Pablo d’Ors – En el marco de su viaje a la Argentina, Ciudad Nueva conversó con Pablo d’Ors, escritor, sacerdote y fundador de la red de “Amigos del Desierto”. Hoy se dedica en exclusiva a la meditación, sobre la que organiza retiros e imparte conferencias por todo el mundo. Propone la meditación como un camino potente de autoconocimiento y transformación personal y social. Afirma, además, que nos encontramos frente a un cambio de paradigma que nos invita a mirarnos por dentro para cambiar por fuera.
por Maricarmen Raposeiras (Argentina)
–¿Quién es Pablo d’Ors?
–Me gusta definirme con dos palabras: discípulo y amigo, que son muy profundas y radicales, que van al núcleo de la cuestión. En 2013 conocí a Franz Jalics y eso marcó un antes y un después en mi vida, porque encontrar a una persona tan iluminada es transformador. Con él empezó un proceso de discipulado y de aprendizaje de todo y de todos. Esta actitud de apertura total, o al menos lo más grande posible, es algo que me configura mucho. Esto significa que no tengo el futuro en mis manos, sino que cada día se va fraguando. Me siento un principiante. A veces pienso: recorrer tantos caminos para llegar al comienzo, tal vez porque el origen es el lugar perfecto, es el lugar del nacimiento. Siempre estamos naciendo y solo cuando nacemos estamos vivos. Y cuando digo “amigo” me refiero a la comunión espiritual. Hay algo más profundo que las ideas, los pensamientos y las emociones, que son las cosas que nos suelen unir. Cuando llegamos al fondo de las personas, encontramos lo que nos une.
–¿Cómo comenzó con la práctica de la meditación?
–En torno a los 40 años tuve una crisis personal y sacerdotal importante. Lo externo se derrumbaba, entonces tuve que volver hacia adentro y empecé a practicar el silencio. Esta práctica del silencio vino acompañada por Charles de Foucauld, padre del “desierto contemporáneo”, y por el descubrimiento del mundo zen. El zen me ha devuelto a la tradición cristiana. Descubrí que la tradición de sentarse en silencio y en quietud ya existía en el cristianismo, por eso fundé hace ocho años la red “Amigos del desierto”, que pretende ser el nuevo hesicasmo hoy.
–¿Qué recomendaría a alguien que quiere iniciarse en el camino de la interioridad, de la meditación?
–Dos cosas: la primera es entender que no se trata de una propuesta teórica, sino práctica. Lo que hay que hacer es sentarse en silencio y en quietud todos los días. Recomiendo 25 minutos porque es suficiente para que se movilicen cosas por dentro. Esta práctica continuada supone una paulatina pero inequívoca transformación interior. La gente dice “pero esto es muy difícil”. No. No es difícil, son 25 minutos diarios. Si vas todos los días al gimnasio y tienes un guía, necesariamente vas a salir tonificado y mejor. Lo mismo sucede con la interioridad. La segunda recomendación es tener un guía. Es decir, fiarse de una persona, de una tradición, de una escuela, y darle a esa propuesta un margen, dos o tres meses para que se pueda verificar, para que no sea algo teórico.
–¿Cuál es el aporte distintivo que la meditación ofrece al mundo de hoy?
–Este camino es necesario. Hemos vivido para el exterior y la meditación es un camino de vuelta a casa y, por tanto, de la interioridad. Para mí supone un cambio de paradigma. Hasta ahora, el ser humano ha entendido que su misión estaba afuera, que debía transformar el mundo, y creo que a partir de ahora está empezando a entender que la transformación está dentro. Si nos trabajamos dentro, lo de afuera se va a colocar. No estamos separados, el mundo y yo somos la misma cosa, por lo que si trabajamos en casa, la gran casa se ordena. Es un giro del foco de la atención de la humanidad. En la actualidad es una minoría la que lo está haciendo. La cultura de la interioridad es una asignatura pendiente, es el gran desafío cultural y espiritual de la humanidad.
–La propuesta de sentarse en silencio como vía transformadora de uno mismo y del mundo suena contracultural en una sociedad donde pareciera que lo urgente es actuar.
–Sí, es un cambio de paradigma muy grande. Con las demás personas tenemos tres posibilidades: ignorarlas, utilizarlas o ayudarlas. Creo firmemente que las tres actitudes son equivocadas. Lo mejor que podemos hacer es dejarlas en paz. Porque cuando las dejamos en paz las respetamos. El respeto es el primer paso para el amor. ¡Por fin encontramos a alguien que no quiere nada de nosotros! Tener el coraje de no intervenir, que no significa no hacer, sino que hay que hacer dentro. Porque cuando intervenimos queremos que sigan nuestros consejos y sugerencias. Hay algo de ego en eso, de interés personal. Es una propuesta contracultural, el otro polo que necesitamos para equilibrar la balanza. Hemos vivido con el mito del pensamiento y de la acción, pasando todo por la cabeza y con las agendas llenas de actividades. Precisamente por eso la principal necesidad de hoy es parar, mirar, contemplar.
