En una ocasión invité a casa a un matrimonio amigo y les mostramos con Estela, mi esposa, nuestro nuevo departamento. Cuando pasamos por mi escritorio nos preguntaron si éramos hinchas de San Martín, y le pregunté: “¿por qué?” Me dijo: “por el lapicero que tienes”. Esto me llevó a recordar que mi amigo José (Turquiz) me lo había regalado mientras estaba aprendiendo a realizar cosas de carpintería.
Con él nos conocimos en la Universidad hace unos 40 años, y siempre disfrutamos de nuestra amistad, con muchísimos recuerdos. Uno de ellos fue cuando fui becado por el Conicet para hacer un postgrado en España, y al volver dos años después, nos reencontramos las familias. Vimos con Estela que José y su familia estaban pasando por una mala situación: José no tenía trabajo y su vehículo estaba roto para realizar “changas”, y tenían inconvenientes de vivienda.
Hablamos con Estela para ver qué podíamos hacer por ellos, y lo único que les podíamos ofrecer era un lugar en nuestra casa hasta que pudieran arreglar sus cosas. Fue desde el principio bastante bueno, ya que las esposas se comprendieron y cocinaban juntas, y ambas familias comíamos juntos. Éramos en total diez personas.
Al comenzar a pasar los días vimos que era muy importante la convivencia fraterna, además éramos jóvenes teníamos mucha esperanza que pronto se arreglaría la situación. Y así fue, porque mi amigo volvió a trabajar y después de un tiempo pudieron arreglar su casa y volver a ella.
Hace poco mi amigo y su esposa cumplieron 50 años de casados y uno de sus hijos organizó una hermosa fiesta, a la que estuvimos invitados. Así va transcurriendo la vida y seguimos disfrutando de nuestra amistad como hermanos. El sábado pasado le envié un mensaje recordando el regalo de su lapicero y una foto, diciendo “te estoy recordando Turquiz”, a lo que él me respondió: “Hola, Víctor Hugo, yo siempre recuerdo a mis AMIGOS”.
Víctor Hugo (San Miguel de Tucumán, Argentina)


