidad: ser servicio social, caridad en acción, la primera forma de la caridad patriótica”.
Con el testimonio de su vida, Jesús propone una opción consciente y libre: no vivir replegados en nosotros mismos y en nuestros intereses, sino vivir en función de los otros, con sus sentimientos, cargando sus pesos y compartiendo sus alegrías.
Todos tenemos pequeñas o grandes responsabilidades y espacios de autoridad: en el campo político y social, en la familia, la escuela, la comunidad de fe. Aprovechemos nuestros “lugares de honor” para ponernos al servicio del bien común, construyendo relaciones humanas justas y solidarias •
Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida
1.Cf. Marcos 10, 37
2. Lubich C. Servir, 1973
3.Cf. Marcos 10, 46-52
4. Cf. 2 Pedro 3, 13
5. Cf. Juan 13, 14