–En el marco de la oración por la paz en Ucrania, convocada por el Papa y a la cual Amigos del Desierto se unió, usted afirmó: “Putin y los señores de la guerra somos nosotros. Tenemos un Putin dentro, tenemos una guerra en nuestro interior. Si no hubiera un solo Putin dentro lo más probable es que no hubiera un Putin fuera”. ¿Puede ampliar este concepto?
–Estoy muy convencido de que todos los conflictos sociales, la guerra, el hambre o la pobreza son expresiones del desorden interior que tenemos. Modestamente, tengo verificado algo: si estoy bien por dentro, lo externo también está bien, se va ordenando poco a poco. Por eso digo que realmente es un cambio de paradigma, porque hasta ahora hemos creído que el trabajo estaba afuera, pero está dentro. Tenemos un territorio sombrío que ir limpiando. Vemos la película en clave de buenos y malos, pero todos tenemos un lado muy bueno y otro bastante mejorable. Somos capaces de heroicidades y de mezquindades. La única manera de poder ser compasivo es darte cuenta de que tú eres Putin. Suena escandaloso, porque nuestra mente es muy infantil, tendemos a separar las cosas de manera muy neta. Pero si creemos que todos somos uno, existe esta solidaridad en el bien y en el mal. Tengo la bendición de Dios de sentir que nada de lo malo me es ajeno. Creo que es la esencia del cristianismo. “Cristo carga con el pecado del mundo”, decimos en el lenguaje tradicional católico. Esos pecados los hace suyos, participa de ellos. Solamente si participamos del mal ajeno, también del de Putin, podemos limpiarlo. Para eso sirve la práctica meditativa, para ser corredentores, es decir, limpiar nuestras pequeñas sombras para hacernos cargo de las sombras del mundo que son las importantes. Dentro de ti está la humanidad entera, está Cristo. Es difícil de entender, pero muy profundo y muy necesario.
–Hay una disminución notable de las personas que participan de los sacramentos. En cambio se advierte una fuerte solidaridad frente a las necesidades concretas de la gente. En su último libro, Biografía de la luz, afirma: “El seguimiento de Jesús (no el cristianismo sociológico) es un camino de minorías”. ¿Cómo seguir a Jesús hoy, en 2022?
–Hay un gran camino que hacer. Lo importante es que lo hagamos nosotros, no podemos proponer nada que no vivamos porque no es creíble. Lo fundamental es que entremos en esta vía. ¿Cuál es? Quizá resulta escandaloso, pero consiste no tanto en seguir a Jesús, cuanto ser Cristo. Consideramos que Jesús es Jesús y nosotros somos nosotros, pero Jesús no dice solamente “yo soy la luz del mundo”, sino “ustedes son la luz del mundo”. Claro que es importante el vínculo con el Jesús de la historia, esa forma histórica que es él, pero lo esencial en el fondo es Cristo. Estamos llamados a ser Cristo, podemos hacer obras tan o más grandes, lo dice el propio Jesús. Supone evitar que proyectemos fuera lo que tenemos que hacer dentro.
–¿Cuál es la propuesta de Amigos del Desierto?
–Lo que proponemos no es tanto una comunidad, sino una comunión, que es diferente. Es un ir descubriendo que lo que aletea dentro de cada uno es, en esencia, lo mismo. Y además vamos descubriendo que ese es el germen de la verdadera tolerancia, de la verdadera paz. El silencio nos hace descubrir que todos los caminos nos conducen a la cima. Yo hablo no solo de diálogo interreligioso, sino de silencio interreligioso. Si logramos sentarnos juntos personas de diferentes tradiciones nos sentiríamos profundamente unidos y ese es el mejor fundamento para la paz en el mundo. El espíritu, cuando más elocuente se hace es en el silencio. Allí no hay ego. En la acción y en la palabra siempre hay ego, en el silencio no. Yo no puedo decir que hago silencio mejor que tú.
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Para conocer más sobre “Amigos del desierto” visitar www.amigosdeldesierto.org
Biografía y obra
Pablo d’Ors (Madrid, 1963)
Estudió en Nueva York, Roma, Praga y Viena, y se doctoró en Filosofía y Teología. También se licenció en Filología germánica. Fue nombrado consejero del Pontificio Consejo de Cultura por designación expresa del papa Francisco (2014-2019). Ha publicado 12 libros de ensayo, novelas y relatos traducidos a los principales idiomas europeos. Biografía del silencio, su publicación más conocida, ha vendido más de 300.000 ejemplares, todo un récord para un libro de ensayo. En 2021 publicó Biografía de la luz, se trata de una lectura mística del Evangelio orientada a buscadores espirituales y, por ello, escrito desde una perspectiva cultural más allá de lo confesional.
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