Atractivos de un carisma
Por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)
Es difícil hallar la proporción justa de la dimensión del saber perder en un mundo donde todo impulsa a saber ganar. Chiara Lubich nos propone un ejercicio psico-espiritual que transforma la negatividad del perder en un acto positivo. Para estar enraizada en el presente es indispensable perder todo lo que no hace parte de ese único momento que tengo para vivir. Perder es donar a Dios Padre todo, para hacer su voluntad en cada presente. Así lo explica nuestra autora:
Mil sentimientos, mil afectos santos, mil pensamientos ocupan a veces mi mente tan empeñada en distintas obras al servicio de la Iglesia: coloquios, trabajo, viajes… Tan variados que luego los llevo conmigo como un tesoro en el que se vuelve a pensar, a analizar, y que a menudo dan tanto consuelo a mi corazón.
Sin embargo todo esto es un espléndido mundo que me empaña el alma, una riqueza que, de alguna manera, me ocupa espacio en el lugar de Dios.
Entonces he vuelto a comprender, una vez más: vivir el presente es arrojar en el Corazón de Jesús todo eso que, aunque haya sido santo, fue objeto del momento pasado. En el Corazón de Jesús para que lo conserve, lo madure, lo lleve adelante, y me lo haga reencontrar, crecido y desarrollado como muchas veces sucedió.
Perder. Al fin y al cabo, saber perder es ley del Evangelio, como la Desolada que, para hacer la voluntad de Dios –es decir, por Dios– perdió al mismo Jesús…: su Obra.
«Perder» para estar totalmente volcada en lo que Dios quiere de mí en el presente.
Perderlo todo: para que en ese vacío vuelva a entrar el sol de Dios, y en Él se vuelvan a encontrar en su justo lugar, en sus exactas proporciones, en sus santos matices, mis afectos, mis pensamientos1.
Que maravilla el don del presente, darlo todo para luego reencontrarlo multiplicado, crecido sin darte cuenta.