Paraguay atraviesa una de las mayores epidemias de su historia, con un brote de chikungunya que ha disparado la alerta epidemiológica de la OMS y la OPS. A continuación ofrecemos un panorama de la situación, consignando cómo lo vive la población paraguaya y qué acciones se pueden hacer individualmente para tomar conciencia.
por Leonor Navarro* (Paraguay)
Esta mañana, mientras desayunaba, recordé lo hermoso que fue el festejo de Navidad en casa el pasado diciembre. Nos reunimos después de dos duros años de pandemia. No podía creer que veía de nuevo a mi suegra feliz, abrazando y dando besos a sus hijos, nietos y bisnietos… y lo mejor de todo: ¡sin tapabocas! Parecía que la nube negra del temor y las enfermedades hubiera pasado. Comenzábamos a recuperarnos, a ver de nuevo la vida con esperanza y optimismo.
Todo marchaba bastante bien, se recuperaban empleos, se abrían negocios nuevos, aparecían emprendedores de todo tipo, las familias se reunían sin restricciones, hasta recuperamos la grata costumbre de compartir un tereré o un rico mate. Todo bien hasta que comenzaron a circular en las redes, televisión y radio las primeras noticias de una nueva enfermedad: el chikungunya, con nombre africano difícil, que llegaba a Paraguay de la mano o, mejor dicho, de las alas de nuestro eterno enemigo, el mosquito Aedes Aegypti, que además nos sigue trayendo los virus del dengue y zika.
Tradicionalmente, estudiamos en la facultad de Medicina que el dengue podía ser muy grave pero que el chikungunya, a pesar de ser una enfermedad incapacitante que producía mucho dolor articular y duraba semanas o meses, no era grave. Al menos hasta que comenzaron a reportarse casos muy graves y hasta muertes en nuestro país.
Nuestras autoridades sanitarias notificaron estos casos y recibimos la visita de expertos de la Organización Panamericana de la Salud OPS/OMS, que el día 8 de marzo de este año lanzaron la siguiente alerta epidemiológica: “La Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) emite alerta epidemiológica por aumento de casos y muertes por chikungunya en la región de las Américas. Actualmente se observa una expansión de la ocurrencia de la enfermedad más allá de las áreas históricas de transmisión”.
Paraguay registra, en este momento, la epidemia más grande de chikungunya y es una de las mayores registradas en Sudamérica. Y de nuevo las personas comenzaron a sentir temor, volvimos a encerrarnos, a fumigar las casas, a usar y abusar de los repelentes, a mirar paranoicos al primer insecto que nos pasara cerca, así fuera una abeja… y una expresión se hizo bastante popular: “¡Como si nos faltaran problemas… ahora chikungunya!”.
Inmediatamente la OPS/OMS nos vuelve a señalar lo que todos sabemos: sin mosquitos no hay chikungunya, dengue ni zika… pero si todos sabemos que debemos eliminar los criaderos de mosquitos, la pregunta es: ¿por qué no lo hacemos?
Vemos mensajes por la televisión, carteles en las calles, enseñamos a los niños en las escuelas, pero no eliminamos los criaderos de mosquitos, seguimos tirando basura a las calles, juntando latitas y floreros con agua y, lo peor, generamos montañas de cubiertas viejas de autos en cada esquina, sin considerar las casas abandonadas con gigantescas piscinas con millones de larvas en el centro de la capital, Asunción.
¿Qué nos pasa entonces? Es simple, queremos que el Ministerio de Salud o alguna otra institución encuentre una receta mágica que nos saque de este problema sin que necesitemos mover un dedo. Es más fácil responsabilizar a las autoridades sanitarias de turno de lo que nos pasa y no hacer lo único que resolvería el problema de raíz: eliminar criaderos y limpiar nuestras casas y barrios.
Pero además de nuestra irresponsabilidad colectiva, la raíz o causa es un poco más profunda: la expansión del área de distribución del Aedes y del dengue está favorecida por el aumento de las lluvias, la humedad y el calor generados por el cambio climático.
En Paraguay, el problema se agrava por el traslado de las poblaciones rurales, desplazadas por las inmensas plantaciones de soja o cría de ganado, hacia las zonas urbanas y periurbanas, en cinturones de pobreza que rodean la capital. Este movimiento no es solo de las personas, ya que también se suman animales e insectos como los mosquitos que, lejos de su hábitat natural, crean un cambio en los ecosistemas que tiene graves consecuencias a nivel mundial. Ejemplo de esta situación es la pandemia del Covid 19 y el surgimiento de estas enfermedades transmitidas por vectores, en zonas donde antes no existían.
El cambio climático no es una fantasía de los científicos, es real y sus consecuencias nos afectan a todos. Según la ONU en su reciente informe del 20 de marzo 2023, “la incorporación de una acción climática eficaz y equitativa no solo reducirá las pérdidas y los daños para la naturaleza y las personas, sino que también aportará mayores beneficios”. Además, agrega: “En el Informe de síntesis, se destaca que urge tomar medidas más ambiciosas y se demuestra que, si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro sostenible y habitable para todos”.
Al mismo tiempo, el Instituto de Salud Global (ISG) de Barcelona, luego de analizar la problemática de las enfermedades emergentes como chikungunya, aporta: “La salud de las personas está estrechamente ligada a la salud de los animales y del planeta. Si no cambiamos la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno, es imposible mejorar la salud de la humanidad. Lo expresan claramente los expertos: “En conclusión, necesitamos urgentemente promover este enfoque transdisciplinar para mejorar la salud de personas, animales y de nuestro medio ambiente. Necesitamos de ‘una sola salud’”.
A pesar de la realidad, tengo una visión bastante optimista del futuro. Creo que las personas tenemos la capacidad de cambiar nuestras acciones; podemos trabajar juntas para mejorar nuestra salud y la del planeta. Podemos comenzar con pequeñas acciones como estas… ¿se animan?
- Ahorra energía en casa; apaga las luces y aparatos que no utilices.
- Desplázate a pie, en bicicleta o en transporte público.
- Come más verduras. Mejor si son de huertas familiares que no utilizan agrotóxicos.
- Considera tus desplazamientos: viajes a países o zonas con enfermedades endémicas.
- Tira menos comida. Cocina solo lo necesario.
- Consume menos, reutiliza, repara y recicla.
- Cambia el tipo de energía de tu casa. Evita usar carbón y gas.
- Evita o utiliza lo menos posible vehículos que usan derivados del petróleo (nafta, gasoil, etc.).
- Consume productos ecológicos, aprende a mirar las etiquetas.
- Planta árboles nuevos y cuida los que ya están.
- Evita imprimir documentos innecesarios y usa menos papel.
Además, para evitar que aumenten los casos de dengue, zika y chikungunya: utiliza mosquiteros y repelentes, tela metálica en puertas y ventanas, fumiga tu casa, elimina todo posible criadero de mosquitos, sobre todo después de las lluvias. Limpia tu casa, elimina malezas y corta el pasto regularmente. Trabaja con tus vecinos y familiares para mejorar todo el entorno. Si estás con fiebre consulta inmediatamente a un centro de salud.
¡Expresa tu opinión (personalmente o por las redes sociales) y consigue que otros se unan al cambio! Comencemos hoy por el bien de las nuevas generaciones •
* especialista en Pediatría y Bioética. Directora de la Carrera de Medicina la Universidad Católica de Asunción, Paraguay