Aprendamos juntos a ser padres e hijos – Serán dos entregas sobre la importancia de acostumbrar a los niños a invocar a Jesús y dialogar con él.

por Ezio Aceti (Italia)

Lo sagrado debe ser alimentado y la oración es el alimento. Por eso es preciso ayudar a los niños a alimentarse con “la leche pura de la Palabra” (1 Ped 2, 2). En este artículo vamos a profundizar en el argumento de por qué rezar. Y en la próxima entrega hablaremos de cuándo y cómo hacerlo.

Por qué rezar

La tarea del cristiano: escuchar la voz.

San Serafín de Sarov (1754-1833), gran místico y santo ortodoxo, decía: “la tarea del cristiano es la adquisición del Espíritu Santo”. He aquí, entonces, el corazón de la oración, el punto central de toda la educación religiosa: preparar el alma para que el Espíritu Santo pueda actuar. Porque el Espíritu Santo, que es amor, llega donde hay amor, pedido, necesidad, súplica, humildad.

Jesús nos invita a escuchar al Pastor, su voz. ¿Pero cómo se logra tener el alma preparada, abierta para escuchar el misterio, la voz? Es necesario ejercitarse y quererlo. Esta voluntad de estar con Dios se educa. La tarea de educarla se ve facilitada porque el deseo de Dios ya está presente en cada uno de nosotros. Este deseo será educado, cultivado, teniendo en cuenta la dimensión humana de cada uno y, en particular, del niño. ¿Cómo hacerlo? ¿Qué método usar?

Pienso en un ave: el pelícano. Este es un pájaro que obra de una manera determinada: vuela alto, ve los peces en el mar, los captura, los mastica, luego regresa con sus pequeños y se los da, como picadillo, para que puedan comer. Esto es lo que todo padre creyente o educador creyente debería hacer. Vivir el Evangelio, la Palabra y transmitirla a los hijos respetando su desarrollo evolutivo y su modo de pensar. Sabemos que el Evangelio (los peces) es verdadero, es el alimento de nuestra vida espiritual, y para comprenderlo hace falta vivirlo. Luego, hay que testimoniarlo.

Después de haber dado una mirada a la persona como “ser religioso” y como “criatura en oración”, y luego de haber descrito de manera sintética las características del desarrollo evolutivo del niño y de la infancia, nos preparamos ahora para conocer y estructurar una manera “concreta” para rezar con los niños. Sabemos que existen distintas modalidades y seguramente muy válidas todas ellas, por lo tanto, solo vamos a señalar algunas sugerencias que nos parecen respetuosas hacia el mundo del niño. El objetivo es que el niño perciba que la oración es algo natural, bello, alegre.

Hay dos actitudes necesarias por parte de los educadores para que la experiencia de la oración se perciba como algo vital y motivador: la descentralización y la simplificación.

La descentralización

Es necesario que el padre o el educador realice una verdadera descentralización de sí hacia el niño, de manera que sea capaz de comprender la personalidad del pequeño. Para lograr esto es preciso “ponerse en los zapatos del niño” e intentar ver las cosas desde su lugar. Todo esto ayudará al pequeño a comprender que la oración que será pronunciada no es solo un conjunto de palabras, sino que se refiere a él, a su naturaleza y, por lo tanto, puede ser interiorizada por él.

La descentralización ayuda a estructurar los momentos de oración en el pleno respeto por los tiempos del niño y su manera de entender “cuándo rezar”.

La simplificación

Se trata de volver comprensible aquello que se dice. Por eso es preciso recitar la oración con lentitud y, a veces, explicarla. Sin embargo, no pretendamos que el niño comprenda todo. De hecho, lo más frecuente es que no comprenda todo el significado, pero esto no importa. Los padres y los educadores saben que en lo íntimo del niño está presente el Espíritu Santo, que iluminará al pequeño sobre el sentido de la experiencia que está viviendo durante la oración. Además, será importante decir al niño que en su corazón está presente la voz de Jesús que habla.

La simplificación ayuda a que el niño comprenda “cómo rezar” •

Cómo educar en la fe a mi hijo pequeño

Se trata de una de las novedades publicadas por Editorial Ciudad Nueva en 2022. Su autora, María del Carmen Piñol Sala, pedagoga y catequista, invita a los padres a presentar la fe a sus hijos como un mensaje lleno de alegría: Jesús es nuestro mejor amigo que nos ama; Dios es un padre bueno que nos cuida y María, nuestra madre del cielo.

Además de una introducción en la que se explican las características y proceso de madurez de los niños desde que nacen hasta los seis años, se proponen diez temas que introducen a los niños en cuestiones como la creación, la muerte y resurrección de Jesús, los santos y el amor de Dios por nosotros.

Las actividades finales, pensadas para que la familia unida celebre la fe, cierran esta obra que constituye una excelente herramienta para acompañar el crecimiento espiritual de nuestros hijos.

La educación para la oración en la primera infancia (primera parte)
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