Escenarios / Guerra Rusia – Ucrania – Entrevista a Vincenzo Buonomo, profesor ordinario de Derecho Internacional en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, de la cual es actualmente rector.
por Carlo Cefaloni (Italia)
Agradecemos al profesor Vincenzo Buonomo por esta entrevista que, es preciso aclarar, ha sido publicada en el ámbito de la libertad académica como experto en derecho internacional.
‑¿Por qué la ONU pareciera estar ausente en la tragedia de la guerra en Ucrania?
‑La ONU no es una realidad superior a los Estados, sino que está al servicio de aquellos que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas. Por lo tanto, puede actuar de manera autónoma con respecto a las funciones que los mismos Estados pueden delegar o negar, como ha sucedido en este y otros conflictos. Entre otras cosas, la búsqueda de la seguridad internacional puede delegarse también a organizaciones regionales, de área, como es, por ejemplo, la OTAN.
‑Esta última parece moverse con total autonomía bajo la conducción de los Estados Unidos…
‑La alianza atlántica está obligada a respetar el capítulo octavo del estatuto de la ONU, que pide a tales organizaciones regionales que actúen conforme “a los fines y a los principios de las Naciones Unidas” y en concierto con la ONU. La seguridad internacional, según el mandato de la ONU, se alcanza a través del desarme y el mantenimiento de la paz, el desarrollo y la tutela de los derechos humanos.
La adopción de la carta de la ONU en 1945 significó “cerrar un mundo para abrir otro”. No existe al día de hoy una alternativa a este sistema de reglas, incluso ante las graves deficiencias y violaciones existentes. Por ejemplo, en el conflicto en Ucrania, como en tantos otros casos, se ha violado abiertamente la prohibición, de convertir a los civiles en objetivo militar, acordada entre todos los Estados.
‑¿Cómo salir de esta contradicción?
‑Muchos esperan que se bajen las armas para abrir una negociación, pero ya existen estructuras que, si se quiere, pueden garantizar este camino. La ONU fue mantenida al margen durante la invasión angloamericana de Iraq en 2003, pero luego intervino para arreglar la cuestión del orden internacional. Mientras estalla el conflicto en Ucrania, se abre en la ONU una negociación para poner fin a la guerra en Yemen. Son señales que muestran una voluntad. Las Naciones Unidas establecen las reglas que se deben respetar en el conflicto. El sacrosanto principio de la legítima defensa tiene un límite, como prevé la Carta de la ONU, constituido por la intervención de las Naciones Unidas. Pareciera un concepto abstracto, pero es muy concreto en la voluntad de realizar la superación de la venganza privada, como ha sucedido con el Estado moderno, que asumió la exclusividad de la defensa del orden público.
‑¿Pero cuándo será operativo este cambio?
‑No puede venir de lo alto a través de las grandes conferencias, sino con la determinación de una opinión pública consciente, informada pero, sobre todo, formada. Muchas personas no tienen en cuenta que para mantener la vida en el planeta no se puede recurrir a la fuerza de las armas.
‑De hecho, nos enfrentamos al terror de la disuasión de las armas nucleares…
‑Nos habíamos ilusionado creyendo que podíamos salir de esta lógica con la caída del Muro y de los bloques, pero no fue así. Considero difícil que se lleguen a activar verdaderamente los códigos para el lanzamiento de misiles nucleares, pero la pesadilla ha regresado.
‑Incluso porque el gasto global en armamento está en constante crecimiento (2100 billones de dólares en 2021).
‑Es necesario hacerse preguntas al respecto. ¿A quién le sirve? ¿Por qué las industrias bélicas están entre las pocas que amasan grandes ganancias atrayendo recursos que se utilizarían para prevenir las causas de los conflictos a partir de las fuertes desigualdades? Basta abrir el sitio del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo) para leer todos los datos… desalentadores.
‑¿Tiene sentido insistir en la adhesión al tratado de la ONU de abolición de armas nucleares de 2017, a pesar de la oposición de las grandes potencias atómicas?
‑Aun si los tratados tienen un bajo número de adhesiones, manifiestan principios destinados a producir un efecto, ciertamente, en el largo plazo. Cuando se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, algunos hablaron de utopías sin posibilidades, mientras que hoy en día esos conceptos son fundamentales para todos.
‑Francisco condena la agresión rusa pero afirma, al citar la expansión progresiva de la OTAN en el Este, que la responsabilidad ante la guerra no es de una sola parte.
‑El Papa es muy claro cuando afirma que las disputas y conflictos no pueden resolverse con el uso de la fuerza sino solo con medios pacíficos, mediante negociaciones y argumentos. Es la posición de la Iglesia a partir de la encíclica Pacem in Terris, de Juan XXIII. Las causas de los conflictos deben ser leídas y afrontadas con los instrumentos de la diplomacia. Continuar con los combates no sirve para llegar a una solución, sino solo para que el objetivo esté cada vez más lejos. ¿Por qué no destinar esas energías para actuar sobre las causas de las guerras?
‑Sin embargo, en Occidente, la comparación entre Hitler y Putin justifica la búsqueda de la victoria definitiva.
‑Es verdad, hubo quien ganó y quien perdió durante el segundo conflicto mundial, pero los problemas y las heridas quedan en pie, a punto de estallar. El uso de la fuerza puede conducir a la victoria de uno contra otro, pero no siempre esa victoria se corresponde con una razón que asegura la continuidad de la convivencia entre las personas de manera pacífica.
‑Volvemos así a la reforma de la ONU.
‑Es necesario reunir a los representantes de los Estados y a los de la sociedad civil. La conciencia colectiva acerca del medioambiente ha crecido a partir de la Cumbre de la Tierra promovida por la ONU en Río de Janeiro en 1992, que dio voz a las realidades sociales. El cambio viene desde abajo si se tiene una formación sólida capaz de responder a las objeciones de los “técnicos”. ¿Qué impide hacer por la paz todo lo hecho por la ecología? •
Apartado
¿Es posible una justicia internacional?
A partir de la iniciativa de la Asamblea General de la ONU se aprobó en Roma, en 1998, con entrada en vigencia el 1 de julio de 2002, el estatuto de la Corte Penal Internacional (CPI). Adhirieron a él 123 países sobre 193. China, Rusia, Estados Unidos, Israel e India figuran entre los 32 Estados que, por el momento, se mantienen fuera del tratado. La CPI tiene sede en La Haya, en los Países Bajos. Está calificada para juzgar crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y el crimen de agresión cometidos sobre el territorio y/o por parte de uno o más residentes de un Estado miembro, en el caso de que el Estado en cuestión no tenga la capacidad o la voluntad de proceder según las leyes de aquel Estado y en armonía con el derecho internacional. La jurisdicción de la CPI se ejerce en el caso de crímenes cometidos en el territorio de un Estado parte o por un ciudadano de uno de aquellos Estados. Italia figura entre los 42 Estados que han pedido a la CPI que investigue acerca de las atrocidades cometidas en Ucrania.
¿Los límites de la competencia de la Corte impiden una justicia internacional fundada sobre el respeto por los valores humanos?
“Decir que la Corte Penal Internacional no puede intervenir –afirma el jurista Vincenzo Buonomo– es una manera que tienen los Estados de sustraerse al principio fundamental de llevar a juicio los crímenes internacionales porque cada Estado, independientemente de la CPI, por el principio de jurisdicción universal, tiene la obligación de perseguir a quienes cometen tales crímenes. Estamos frente a la misma impunidad acordada en Versailles por países que, después de la Primera Guerra Mundial, renunciaron a la institución de un tribunal para perseguir crímenes atroces como el uso de gases tóxicos en las trincheras, sosteniendo: no podemos juzgar a uno de nuestros pares”.
Original publicado en Città Nuova